Aleksandra Kollontai: la vida de quien incomoda

Bajo el nombre de Aleksandra Mijailova Domontovich, nació el 31 de marzo de 1872 en San Petersburgo. Su madre era hija de campesinos finlandeses que se habían hecho ricos en el negocio de la madera. Su padre, general zarista, le inculcó el amor por la historia y la política desde una óptica liberal. Fue una niña muy consentida, aunque su madre le restringió la educación y se preocupó en formarla como buena esposa. De todas formas, obtuvo el título de maestra y comenzó a escribir.

A los 19 años conoció a Vladímir Ludvigovich Kollontai, su primo tercero y  estudiante de ingeniería de origen humilde. Pese a resistencias de su familia, se casaron y tuvieron un hijo. Él era inspector fabril, y Aleksandra lo acompañaba en sus visitas a las fábricas, donde conoció de primera mano la explotación y degradación que recibían los trabajadores. Se unió al movimiento socialista clandestino y se enamoró del movimiento:

“La vida feliz de un ama de casa se convirtió para mí en una jaula, esa fue la época de florecimiento del marxismo en Rusia. El amor, el matrimonio, la familia… eran secundarios asuntos triviales. Entonces me dediqué por completo al movimiento revolucionario ruso”

En 1896 abandonó a su marido e hijo y se mudó a Suiza para estudiar economía política, donde conocería las ideas socialistas de Kautsky y Rosa Luxemburg. Para 1899 ya era miembro del Partido Obrero Socialdemócrata Ruso, en la escisión menchevique.

Con el devenir de 1905, la Revolución ebulló. Tras presenciar la matanza de obreros frente al Palacio de Invierno, se unió a los revolucionarios escribiendo artículos y organizando asociaciones de trabajadoras. Debido a la publicación de su obra “Finlandia y el socialismo” -en el que animaba a los finlandeses a sublevarse contra la ocupación rusa- tuvo que exiliarse. 

Durante sus viajes por Europa, militó en el Partido Socialdemócrata de Alemania, el Partido Laborista inglés, el Partido Socialista belga y el Partido Socialista francés, donde hizo propaganda contra el militarismo y organizó una huelga de amas de casa contra el coste de la vida. Durante un tiempo, compartío casa en París con Lenin y su familia, pero se mudó porque sus posturas contrapuestas dificultaban la convivencia: los bolcheviques querían soluciones de fuerza, mientras que los mencheviques buscaban introducir más gradualmente el socialismo.

Kollontai fue una ferviente antibelicista. Se opuso activamente a la Primera Guerra Mundial, siendo parte de la preparación de la Conferencia de Zimmerwald y popularizando el lema “guerra contra quienes hacen la guerra” a través de sus folletines. Por esto se unió a los bolcheviques, quienes tenían una postura más radical respecto del tema.

Durante dos años permaneció en Estados Unidos, invitada por el Partido Socialista norteamericano y dio conferencias y mítines para oponerse a la guerra; e intercedió ante gobernantes para pedirles que el Estado Norteamericano no se involucrara en la Guerra.

En 1917 Lenin la llama Europa. Lejos de Rusia, ella se transformaría en su eslabón de contacto con los bolcheviques en San Petersburgo. Sus panfletos de contrabando animaron la manifestación de mujeres contra el Zar el Día Internacional de la Mujer de ese año, donde trabajadoras abandonaron las fábricas de San Petersburgo para exigir pan y el fin de la guerra; pero también emancipación y consignas tomadas directamente de los escritos de Aleksandra.

La Revolución Rusa había sido iniciada por las mujeres. Kollontai partió de inmediato a Rusia.

Pocos meses antes de octubre, fue elegida miembro del Comité Central del Partido Comunista -siendo la primera mujer en integrarlo-. Más tarde se unió Stalin. Él impulsó una política a favor de conservar la revolución burguesa ante la oposición de Kollontai, que veía a los soviets como órganos para la toma del poder.

Lenin, con sus tesis de abril, apoyó la postura de Kollontai y lograron convencer a la dirección del Partido Bolchevique: Se votó a favor de la insurrección y el 25 tuvo lugar la toma del Palacio de Invierno que instauró las bases para un Estado obrero; mientras Aleksandra cumplía cárcel por orden del Gobierno Provisional.

Tras la toma del poder, fue elegida para la Comisaría del Pueblo para la Asistencia Pública, lo que la convirtió en la primera mujer de la historia en ocupar un puesto ministerial. 

En su ejercicio, luchó por conseguir derechos para las mujeres respecto al voto, divorcio, legalización del aborto, igualdad de salario, mejora de las condiciones laborales, protección social a mujeres embarazadas; junto con la prohibición de los matrimonios forzados y de la distinción entre hijos legítimos e ilegítimos. A la par, persiguió la igualdad material volviendo públicos los trabajos de cuidado para liberar las relaciones familiares y sexuales.

La Revolución Rusa significó, además de un cambio político y económico, un cambio moral. Aleksandra veía a la familia tradicional burguesa como un instrumento que convertía a la mujer en propiedad privada para su uso y reproducción sexual. Confiaba en que el socialismo liberaría a la mujer, en una lucha que no podía escindirse de la lucha de clases (1). Pero Lenin, al igual que la cúpula masculina del Partido, consideraba que la revolución social traería aparejada una revolución sexual a posteriori, no que eran paralelas.

Pero este no era su único punto de choque. Lenin y Alexandra tuvieron otro enfrentamiento político, este respecto de cómo debía terminar la guerra con Alemania. Lenin estaba dispuesto a firmar la paz y aceptar los tratados alemanes sin condiciones por miedo a que la revolución pereciera, pero Aleksandra lo consideraba una traición a la corriente socialista europea y una entrega del territorio de Ucrania. Por estas diferencias,ella renunció a su puesto ministerial y se exilia.

Al año siguiente, el mismo Lenin se ponía de rodillas para pedir por el retorno de Kollontai. En plena guerra civil, le encomendó que viajara por toda Rusia y alentara a campesinos y obreros a tomar las armas contra los mencheviques. Ella logró el cometido y volvió a convertirse en una de las figuras centrales del Partido.

Ese mismo año, organizó el Primer Congreso Panruso de Mujeres Trabajadoras, pese a las burlas y menosprecios de sus compañeros varones. Más de 1000 delegadas cruzaron el país en fuego para asistir, sobrepasando enormemente las expectativas. Durante este Encuentro, Kollontai desatendió los pedidos de Lenin y no se centró en pedir apoyo para ganar la guerra civil, sino en criticar el núcleo familiar y la posición de la mujer en la sociedad. Este sería el inicio de otra disputa.

Durante estas jornadas nació la rama femenina del Partido, el Departamento de la Mujer, y la revista Kommunistka -que Aleksandra editaba-, dedicados a promover la participación de las mujeres en la vida pública y en proyectos sociales como la lucha contra el analfabetismo.

El punto cúlmine de las tensiones entre ambos llega en 1921, cuando Kollontai se une a la Oposición Obrera. Esta fue una corriente del Partido Comunista con 7 millones de miembros, nacida en el entorno de los sindicatos y encabezada por el dirigente de los trabajadores metalúrgicos y ex-amante de Aleksandra Aleksándr Shliápnikov. De forma simplificada, ellos se oponían a la burocratización creciente de la Revolución y a su desapego a los principios y sujetos revolucionarios. Kollontai fue su principal oradora, y en una actitud sin precedentes, enfrentó públicamente a Lenin.

Durante el XI Congreso del Partido, él disolvió la Oposición y pidió la expulsión de Aleksandra por crear una facción, pero el pedido fue denegado. Fue una de sus pocas batallas perdidas.

Lenin murió en 1924 y Stalin quedó en control de la Unión Soviética. En esta nueva etapa, los logros obtenidos sufrieron un enorme retroceso, especialmente en lo referente a la emancipación femenina:  la mujer vuelve a su papel tradicional debido a una exaltación de la familia y la maternidad.

En 1936 se ilegalizó el aborto salvo en casos extremos; creció el desempleo y las mujeres fueron las más perjudicadas; en 1943 se introdujo la educación separada para chicas y chicos y en 1944 se penalizó el divorcio con sanciones económicas impagables para la mayoría.

Aleksandra quedó marginada y perdió su influencia política. En 1922, luego de la fundación oficial de la URSS, pasó al servicio diplomático. Fue enviada inicialmente como agregada a la misión comercial rusa en Noruega y cuando Noruega y la URSS establecieron relaciones diplomáticas oficiales en 1924, Kollontai fue colocada a la cabeza de la legación rusa.

Posteriormente fue transferida a México, luego de regreso a Noruega y, finalmente, en 1930 a Suecia, donde permaneció hasta 1945. Estos nombramientos la convertirían en la primer mujer en ocupar tal puesto en la historia de la diplomacia moderna. También formó parte de la delegación soviética en la Sociedad de Naciones, donde elaboró cuestiones relativas al estado legal de las mujeres.

En 1946 fue nominada en para el Premio Nobel de la Paz por su labor en evitar una guerra entre Finlandia y la URSS.

Durante su exilio disfrazado, se dedicó a apelar fusilamientos y encarcelamientos de miembros del partido dirigiendo cartas a la figura de Stalin. A la par, fue fuertemente perseguida por la KGB y obligada a retornar a Moscú, donde sirvió como  asesora del Ministerio de Relaciones Exteriores ruso hasta su muerte en 1952 por causas naturales.

De todos los miembros del Comité, fue la única en sobrevivir a la purga estalinista.

Aleksandra fue al Partido lo que la emancipación de la mujer a la Revolución: Su existencia era incómoda pero irremplazable, necesaria. No dedicó su vida entera a quitarle el confort a todo lo que tocó -la familia, la economía, la política, la diplomacia-, sino a democratizarlo, a volver la mera vida un enamoramiento no condicionado por el sexo o clase social.

En un mundo donde la historia quiere nombres (y muchas veces hombres), es fácil ser borrada o pasada por alto cuando tu estandarte es convertir tus logros personales en un triunfo colectivo. Pero cuando te hacés presente en las sutilezas, en lo mundano de las victorias cotidianas, no podés ser historia sino presente. Y así, en cierta forma, Aleksandra Kollontai vivirá para siempre.

“Si algo he obtenido en este mundo, no fueron mis cualidades personales lo que lo originaron de primera mano. Más bien, mis logros son un símbolo del hecho de que la mujer, después de todo, está ya en camino del reconocimiento general”

Pueden consultar parte de sus obras aquí.

Referencias:

  1. Si leen su obra, podrán apreciar que Aleksandra nunca se percibió como “feminista” y que critica al movimiento duramente. Esto es porque el concepto estaba hegemonizado por las sufragistas angloparlantes.
    Para Kollontai, la “mujer nueva” de la clase burguesa no lograban tomar conciencia de su opresión y por tanto no podrían lograr jamás su emancipación ni material ni “supra-estructural”. Citándola “¿Cuál es el objetivo de las feministas burguesas? Conseguir las mismas ventajas, el mismo poder, los mismos derechos en la sociedad capitalista que poseen ahora sus maridos, padres y hermanos. ¿Cuál es el objetivo de las obreras socialistas? Abolir todo tipo de privilegios que deriven del nacimiento o de la riqueza. A la mujer obrera le es indiferente si su patrón es hombre o mujer”.

Escrito por

Lic. en Relaciones Internacionales. Lic en Ciencia Política. Todo lo que escribo es a título personal a menos que se explaye lo contrario.

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