La semana pasada fue anunciada una noticia que sacudió a la política nacional: Cristina Fernández, finalmente, tendrá que cumplir prisión domiciliaria. Ante la certidumbre de verse frente a un terrible lawfare, desde el peronismo hemos escuchado exclamaciones sobre la necesidad de unión en el movimiento como nunca antes, pero ¿Es esta unión posible? ¿Bajo qué condiciones y, quizás más importante aún, qué liderazgo? En este artículo intentamos darle una respuesta a estas interrogantes.
La polémica ex-presidenta argentina está cumpliendo su prisión domiciliaria, de seis años, en su departamento desde este martes. Frente a este panorama, los principales referentes peronistas han repudiado esta condena: Axel Kicillof, Juan Grabois, Guillermo Moreno, Máximo Kirchner y la lista sigue. Los comunicadores más importantes, identificados con el movimiento, tanto en las redes como en medios tradicionales han expresado la necesidad de una unión, aunque sea precaria, del peronismo. Mi lectura es que dicha unión va a realizarse bajo la conducción de Axel Kicillof, le guste o no a la expresidenta.
Si observamos la imagen que arrojan las encuestas sobre los dirigentes justicialistas, la lista es encabezada por el gobernador de la Provincia de Buenos Aires, con entre un 30% de imagen positiva. Es seguido por Juan Grabois, también 23%, Sergio Massa, con 19% y Máximo Kirchner con 15%. Sergio Massa tiene, según se observa, cierta ventaja temporal: su imagen negativa actual deriva de su paso como Ministro de Economía (desde julio de 2022 hasta diciembre de 2023), periodo en el cual muchos peronistas y opositores critican su gestión. Sin embargo, en este país el recuerdo colectivo suele desvanecerse con el tiempo, por lo que es posible que la reprobación hacia Massa disminuya gradualmente. Más atrás están Guillermo Moreno, Ricardo Quintela, y otros dirigentes.
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Es importante, sin embargo, mencionar el caso cordobés: el gobernador Martín Llaryora, cuyo mandato finaliza en diciembre del 2027, si bien tiene una imagen positiva del 15%, cuenta con una gran ventaja: un 33% de desconocimiento a nivel nacional, y un 19% que si bien lo conoce, no tiene una opinión formada sobre él. Esto, que usualmente es considerado un dato negativo para los políticos, se torna positivo en un escenario de creciente polarización y descrédito en la clase política, en el que todos los líderes mencionados salvo el último tienen una imagen muy poco elástica, es decir, que difícilmente pueda crecer debido al gran rechazo que producen en quienes no los apoyan: tienen un techo bajísimo.
Sin embargo, sabemos que desde la gobernación de De La Sota el peronismo cordobés juega como actor autónomo, gobernando la provincia hace más de dos décadas con un discurso “ni kirchnerista ni macrista”, consolidado tras la polémica “125” y el acuartelamiento policial de 2013, y que entonces ante la situación de Cristina Fernández han elegido el silencio y la neutralidad en lugar de la unión en el apoyo a la expresidenta. Así, es difícil imaginarse a un peronismo encolumnado tras algún dirigente cordobés.
Así, los candidatos más potables para el 2027 son Axel Kicillof, Juan Grabois y Sergio Massa en un primer plano, y Máximo Kirchner en un segundo lugar. En este sentido, es probable que todos los actores del peronismo elijan jugar “a tres puntas” hasta las elecciones legislativas bonaerenses de este año, con Massa, Kicillof y Grabois enarbolando distintas banderas públicamente, y que tras el paso de un tiempo prudencial el dedo de Cristina, los resultados electorales y las discusiones dentro del movimiento definan a uno de estos dirigentes como el candidato para las próximas elecciones presidenciales.
Sin embargo, si todo continúa igual en el PJ, el candidato debiera ser Axel Kicillof: con un gran poder institucional por la posición que ocupa como gobernador de Buenos Aires, que tradicionalmente ha sido vista como el escalón previo a la candidatura a la presidencia de la Nación, además de relaciones cordiales con todo el movimiento peronista, y una imagen competitiva. Algo muy relevante es que, siendo dentro del movimiento un candidato que podemos ubicar, rústicamente, a la derecha de Grabois, y a la izquierda de Massa, probablemente pueda llegar a acuerdos con estos dos dirigentes.
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Así lo más probable es que Kicillof quede mejor posicionado que el tigrense y el presidente del Frente Patria Grande en el 2025, y en los siguientes años reciba el apoyo explícito de Cristina y el resto del movimiento. Y quiero detenerme en el apoyo que recibirá de otros dirigentes peronistas “menores”, que encierra una paradójica razón: por lo evidenciado en su discurso de lanzamiento del Movimiento Derecho Al Futuro, Kicillof se mantiene firme en sus conocidas convicciones: ellas que enarbola el peronismo “mainstream” hace al menos quince años, quizás con algunas sutiles renovaciones. Esta falta de pragmatismo, en un contexto de derechización de la política nacional en el que el eje de la discusión ha variado radicalmente, puede jugarle muy en contra si el gobierno retiene el apoyo de sectores de centro-derecha, y principalmente de Mauricio Macri, y se puede repetir un escenario de tercios en la primera vuelta que desemboque en una alianza de centro-derecha contra Kicillof.
Ante la anticipación de esta posible derrota, lo más posible no es que Kicillof sea abandonado a su suerte por otros líderes que no quieran “quedar pegados” en su fracaso electoral: en cambio, si algo nos enseña la teoría de los partidos políticos, es que sus miembros buscan ascender posiciones, y el fracaso de un conductor es la oportunidad para quienes están inmediatamente debajo de ascender. Además, sabemos que la “lealtad” es uno de los valores cruciales del peronismo, así, es difícil imaginarse que alguien dé marcha atrás en el movimiento una vez esté consumado el encolumnamiento detrás Kicillof.
Las buenas noticias para los “compañeros” son que, ya sea por el fracaso en 2025, o en 2027, o incluso un menos probable pero aun posible giro pragmático del discurso del gobernador bonaerense, el futuro del peronismo probablemente será con una interpretación renovada de su “doctrina”: el candidato perfecto para llevar adelante esta renovación es justamente el antes mencionado Sergio Massa, aunque también podría ser Juan Grabois, o incluso alguno de los otros dirigentes que hemos mencionado. Si entramos en la discusión de quién vendrá detrás de Kicillof, en un escenario en el que se diera la situación que anticipamos, ya salimos del terreno del análisis político y entramos en una inútil “futurología”. De lo que no cabe ninguna duda es de que el peronismo deberá, como siempre lo ha hecho, aggiornar su doctrina a los tiempos que corren.





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