Los intentos conquistadores por parte de los británicos fueron un disparador fundamental para el despertar identitario y el inicio independentista. Por esto, primero vale analizar las causas que llevaron a Gran Bretaña a invadir el Río de la Plata en 1806 y 1807. En un mundo ya moderno, la construcción de nuestra historia nacional no hubiera sido posible sin su cara oculta: el colonialismo. La noción de un centro y una periferia surgió a partir de la llegada del europeo a América.
Ahora bien, las causas que motivaron las invasiones hay que buscarlas en la vida política y económica que atravesaba Gran Bretaña en Europa y en la situación del Río de la Plata en relación con el Imperio español. Cuando en 1776 se decidió, bajo las órdenes político-administrativas de Carlos III, que el Alto Perú pasara a manos del Virreinato del Río de la Plata, desvinculándose del Virreinato del Perú, se transformó la matriz económica de la región: la plata del Potosí emprendió un nuevo recorrido de salida continental a través del puerto de Buenos Aires. Que los metales del Potosí hayan comenzado a salir desde Buenos Aires generó que esta ciudad elevara su movimiento y crecimiento. La burocracia estatal tenía mayor músculo, al igual que el comercio. Fue así como se fue consolidando una clase plebeya que, a la postre, se autoreconocería como el sector social menos favorecido y el más inferior.
Un importante punto de inflexión a favor de los intereses británicos fue la victoria en la Batalla de Trafalgar de 1805 sobre el poder naval francés y español. La consecuencia de dicho evento fue un mayor margen de navegación para la armada británica en sus futuras expediciones al Río de la Plata. Consideraron que una ocupación en el Río de la Plata les daría un nuevo mercado para explotar, luego del bloqueo continental europeo efectuado por Napoleón. El Atlántico Sur era un eje estratégico para el porvenir económico inglés; la distribución de sus manufacturas dentro de la América española funcionaría como una nueva vía de escape al ahogo francés.
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En este sentido, cabe aclarar que, detrás del espíritu comercial inglés, se encontraba un propósito saqueador: tener acceso directo a la plata del Potosí. En junio de 1806 los ingleses invaden Buenos Aires sin que nada ni nadie les opusiera resistencia. Mientras que la oligarquía porteña se encontraba a gusto con lo sucedido, la mayoría de la población rechazaba la llegada del invasor. La reconquista fue una verdadera pueblada. El 14 de agosto de 1806 se reúne el Cabildo de Buenos Aires y se decide formar un ejército autóctono, que no será español; será el ejército de la ciudad, que tendrá integrantes de todo el virreinato. Buenos Aires comenzó a tomar decisiones sin la autorización de la corona. Al mando del virreinato, Liniers organizó una formación de tropas populares, esto es: esclavos, jornaleros, entre otros, que se hicieron soldados y recibieron un salario, lo que generó una redistribución económica y política hacia los sectores populares. Estos sectores fueron la base de los nuevos ejércitos.
Cuando se concretó la segunda invasión inglesa, sus fuerzas eran más numerosas que en la primera, pero la ciudad estaba mucho más preparada para defenderse. Haciendo de cada esquina una barricada y de cada casa una trinchera, la victoria del pueblo fue posible. La reconquista y la defensa dieron el surgimiento de una identidad nacional.
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El Teniente General Whitelocke informaba a sus superiores contra lo que tuvo que luchar: “La índole del fuego al que estuvieron expuestas las tropas fue violenta en extremo. Metralla en las esquinas de todas las calles, fuegos de mosquetería, granadas de mano, ladrillos y piedras lanzadas desde los altos de todas las casas, cada dueño de casa con sus negros defendía su morada y cada una de estas era en sí misma una fortaleza, no es exagerado decir que todos los varones de Buenos Aires, se emplearon en su defensa”.
Lo expresado por el líder militar británico sirve para comprender cómo un nuevo fenómeno social estaba emergiendo a partir del padecimiento de una invasión. El pueblo de Buenos Aires estaba asumiendo la voluntad de defender su territorio, un atributo central en el ejercicio de la soberanía y contrario a los principios colonialistas. Este es uno de los hechos históricos más relevantes del origen de la nacionalidad argentina, de un “ellos” y “nosotros”.
Karl Von Clausewitz fue un militar prusiano que se dedicó a teorizar sobre la guerra en una coyuntura europea atravesada por las guerras napoléonicas. Uno de los grandes aportes de Clausewitz se relaciona con el concepto de que la guerra es, entre otras cosas, una muestra del tejido social, es decir, de la composición de su población, su política y su territorio. Se trate de sus soldados regulares o de sus milicias, los conflictos bélicos revelan el estado de organización de una sociedad. En el caso argentino, la conformación de milicias concretó la activación política de la población urbana y campesina, para luego expresarse a niveles territoriales más grandes gracias a la profesionalización. Clausewitz llamó «la guerra de los pueblos» a la manifestación de un pueblo por construir su propia identidad, dada gracias a la incorporación de diferentes actores sociales hasta el momento inexistentes en la escena política.
¿Qué es la guerra en la Teoría de Clausewitz?
Si tuviésemos la posibilidad de preguntarle a Clausewitz en qué consiste la guerra, como primera medida nos diría que la esencia de la misma es el duelo, magnificado a una escala mayor, pero gráficamente es un enfrentamiento entre contendientes donde uno busca imponer sobre el otro su voluntad mediante la fuerza física, para luego doblegarlo de tal manera que no pueda pelear más. En resumidas cuentas, la guerra es un acto de fuerza que se emplea para que un actor sea subyugado ante el poder y la voluntad del otro; ese es el principal objetivo de la acción militar llevada por la política.
Aunque Clausewitz se centró en la dinámica de los ejércitos regulares y el conflicto entre estados, su estudio también permite interpretar que la guerra implica un fuerte componente de integración y movilización de la sociedad para alcanzar fines políticos. Las invasiones inglesas de 1806 y 1807 fueron acontecimientos que propulsaron un nuevo sentimiento local, el patriotismo, que implicó la defensa de lo propio mediante la homogeneidad de propósitos.
Para Clausewitz, una guerra del pueblo es la expansión a otros niveles de las consideraciones que se tenían alrededor de la guerra, porque quien haga uso correcto y debido de este recurso de poder adquirirá superioridad en la acción bélica. El poderío de este medio, debe ser dirigido por las fuerzas regulares y respaldado por un Estado que determina la política a seguir. Este es el código en que debemos entender las conceptualizaciones de Clausewitz para comprender el papel del «pueblo en armas» como principal artífice de la defensa nacional.
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Pero para Clausewitz, la guerra, que no cuenta con un soporte por parte de la política estatal, es irracional y carece de razón de ser. Por eso, para el estratega prusiano la política marca los objetivos de la guerra. En todo choque de voluntades existen fundamentos políticos para la acción; la elección de desacreditar las voluntades del enemigo es en sí misma un acto político.
Resulta interesante analizar este período de nuestra historia bajo las claves analíticas propuestas por Clausewitz. Estas son herramientas que ayudan a interpretar desde otra perspectiva el fenómeno de la guerra de principios del siglo XIX.
Como sostiene Pablo Camogli, los conflictos bélicos deben abordarse obligatoriamente teniendo en cuenta las relaciones existentes entre los aspectos puramente bélicos y su realidad sociocultural. Siguiendo esta línea, evaluar la composición social y territorial de las incursiones militares en la guerra de independencia es una cuestión que no se puede soslayar si lo que se quiere es comprender la realidad con que se convivía en esa época. Al respecto, Clausewitz afirmaba que «el conflicto bélico es una manifestación más del quehacer social» y que «los ejércitos expresaban la composición política y territorial de una sociedad». Lo que Clausewitz aporta como novedad a los conceptos de la guerra es la aparición de un fenómeno que irrumpía por el afán de reconocimiento y de participación en la esfera política. Para Clausewitz, cuestiones como el reclutamiento y el empleo de las milicias no regulares eran un fenómeno trascendental para el estudio de las guerras futuras.
Clausewitz probablemente advirtió que un nuevo paradigma estaba surgiendo en la forma de hacer la guerra. El líder prusiano pudo haber notado que en los ejércitos napoleónicos había algo distinto a lo que ya conocía: los ejércitos que representaban a los reyes no solían contar con la participación del campesino. El ejército de Napoleón tenía un fuerte entusiasmo que provenía de la participación de sectores sociales que nunca habían formado parte en otras guerras. La novedad era que nuevos canales de participación eran generados por la propia guerra.
La modernidad generó nuevos canales de participación, y la guerra es uno de ellos. La primera de las invasiones inglesas generó una revolución en el orden social y político. El efecto político se materializó con la militarización de una sociedad urbana y rural, y con ello el comienzo de una estructura social.
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Haber llevado adelante la defensa de aquello que representa un hogar significó el germen de la soberanía nacional y, por añadidura, el comienzo de la desvinculación colonial. Tanto la Reconquista como la Defensa de Buenos Aires representan de manera conjunta el origen de la nacionalidad argentina. La configuración militar comenzaba a gestarse como producto de las demandas de defensa.
La vida cambiaba gracias a la guerra; la instrucción militar llegaba a la cotidianidad de algunos pueblos. Esto conlleva dos cuestiones: la cohesión a nivel interno y el enfrentamiento con un «otro». A su vez, generaba una estructura social de líderes y subordinados. Un instrumento institucional estaba naciendo: las milicias urbanas. El pueblo elegía sus jefes militares, creándose así una auténtica estructura militar. Este principio de movilidad social, brindado por la guerra como canal de participación, permitía a algunos elegidos llegar a una posición de poder y de popularidad.
Juan Carlos Garavaglia afirma que los acontecimientos sucedidos en Buenos Aires a principios del siglo XIX promovieron la intención política de profesionalizar la carrera militar. A partir de las invasiones inglesas de 1806 y 1807, la necesidad de contar con un volumen mayor de hombres para el ejército fue notoria; las expediciones en nombre de la revolución así lo demandaban. Es importante aclarar que, si bien la aparición de las tropas criollas como actor inéditamente nuevo tuvo un papel protagónico, no se trató de una guerra de guerrillas, sino de una combinación equilibrada entre fuerzas regulares y milicias pueblerinas. El concepto de “pueblo en armas” se cierra en este tipo de ejemplos históricos. En Güemes y el guachaje está el “pueblo en armas”, y en San Martín está el ejército que logra la independencia. Ambas fuerzas supieron complementarse para un fin.
El acta del Cabildo Abierto del 14 de agosto de 1806 es la aparición de la voluntad del pueblo bonaerense de tomar las riendas de su defensa, sin que hiciera falta esperar colaboración de la metrópoli. La cohesión social fue fruto de la necesidad. Tanto la Reconquista como la Defensa de Buenos Aires representan el origen de «la nación Argentina».





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