#SakeMundial N°3 – La salpicadura de la conmoción

¡Hola gente! Muy buen inicio de semana. Nueva edición de #SakeMundial. Julio, el mes en el que cruzamos el 50% del año, me tiene con mucho trabajo y, además, cerrando el último cuatrimestre de la carrera. Con todo, entusiasmado por darles una útil y agradable lectura matinal. Por lo que espero que esta tercera entrega no les defraude su atención.

En primer lugar, la trágica noticia del asesinato del presidente de Haití, país centroamericano, se convirtió en la primera de un jefe de Estado del continente americano en lo que va del siglo (no primera del año, ni del siglo en el resto del mundo). Una tragedia con mayúsculas. En lo que sigue, les propongo hacer un breve recorrido sobre las naciones latinoamericanas que fueron atravesadas por esta tragedia de impacto nacional e internacional.

En segunda instancia, como té de tilo del desarrollo de hoy, tenemos que hablar sobre las diversas “cumbres G” que suceden en el mundo. En mayor o menor medida, se convirtieron en un faro global, por lo que me parece un buen punto hacer un pantallazo sobre su distribución y tópicos abordados en el tablero mundial.

En tercera instancia, mucho se difama la (des)integración regional en nuestra querida América Latina, pero hoy toca abordar, de manera sintética, el estatus del sentimiento de europeidad, con sus bastiones y sus disruptores. ¿Perdura? ¿Vacila? ¿Decae?

Cuando la conmoción invade para siempre

Probablemente, el asesinato del presidente estadounidense John F. Kennedy (1973) o incluso el de la primera ministra india Indira Gandhi (1984) permanezcan en la memoria colectiva del mundo. Probablemente, el reciente asesinato de presidente haitiano Jovenel Moïse  o el de Idriss Déby, presidente del Chad, ocurridos este año, tengan mucha menos perduración. Empero, sin salir de las fronteras de nuestro continente, en la entrega de hoy quiero traer a racconto a quienes, en la posteridad a la Segunda Guerra Mundial, padecieron la misma desgracia y marcaron un precedente insoslayable para su nación.

Con el magnicidio del jefe de Estado haitiano, que no fue el primero en dicho país, suman ocho los mandatarios en ejercicio asesinados. Los que padecieron el mismo fueron: Gualberto Villarroel (Bolivia) en 1946, Carlos Delgado Chalbaud (Venezuela) en 1950, José Antonio Remón (Panamá) en 1955, Anastasio Somoza García (Nicaragua) en 1956, Carlos Castillo Armas (Guatemala) en 1957, Rafael Leónidas Trujillo (República Dominicana) en 1961 y Salvador Allende (Chile) en 1973 .

Se debe resaltar el hecho de que, durante la segunda mitad del siglo XX, Latinoamérica osciló entre democracias y autoritarismos, agravados por el cometimiento de golpes de Estado, un clima de permanente violencia y nulo respeto por la institucionalidad. Empero, el siglo en transcurso no evitó verse salpicado por la disputa de principios, el descontento y el peso del poder político para incidir en las acciones. En ello también se traduce la tendencia en decrecimiento del apoyo a la democracia, relevado por un informe de Latinobarómetro del 2018. Por esto me refiero a la violencia en Perú, Bolivia, Nicaragua, Chile, Colombia y Ecuador. La lista podría seguir, pero lo que no puede persistir es el deterioro de la institucionalidad y los principios que rigen la democracia. 

El extraño y complejo mundo de los G

Las cumbres G (G por grupo) son foros internacionales de cooperación que bregan por los intereses políticos y económicos que se proponen alcanzar metas en comunidad y, además, de forma bilateral. Desde el G7 hasta el G77, un rasgo central de estos grupos es que, además de que son varios, no son instituciones donde se tomen decisiones vinculantes, sino que su papel es fijar objetivos comunes y aunar posiciones entre diferentes países bajo un mismo juicio valorativo. A continuación, un pantallazo.

En primer lugar, el G7 nace de la crisis del petróleo (1973) y la propuesta sustancial de los mandatarios fue crear un espacio de intercambio de visiones y asesoramiento. Una salvedad: desde 1998, con la incorporación de la Federación Rusa, pasó a llamarse G8. Pero su membresía duró hasta 2014, momento en el que la expulsaron por la crisis con Ucrania. Luego, el G10 integrado por naciones que en 1962 firmaron el Acuerdo General de Préstamos para funcionar de prestamistas adicionales del Fondo Monetario Internacional. En adición, existe el G15, un grupo de diecinueve naciones que nació en la Novena Cumbre de Países No Alineados (1989) con el fin de lograr mayor cooperación y mutuo beneficio de los países en desarrollo. Lamentablemente, su productividad es inexistente. En el interín de estos foros ha surgido el G4, cuyo propósito distintivo es ejercer presión sobre el Consejo de Seguridad de la ONU.

El más mediático, si se quiere, es el G20. Surgido en 1999, es un espacio que, hoy más que nunca, debe enmarcar el objetivo de cooperación para el desarrollo, albergando el multilateralismo entre los Estados. El último grupo a mencionar es el G77, que reúne a países en vías de desarrollo y subdesarrollados, en total ciento treinta y cuatro. Surgió en 1964, pensado como un mecanismo de apoyo mutuo entre los países del sur global en las discusiones de la Organización de Naciones Unidas (ONU).

El sentimiento de europeidad, en modo equilibrista

El continente europeo atraviesa un período de tambaleos asimilables a los que dieron origen al europeísmo hace dos siglos. Impulso que, en su momento, dio formas legales a las prácticas ya mantenidas entre los Estados y tuvo hace menos de 50 años una intención renovada de ser supranacional. Sin embargo, en la actualidad, ofensivas como la reciente salida del Reino Unido (Brexit), la postura recalcitrante de actores como Marine Le Pen (Francia), Matteo Salvini (Italia), Santiago Abascal (España) y Viktor Orban (Hungría), potencian el disgusto de la memoria colectiva sobre el manejo de la última crisis económica del 2008 y la persistencia de los flujos migratorios, que hacen socavar la inmemorable identidad que dio origen y erigió su proyecto político pacífico. 

¿En qué devino esta suma de condicionantes? Al desplazamiento de la centralidad de la disputa hegemónica entre China y Estados Unidos se añade el afloramiento del sentimiento nacionalista, anti europeísta y anti euro (moneda) de varias naciones. Además de ser una alerta remitida a cada geografía, tuvo su impacto en las últimas elecciones al Parlamento Europeo de 2019, cuyo “wake-up call” fue el euroescepticismo. Lo cierto es que los principios dogmáticos de la Unión Europea, tales como la democracia, el Estado social de Derecho y el respeto a los Derechos Humanos han desembocado en el deber poco amigable y desafiante de mitigar movimientos que transversalizan el desarraigo europeísta. En conjunto, la vulnerabilidad económica se sitúa junto a las tensiones con las nuevas derechas, que erosionaron las herramientas de construcción comunitaria de la Unión y su identidad.

La identidad europea, lejos de ser un todo homogéneo, se disputa por estos tiempos una batalla cultural, que transita un pasar conflictivo por el ámbito de la soberanía comercial y, con mayor énfasis, en la división de los veintisiete sobre la defensa. Ello se ve reflejado en las diferentes prioridades que arroja el reciente informe “Futuro de Europa” de Eurobarómetro. Para ir concluyendo, de los mecanismos que implemente para hacer frente a las problemáticas, apoyados en los valores europeos, y reconquistar a la ciudadanía de cada nación depende su mayor o menor capacidad de resolver los conflictos latentes. En este sentido, dos iniciativas funcionan: El Programa Erasmus y el reformado festival Eurovision.

Aquí concluyo por hoy. Desde ya, muchas gracias por la lectura. No se olviden que están habilitados a responder, criticar e incluso sugerir algún tema para abordar, que con todo gusto voy a tomar en consideración y responder. Que estén bien.

  • Recomendación seriéfila: “Designated Survivor”.
  • Recomendación cinéfila: “La Cordillera”.
  • Recomendación documental: “El agente topo”.
  • Recomendación de lectura: “¿Qué esperar de la Democracia?”, de Adam Przeworski.
  • Recomendación musical: Freeway Of Love, de Aretha Franklin.

Escrito por

Estudiante de Ciencia Política en la UBA. Vivo en Quilmes, apasionado por el deporte, la música y conocer cada rincón de este mundo. Caminando por la senda del Taekwondo y con la cabeza puesta en la realidad internacional.

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