No se trata de una nota repetida ni de un déjà vu. Tampoco es un error de tipeo. La realidad indica que este martes los ciudadanos israelíes acudieron a las urnas por cuarta vez en menos de dos años. Y para la sorpresa de pocos, el panorama no presenta grandes cambios. Con más del 95% de los votos escrutados, ningún partido alcanzó la mayoría necesaria para formar gobierno, por lo que ya comenzaron las negociaciones entre las distintas facciones con el objetivo de configurar una coalición y asumir el poder.
El Likud, partido que encabeza Benjamín Netanyahu, primer ministro en ejercicio, fue el que más votos recibió, obteniendo hasta el momento 30 escaños. Yesh Atid, de Yair Lapid, el principal candidato de la oposición, se hizo con 17 bancas. Como ninguno de los dos alcanzó los 61 lugares necesarios -de un total de 120- para formar gobierno, deberán comenzar a tejer alianzas con otros partidos para intentar llegar al número estipulado.
En busca de su reelección, Netanyahu afirmó que está dispuesto a conversar con todos los espacios políticos. “Se puede y se debe formar un gobierno estable, yo no descarto a nadie”, declaró este miércoles tras el comienzo del escrutinio. El primer ministro, que cuenta con el apoyo de los partidos ultraortodoxos y algunos de derecha y centro/derecha, es quien está más cerca de alcanzar los 61 escaños.
Por estas horas, en las oficinas del Likud se debate la posibilidad de sumar a una facción árabe (Raam) a su bloque, la cual con sus cinco bancas le daría la victoria definitiva. En caso de producirse, se trataría de la primera vez en la historia que un partido de este sector integra un gobierno de derecha.
Si las conversaciones no prosperan y ninguna alianza alcanza más de la mitad de los escaños, entonces la Knesset (parlamento del Estado de Israel) se disolverá de manera automática y habrá una nueva convocatoria a elecciones. Este escenario se dio por primera vez en abril de 2019, marcando un precedente inédito en la historia del país, y luego en septiembre de ese mismo año, cuando el estancamiento político se mantuvo.
El tercer llamado a elecciones tuvo lugar en marzo de 2020, cuando la pandemia acechaba y, a pesar de que ninguna alianza reunió las voluntades necesarias, Netanyahu y Benny Gantz -principal opositor por aquel entonces- decidieron formar un gobierno de “emergencia” para afrontar la crisis sanitaria. Las internas dentro de la débil coalición ocasionaron una rápida ruptura, y en diciembre pasado, la Knesset volvió a disolverse y se convocó a estas cuartas elecciones en menos de dos años. Sin embargo, la fragmentación de los votos no le permite a ningún partido alcanzar la mayoría necesaria para formar gobierno.