Artículo en Conjunto con Victoria Enríquez
El 22 de marzo de 1945, representantes de Arabia Saudita, Egipto, Irak, Líbano, Siria, Transjordania (actualmente Jordania) y Yemen del Norte (actualmente Yemen) crearon a la Liga Árabe al adoptar su carta fundacional. La misma fue el resultado de años de debate entre los países árabes en torno a la búsqueda de una forma de unión entre ellos para garantizar el bien y la prosperidad de sus sociedades. Actualmente, la Liga Árabe cuenta con 22 miembros, que se fueron incorporando al obtener su independencia. Estos son: Libia, Sudán, Marruecos, Túnez, Kuwait, Argelia, Emiratos Árabes Unidos, Bahrein, Qatar, Omán, Mauritania, Somalia, Palestina, Yibuti y Comoras, además de los fundadores ya mencionados.
76 años después de su creación, cabe repasar los motivos que llevaron a la conformación de la Liga Árabe, la estructura y el funcionamiento de la misma en las últimas décadas y los desafíos que enfrenta de cara al futuro.
La Liga Árabe surge en 1945 luego de extensos debates entre la comunidad árabe y Gran Bretaña, una de las principales potencias colonizadoras de la región, con la finalidad de: “estrechar las relaciones entre los Estados miembros y coordinar sus actividades políticas con el objetivo de lograr una estrecha colaboración entre ellos, salvaguardar su independencia y soberanía, y considerar de manera general los asuntos e intereses de los países árabes”. Así lo declara el artículo 2 de su carta fundacional, donde además se manifiesta el propósito de cooperar en asuntos económicos, culturales, de bienestar social y salud, entre otros. Se estableció una sede permanente en El Cairo y la realización de dos reuniones anuales entre sus miembros. Además, la Carta hace especial énfasis en el respeto de la soberanía, la independencia y la forma de gobierno adoptada por todos sus miembros.
Uno de los principales motivos que impulsó su creación fue el intento de coordinar políticas entre la comunidad árabe luego de la Segunda Guerra Mundial, cuando varios Estados de la región se encontraban recién descolonizados. Además, los miembros de la Liga Árabe siempre promovieron la independencia de los Estados árabes que aún se encontraban colonizados y se opusieron fervientemente a la creación del Estado de Israel en el territorio en donde se encuentra actualmente. Las relaciones entre los países árabes e Israel fue el puntapié inicial por el cual el sentimiento de Panarabismo marcó un inicio de un punto de entendimiento para poner objetivos comunes para la conformación de la Liga. En base a la cuestión de la Defensa y seguridad que implicó en su momento Israel, se mantuvo una estructura y se desarrolló una Organización en base a estos puntos de encuentro entre Estados contrariamente opuestos en sus agendas.
La causa palestina también fue uno de los principales motores de unión de los países árabes, siendo la autonomía de Palestina uno de los principales objetivos que se propuso la Liga Árabe desde su creación.
Con el paso de los años la cuestión israelí se fue aceptando por las elites y la opinión pública árabe. La Liga sufrió un retroceso donde se dispuso a ser un órgano consultivo, su operacionalización quedó relegada a cuestiones discursivas sin ejercer dictámenes directos y obligatorios para la solución de los problemas de los nacionales de los Estados miembros. En la actualidad la Liga se ve envuelta en un bloqueo y una eficiencia completamente alejada a las aspiraciones del bloque para tomar decisiones vinculantes para sus miembros y encomendar los objetivos propuestos en la carta fundacional.
Uno de los hitos importantes que vislumbraron las falencias de la Liga fue la normalización de las relaciones entre Emiratos Árabes Unidos, Bahrein, Sudán y Marruecos con Israel en el último periodo, y las ya anteriores con Egipto y Jordania. Ambos Estados ya mantenían relaciones con Israel desde que, primero El Cairo y después Amán, firmaran acuerdos de paz posterior a los conflictos bélicos que acarrearon en 1979 y 1994, respectivamente. Esta normalización catalogada como un éxito para la política occidental norteamericana es un grave revés a la unión arabe con respecto a una visión común acerca de la cuestión israelí.
Por otro lado, la falta de un liderazgo fuerte en el mundo arabe en Medio Oriente (como en su momento lo fue Nasser), significó un retroceso con respecto a la necesidad de encauzar un proyecto común que busque establecer marcos colaborativos entre los países. El puntapié que dio inicio de la Liga se ve difuso y con el tiempo se espera que la normalización de las relaciones con Israel marque aún más las distinciones entre aquellos que pretenden aceptar y beneficiarse con la presencia del Estado judio en la región y aquellos que se arraigan a las tradiciones y a las costumbres de no permitirse tener relaciones con la cúpula de poder de Israel.
Hoy, la cuestión de las divisiones entre árabes y un futuro poco alentador en la cuestión Palestina, la normalización de relaciones con Israel y las crisis de la región en los ámbitos políticos, económicos y en las guerras que enfrentan los países marcan también una ruptura en la lógica de los países de la región. A esto se suma la intromisión de las grandes potencias en las decisiones del día a día, que devinieron en la ineficiencia y la inexistente articulación para poder hacerle frente como bloque a los desafíos y problema que acarrean los Estados.
76 años de existencia de la Liga Árabe marcan un nuevo desafío para los Estados de la región y para la Organización, donde los objetivos fundacionales están muy lejos de ser materializados, la desigualdad entre los miembros alertan de la necesidad de eliminar la presunción del “sálvese quien pueda” o “sálvese con quien me convenga”. Se necesita una reformulación completa para encontrar áreas de cooperación que realmente beneficien a los Estados o se espera en el largo plazo que las cuestiones discursivas carentes de decisiones reales decanten en la desaparición forzada de la Liga Arabe y cada uno de los Estados tomando caminos contrapuestos, lo que se traduce en una tendencia peligrosa y contraproducente para los mismos.