Si bien es común escuchar decir que hoy en día los golpes de Estado no abundan y la mayoría de las democracias mueren lentamente desde adentro, lo que ocurrió hace pocas horas en Myanmar es un ejemplo contrario. Este lunes, los militares tomaron el poder y declararon estado de emergencia por un año, cortaron la mayoría de las transmisiones y vías de comunicación y detuvieron a una gran cantidad de funcionarios del gobierno y activistas. A continuación, una breve explicación de lo que está sucediendo en Myanmar y cómo se llegó a este escenario que genera preocupación a nivel internacional.
El 8 de noviembre de 2020 se llevaron a cabo elecciones generales en Myanmar, destinadas a elegir legisladores para ambas cámaras de la Asamblea de la Unión (legislatura birmana). Ese día, la Liga Nacional para la Democracia (LND), partido de la famosa líder política y Consejera de Estado Aung San Suu Kyi, se había consagrado ganadora obteniendo 83% de las bancas disputadas. Los militares no acataron el resultado de esta elección, la cual acusaban de fraudulenta. Incluso habían presentado denuncias a la Corte Suprema con la finalidad de anular los resultados. El día de hoy se celebraría la primera sesión de la nueva Asamblea, donde se respaldarían los resultados de las elecciones y se aprobaría el próximo gobierno. Lamentablemente, esto nunca llegó a suceder.
Los birmanos despertaron esta mañana en un escenario caótico. Los militares habían detenido al presidente Win Myint, a la Consejera de Estado Aung San Suu Kyi (quien era la gobernante de facto) y a varios funcionarios de la LND, incluidos ministros nacionales y regionales, y activistas. A través del canal de televisión Myawaddy, propiedad de los militares, anunciaron el estado de emergencia durante un año y que el poder quedaría en manos del comandante en jefe Min Aung Hlaing. Además, la conexión a Internet había sido cortada. A las 8 de la mañana (hora local) se reportó que la conectividad había caído un 50% promedio en todo el país, habiendo zonas con niveles de conectividad nula (BBC, 2021). Un golpe de Estado estaba ocurriendo en Myanmar.
Para tener un contexto más completo de la situación política que atraviesa Myanmar y aventurar qué puede suceder en el país, es necesario volver en el tiempo y examinar la figura de Aung San Suu Kyi y su vinculación con el conflicto rohinyá.
Aung San Suu Kyi es la líder de la LND desde el año 1988, partido creado para oponerse a la dictadura del general Saw Maung. En 1990, cuando el régimen llamó a elecciones, la LND se presentó y ganó, pero los resultados fueron anulados y ella fue detenida. A partir de allí, pasó 20 años en prisión domiciliaria como presa política. En ese tiempo comenzó a ser reconocida mundialmente por su activismo y lucha en contra de la dictadura y en pos de la mejora de la situación humanitaria en el país, por lo que incluso recibió un premio Nobel de la Paz. En 2010 fue liberada y recién ahí pudo empezar su vida política activa en Myanmar, cuando se retiró la última dictadura militar del país. Para 2015, a pesar de que la constitución modificada por los militares no le permitía gobernar el país, la LND ganó las elecciones generales y ella pasó a ser la gobernante de facto del país, aunque formalmente el presidente era Htin Kyaw.
Aquí se hace necesario mencionar el conflicto rohinyá. Los Rohinyá son una minoría musulmana sumamente discriminada que vive en Myanmar, contra quienes el Estado lleva a cabo un proceso de limpieza étnica desde el año 2017, según la Organización de las Naciones Unidas (2018), lo que los ha llevado a desplazarse a la nación vecina de Bangladesh. Desde que la LND se encuentra en el poder, ha mantenido un silencio cómplice con las atrocidades que son llevadas a cabo contra esta minoría. Aung San Suu Kyi incluso defendió el accionar del Estado de Myanmar en la Corte Internacional de Justicia contra las acusaciones que le hicieron al país de mayoría budista de estar llevando a cabo una limpieza étnica. Esto le ha costado gran parte de su reputación internacional, que había sido ganada por su activismo en favor de los derechos humanos.
Si bien se ha argumentado que la complicidad de Aung San Suu Kyi con el conflicto rohinyá fue una medida pragmática, una forma de no oponerse a los militares y tratar de estabilizar la naciente democracia birmana, los hechos de esta mañana han demostrado que, de ser así, sus esfuerzos no han sido suficientes para contenerlos. Según John Sifton, de Human Rights Watch, “la Junta Militar que gobernó Myanmar durante décadas en realidad nunca se fue del poder (…), nunca se sometieron a la autoridad civil, por lo que los eventos de hoy, de alguna manera, simplemente revelan una realidad política que ya existía”.
Lo ocurrido en Myanmar es demasiado reciente pero, por el momento, la situación es la siguiente: los miembros del gobierno están detenidos y los militares en el poder aparentemente por el próximo año. Las comunicaciones ya han sido reestablecidas en su totalidad. En primer lugar cabe preguntarse qué puede pasar con el gobierno legítimo, se esperan protestas en su favor pero, ¿tendrán algún resultado o solo serán fuertemente reprimidas? ¿Por cuánto tiempo será interrumpida la democracia birmana esta vez? En segundo lugar también es legítimo preguntarse qué será de los Rohinyá en este contexto y qué rol jugarán los organismos internacionales para defender a una minoría tan perseguida y castigada por el silencio cómplice del gobierno ahora depuesto.