El 2020 amaneció con la muerte del general de las fuerzas especiales Quds de la Guardia Revolucionaria Iraní, Qasem Soleimani, el pasado 3 de Enero en una operación de los Estados Unidos en Bagdad, Irak. Dos drones atacaron las posiciones cerca del aeropuerto de la capital y el saldo fue la muerte del “número dos” de la política y la seguridad iraní.
Soleimani era considerado como un héroe nacional por su desempeño en la Guerra de Irak y la resistencia contra el terrorismo, esto se reflejó en las movilizaciones que provocó su funeral, ya que no se evidenciaba tal magnitud de congregados en las calles desde el funeral del líder Supremo Jomeini en 1989. Contrariamente, desde el lado occidental norteamericano el mismo presidente Donald Trump anunció “hemos eliminado al terrorista número 1”. Esto va en línea de la concepción de que el Soleimani era un gran “operador” en los últimos atentados y agitaciones que sufrió Medio Oriente con el apoyo a distintos grupos políticos terroristas que desestabilizan a los gobiernos y la seguridad de Irak, Siria y Líbano, entre otros.
Los días posteriores a la confirmación de la muerte de Soleimani se reducen en una serie de declaraciones, amenazas y disposiciones estratégicas de los actores que, directa e indirectamente, están involucrados en el desequilibrio de la seguridad y el disparo de las tensiones que agitó a todo Medio Oriente. Las primeras consecuencias no se hicieron esperar; el Estado iraní anunció que dejará de cumplir con las obligaciones del JCPOA (Tratado de Acción Conjunta o 5+1) que limita el programa nuclear iraní en su stock de uranio enriquecido y las instalaciones que componen al mismo. Esto, disparó las alertas de los Estados de la región, ya que la energía nuclear iraní podría ser utilizada para fines bélicos.
Para sorpresa de muchos, las alarmas se activaron y pusieron a todo el mundo en alerta máxima, cuando 15 misiles de corto alcance de 500kg de carga alcanzaron las bases Al Asad y Erbil, donde se encontraban tropas norteamericanas. El mismo vocero de la Guardia Revolucionaria Iraní declaró que “la feroz venganza de la Guardia Revolucionaria ha comenzado”, ya que significaba el lanzamiento directo a una base norteamericana, algo que no pasaba hace décadas.
“la feroz venganza de la Guardia Revolucionaria ha comenzado”
Antes del ataque a las bases, los medios internacionales especularon los días posteriores al ataque en Bagdad con todo el abanico de alternativas que posee la República Islámica para “vengar” a Soleimani. En ese sentido, la tercerización a través de la activación de Hezbollah o Hamas, la opción de ciberataques o la intervención de milicias nacionalistas quedaron descartadas cuando las primeras cargas impactaron con la base Al Asad. Todas las alternativas conllevan una preocupación generalizada, la percepción de amenaza compartida entre los Estados Unidos e Irán podría desembocar en una guerra total entre ambos.
A las 5.30 a.m comenzaron a caer los misiles Fateh 110, 313 y los Qiam 6, sobre las instalaciones militares en Irak. Alrededor de 15 misiles fueron dispuestos en el operativo “Mártir Soleimani”. La lógica del ataque perpetrado por Irán conlleva posicionar el conflicto entre los dos Estados en términos convencionales, el empleo de mecanismos y los blancos que se optaron marcan una dinámica en cuanto dos Estados se enfrentan en un tercer Estado, eligiendo blancos militares.
En las horas posteriores, los portales y los medios de comunicación masivos se inundaron con la noticia esperando confirmaciones y las represalias norteamericanas subsiguientes al ataque. Sorpresivamente y para calmar a los especuladores de una “tercera guerra mundial”, los movimientos de Teherán y Washington parecieron tener un camino: la distensión, evitar la escalada del conflicto. Es así que Javad Zarif invocó al artículo 51 de la ONU para la legítima defensa del Estado iraní, aclarando que “no buscamos la escalada o la guerra sino que nos defenderemos de cualquier agresión”. Por otro lado, los líderes de la Guardia Revolucionaria Iraní expresaron que “pararán los ataques en cuanto no haya represalias de los Estados Unidos”.
Desde la Casa Blanca, Donald Trump envió signos de calma con su discurso de las 11.30 a.m. “Ningún soldado estadounidense perdió la vida en los ataques, solo sufrimos daños mínimos” comenzaba un discurso en tono conciliador, delegando la responsabilidad a la anterior administración de la firma del JCPOA “que fue el puntapié para que Irán patrocine el terrorismo en Medio Oriente”. En los puntos destacados a una posible contrapropuesta por parte de los Estados Unidos quedaron minimizados cuando el mandatario expresó que si bien tienen el arsenal de armas dispuesto para acabar con Irán, no lo iban a usar en este momento. Por otro lado, se ratificaron nuevas sanciones económicas y el presidente instó a las potencias y a la OTAN a involucrarse para el establecimiento de la paz y la distensión del conflicto.
“Ningún soldado estadounidense perdió la vida en los ataques, solo sufrimos daños mínimos”
A partir de la salida del JCPOA por parte de la administración Trump en 2018, Medio Oriente estuvo envuelto en una escalada de hostigamientos entre ambos Estados. El ataque a Al Asad y Irbil se traduce como la ruptura de la lógica del conflicto, el ataque directo a las posiciones norteamericanas cruza el límite de tensiones y desestabiliza las percepciones entre los actores. Pero ¿se puede esperar una guerra entre Irán y los Estados Unidos?
La respuesta a dicha consigna implicaría el involucramiento automático de distintos actores que se posicionarían conforme a los bandos y la disposición de capacidades militares convencionales en un campo de batalla. Ninguno de los dos Estados se puede permitir una guerra total: los iraníes son conscientes que embarcarse en un conflicto directo implicaría la destrucción del país y por el lado norteamericano, un involucramiento en Irán rememora las invasiones de Irak y Afganistán lo que conllevaría un gasto político y militar significativo.
El mejor escenario que se puede desarrollar, no solo para los dos Estados involucrados sino para todo el globo, sería un “empate o tablas virtual” en el cual, hay una agresión, posteriormente una respuesta y punto final. Que la escalada de hostilidades siga acrecentando es sumamente peligroso para todos los actores del Sistema Internacional.
El ataque con los misiles no sería la última respuesta de los iraníes, se toma la importancia que tiene el gobierno de Teherán para inferir en los Estados de la región. En primer lugar, se toma noción del apoyo de los chiitas desplegados en las cúpulas políticas de distintos países. En ese sentido, se tiene conocimiento del apoyo de los chiitas en Irak, que el 5 de Enero, en el Parlamento nacional (el cual es liderado por el bloque chiita), aprobó la expulsión de las tropas norteamericanas desplegadas en el país. En segundo término, se habla del apoyo a grupos terroristas que podrían responder por la muerte de Soleimani y en represalia a las fuerzas norteamericanas en Medio Oriente. Se pone énfasis en Hezbollah en Líbano, Hamas en Gaza, la emergencia de los hutíes en Yemen y las milicias locales desplegadas en territorio sirio e iraquí. Estas fuerzas de poder, que responden a la administración persa, amenazan directamente a las posiciones no solo de los Estados Unidos, sino de los principales aliados de la Casa Blanca en la región tales como Israel y Arabia Saudita, entre otros.
De todos los caminos que llevan a que el conflicto no escale a mayores, el “empate” deja mejor parada a la nación del norte ya que se pudieron librar de Soleimani sin recibir daños colaterales que atenten con la integridad de los Estados Unidos y sus tropas desplegadas en Medio Oriente. Pero no debería ser sorpresa que Irán utilice a terceros o lleve el conflicto a una lógica asimétrica para seguir dañando a los Estados Unidos y cobrarse venganza por la muerte del General.
Donde todo el mundo esperaba un conflicto directo que desemboque en la Tercer Guerra Mundial, los protagonistas de la contienda son conscientes que una guerra destruiría las aspiraciones de paz en Medio Oriente. Es por esto que a partir de ahora, se puede prever que si bien las tensiones puedan seguir latentes, los hostigamientos directos parecieran cesar conforme pasan los días.
Un comentario en “Respuestas complejas a un contexto convulsionado”