Nos encontramos en una Argentina donde la radicalización de la política es latente. Como consecuencia de ello, la disputa política se divide en dos polos antagónicos, provocando que partidos tradicionales como Propuesta Republicana (PRO) pierdan centralidad en el escenario nacional. Este artículo propone revisar cómo se fue configurando este contexto, qué rol ocupan los actores políticos principales y qué consecuencias trae para el sistema político argentino.

La creciente polarización y el corrimiento del eje

Durante las décadas recientes, partidos como PRO han funcionado como fuerzas políticas moderadas dentro de la coyuntura argentina. A partir de 2015, y con mayor intensidad desde 2019, la política nacional comenzó a experimentar una radicalización. La continuidad del kirchnerismo en el poder con un discurso fuertemente ideologizado, sumada al descontento social frente a la crisis económica y a la fragmentación de la oposición, generó un terreno fértil para el surgimiento de fuerzas disruptivas como La Libertad Avanza (LLA).

Frente a un escenario altamente polarizado, marcado por la consolidación de la “grieta”, los partidos tradicionales comenzaron a perder fuerza, evidenciando que las fórmulas previas ya no resultaban eficaces. La demanda de cambios radicales por parte del electorado, en oposición a la lógica progresista que Argentina sostuvo durante buena parte de su historia reciente, se ha intensificado hasta el presente.

Como explica un artículo de NUSO, Propuesta Republicana nació en un contexto turbulento, en 2003. El expresidente del Club Atlético Boca Juniors, Mauricio Macri, buscó posicionarse con un nuevo partido de centroderecha. En 2007, PRO obtuvo una gran victoria electoral en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA), que se consolidó en 2011 con la reelección de Macri. CABA se convirtió en el principal bastión político del partido amarillo, lo que permitió su proyección nacional y, finalmente, el triunfo presidencial en 2015.

La coalición “Cambiemos”, como alternativa al kirchnerismo, le otorgó al electorado argentino una opción de centroderecha moderada y posideológica. Un ejemplo de su heterogeneidad fue la alianza con la Unión Cívica Radical (UCR) y, en 2019, la incorporación de Miguel Ángel Pichetto —proveniente del peronismo— como candidato a vicepresidente.

Fin de una hegemonía: la caída del PRO en su propia casa

Mayo de 2025 dejó en evidencia la reestructuración política que atraviesa el país. Las elecciones legislativas en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires mostraron una victoria aplastante de LLA, con Manuel Adorni alcanzando aproximadamente el 30,13 % de los votos. CABA, históricamente gobernada por el PRO, se convirtió en territorio conquistado por la agrupación violeta. Según una crónica de El HuffPost, este resultado marcó un quiebre en la hegemonía del macrismo.

¿Qué representa esto? Nada menos que la evidencia empírica del desgaste de la narrativa “anticuada” del PRO. El discurso disruptivo y confrontativo de LLA ha captado una parte significativa del electorado que solía respaldar al macrismo. No solo está en discusión la identidad de la centroderecha, sino también una batalla por el sentido mismo de la oposición.

Nos encontramos ante un mapa político que desdibuja a los partidos intermedios, en un contexto de hartazgo hacia la política tradicional. La desaparición de los matices estimula al sistema a optar por liderazgos radicales, con discursos anticonvencionales que prometen cambios drásticos de la mano de partidos emergentes como LLA.

De grieta a trinchera: cómo la polarización se volvió más dura, emocional y cultural

Argentina enfrenta hoy una polarización distinta, caracterizada por su vehemencia y su carga ideológica en múltiples dimensiones: social, cultural y política. Esta confrontación adopta un carácter afectivo transversal que atraviesa temas como la seguridad, la economía, los derechos humanos y la opinión pública.

Las plataformas digitales se han convertido en herramientas sumamente poderosas para construir relatos polarizados. Es más fácil ahora instalar una narrativa binaria bajo la lógica “libertad o kirchnerismo”. Los entornos digitales no solo amplifican los discursos, sino que moldean la conversación política mediante algoritmos que premian lo provocador y emocional. En ese espacio, la polarización no solo se reproduce: se acelera.

Según el Edelman Trust Barometer (2023), Argentina es uno de los países con mayor nivel de polarización social en el mundo. También se evidencia una profunda desconfianza hacia la política, lo que contribuye a un escenario fragmentado y radicalizado.

En este marco, las opciones moderadas han dejado de resultar atractivas. Partidos como LLA se han posicionado con fuerza a nivel nacional. Su discurso radical, cargado de apelaciones emocionales, conecta con un electorado frustrado y cansado de la política tradicional.

Propuesta Republicana, que alguna vez representó una síntesis entre modernización económica y moderación política, hoy aparece desdibujada. Su electorado se ha dividido entre quienes migran al espacio libertario de Javier Milei y quienes exploran alternativas moderadas, ya sea dentro del peronismo o de figuras como Horacio Rodríguez Larreta.

Consecuencias para el sistema político: las heridas institucionales de la polarización

La polarización extrema no solo redefine el debate público: cuestiona las bases mismas del sistema político. Al consolidar una lógica donde toda postura es leída como aliada o enemiga, se pierde la capacidad de negociación, diálogo y construcción de consensos.

Se promueve una dinámica de lealtades rígidas, donde la imparcialidad es vista como “tibieza”. Es común que los votantes justifiquen o minimicen errores si provienen de agrupaciones afines, lo que deteriora la rendición de cuentas y la racionalidad necesarias para el cuidado de la democracia.

Los partidos tradicionales, que supieron articular intereses diversos, hoy se ven desbordados por una ciudadanía cada vez más impaciente y radicalizada, que exige políticas públicas con resultados inmediatos.

Conclusión: una Argentina erosionada

Nos encontramos con un país en constante movimiento en lo que respecta a su historia política y las preferencias del electorado. Al igual que en otros contextos internacionales, los extremos ganan popularidad prometiendo salvatajes rápidos frente a la crisis. Con el ascenso de La Libertad Avanza, partidos tradicionales como Propuesta Republicana atraviesan un nuevo capítulo, en el que las fórmulas moderadas han dejado de resultar llamativas.

El agotamiento del centro frente a una ciudadanía movilizada por emociones, frustraciones y promesas rupturistas dio lugar a partidos disruptivos y radicalizados. En este escenario, el desafío no radica únicamente en disputar el poder, sino en reconstruir una cultura democrática capaz de procesar los desacuerdos sin reducir la política a trincheras irreconciliables. Lo que está en juego no es solo el futuro de la centroderecha, sino la salud institucional del país.

Referencias bibliográficas

Pita, M. (2024, 6 de mayo). Meterse en política: la construcción de PRO y la renovación de la centroderecha argentina. Nueva Sociedad. https://nuso.org/articulo/meterse-en-politica-la-construccion-de-pro-y-la-renovacion-de-la-centroderecha-argentina/

Redacción El HuffPost. (2024, 13 de mayo). El efecto Milei no cede: logra un triunfo contundente en Buenos Aires y desplaza al macrismo. El HuffPost. https://www.huffingtonpost.es/global/el-efecto-milei-cede-logra-triunfo-contundente-buenos-aires-desplaza-macrismobr.html

Perfil. (2023, 6 de agosto). Campeones en polarización. Perfil. https://www.perfil.com/noticias/elobservador/campeones-en-polarizacion.phtml

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