Hoy se cumplen 60 años de la adopción de la Resolución 2065 (XX) por parte de la Asamblea General de las Naciones Unidas. Este hito diplomático marcó un antes y un después en la política exterior argentina respecto de la disputa de soberanía sobre las Islas Malvinas, Georgias del Sur y Sandwich del Sur. A seis décadas de su aprobación, la resolución sigue siendo un punto de referencia ineludible para comprender la tensión entre geografía, jerarquía internacional y estrategia diplomática en el Atlántico Sur.
El valor histórico de la Resolución 2065
La Resolución 2065 fue adoptada el 16 de diciembre de 1965, en un contexto internacional signado por los procesos de descolonización impulsados por la ONU. Reconoció formalmente la existencia de una disputa de soberanía entre la Argentina y el Reino Unido, e instó a ambas partes a entablar negociaciones bilaterales para alcanzar una solución pacífica, teniendo en cuenta los intereses de los habitantes de las islas.
Este reconocimiento fue un logro diplomático trascendental para la Argentina. Por primera vez desde 1833, el Reino Unido se vio interpelado por la comunidad internacional a sentarse a negociar. La resolución no solo legitimó el reclamo argentino, sino que también encuadró el conflicto dentro del proceso de descolonización, lo que permitió a la Argentina apelar a principios como la integridad territorial frente a la libre determinación de una población considerada implantada.
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Geografía como oportunidad: la mirada de Kaplan
Para comprender el trasfondo estratégico de la Cuestión Malvinas, resulta útil recurrir a los postulados del analista geopolítico Robert Kaplan. En La venganza de la geografía, Kaplan sostiene que los Estados deben actuar en función de los recursos, la ubicación y las condiciones físicas que les brinda su territorio. Desde esta perspectiva, la Argentina aparece como un país con un potencial marítimo extraordinario, con acceso privilegiado al Atlántico Sur y a la Antártida, y con una plataforma continental rica en recursos pesqueros, minerales e hidrocarburos.
La Resolución 2065 puede leerse, entonces, como una oportunidad para proyectar poder desde la geografía. La diplomacia argentina, al lograr que la ONU reconociera la disputa, abrió una vía para transformar su posición geográfica en una ventaja estratégica. Sin embargo, como advierte el propio Kaplan, la geografía no determina el destino, sino que informa sobre las posibilidades. La clave reside en la capacidad del Estado para convertir esa información en acción política sostenida.
Jerarquía internacional como límite: el realismo periférico de Escudé
Frente a esta visión, el politólogo Carlos Escudé propuso el concepto de realismo periférico, una teoría que parte del reconocimiento de la posición subordinada de países como la Argentina en el sistema internacional. Según Escudé, toda política exterior debe ser pragmática y evitar confrontaciones innecesarias con las potencias centrales, ya que los costos de desafiar la jerarquía global pueden resultar devastadores para un país periférico.
Desde esta óptica, la Resolución 2065 también puede interpretarse como un instrumento útil para canalizar el reclamo argentino por vías institucionales, sin recurrir a la confrontación directa. La vía multilateral ofrecida por la ONU se alinea con la lógica escudeana: negociar, moderar expectativas y construir poder desde la aceptación de los límites estructurales.
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De la cooperación a la ruptura
Tras la aprobación de la resolución, se abrió una etapa de negociaciones bilaterales que incluyó acuerdos sobre comunicaciones, cooperación sanitaria y educativa, e incluso un Memorándum de Entendimiento en 1968. Sin embargo, el incidente Shackleton de 1976 —cuando un buque británico fue interceptado por la Armada Argentina en aguas en disputa— marcó un punto de inflexión. La diplomacia británica viró hacia la unilateralidad y la desconfianza se profundizó.
Durante la dictadura militar, la Argentina intentó retomar la iniciativa con propuestas de administración conjunta, pero el Reino Unido mantuvo su negativa a discutir la soberanía. La guerra de 1982 fue el resultado trágico de una lectura errónea del contexto internacional. Como advirtió Escudé, proyectar poder sin contar con los recursos reales para sostenerlo puede conducir a la autodestrucción. La derrota militar no solo costó vidas, sino que debilitó la posición argentina en el escenario global.
Democracia, alineamientos y estrategia sin tiempo
Con el retorno de la democracia, la política exterior argentina buscó recomponer su imagen internacional. La administración de Raúl Alfonsín retomó la vía multilateral, y la Resolución 37/9 de 1982 volvió a instar a las partes a negociar. Sin embargo, la desconfianza persistía. El gobierno de Carlos Menem, en línea con el realismo periférico, optó por un alineamiento explícito con Estados Unidos, buscando beneficios económicos y reconocimiento internacional. En este contexto, se firmaron acuerdos de cooperación con el Reino Unido en materia de pesca e hidrocarburos, aunque sin avances sustantivos en la cuestión de fondo.
Carlos Biangardi Delgado propone una alternativa superadora: una estrategia sin tiempo, que combine la valorización geográfica con una política de Estado sostenida. Su propuesta apunta a dificultar los intereses económicos británicos en la región, internacionalizar la causa en el ámbito sudamericano y construir poder de decisión nacional. Solo cuando el Reino Unido perciba costos concretos —argumenta— se abrirá una verdadera ventana de negociación.
Reflexión final
A sesenta años de la Resolución 2065, la Cuestión Malvinas sigue siendo una herida abierta en la política exterior argentina. La resolución fue, y sigue siendo, una herramienta diplomática valiosa, pero su eficacia depende de la capacidad del Estado argentino para sostener una estrategia coherente, realista y de largo plazo. La geografía ofrece oportunidades, la jerarquía impone límites y la política define el rumbo.
Argentina debe reconocerse como un país marítimo, con vocación de presencia en el Atlántico Sur y la Antártida. La defensa de su soberanía no puede depender solo de gestos simbólicos ni de impulsos coyunturales: requiere ciencia, diplomacia, integración regional y, sobre todo, una visión estratégica que trascienda gobiernos y ciclos políticos. Ese es el verdadero legado que la Resolución 2065 nos invita a honrar.
DESCARGO DE RESPONSABILIDAD
Las opiniones y perspectivas expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de sus autores y colaboradores invitados. No reflejan necesariamente las posturas institucionales ni las políticas oficiales de Politólogos al Whisky, y no deben interpretarse como un aval o respaldo automático por parte de esta organización.
Bibliografía
- Biangardi Delgado, Carlos. “Cuestión Malvinas. Atlántico Sur. Plataforma continental y Antártida. Propuesta para la construcción de una política de estado”. Tesis doctoral en RR II. Universidad Nacional de La Plata. 2011.
- Escudé, Carlos. “El realismo periférico: fundamentos para la nueva política exterior argentina”. Buenos Aires. Editorial Planeta. 1992.
- Escudé, C. (1992). Cultura política y política exterior: el salto cualitativo de la política exterior argentina inaugurada en 1989. En La política exterior argentina en el nuevo orden mundial (p. 171). FLACSO
- Kaplan, Robert. “La venganza de la geografía: Cómo los mapas condicionan el destino de las naciones”. Madrid. RBA Libros. 2012.
- Ministerio de Relaciones Exteriores, Comercio Internacional y Culto. “Malvinas en Naciones Unidas: La Cuestión de las Islas Malvinas en las Naciones Unidas”. Recuperado el 4 de septiembre de 2025 https://cancilleria.gob.ar/es/politica-exterior/cuestion-malvinas/malvinas-en-naciones-unidas




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