¡Hola! Bienvenido a la segunda entrega de Bitácora Ambiental.

Este es nuestro punto de encuentro quincenal para seguir la agenda climática y socioambiental en Argentina, Latinoamérica y el mundo. En cada edición voy a acercarte información clave, análisis y oportunidades para formarte e involucrarte. Hoy te propongo detenernos en la figura del Papa Francisco, para que la vorágine de lo cotidiano no nos impida perder la dimensión de la importancia espiritual y política de su legado; pero también para preguntarnos colectivamente, dónde podemos encontrar una nueva autoridad moral, tan necesaria para los tiempos en que vivimos. 

El pasado 21 de abril quedó en la historia como el día en que la silla de San Pedro volvió a quedar vacía y a la espera de un nuevo representante. A sus 88 años falleció el Papa Francisco, el argentino más importante de la historia; aquel que abandonó su rinconcito en el fin del mundo para convertirse en el primer pontífice latinoamericano en 2013. Su figura incomodó a muchos, precisamente porque desbordó los márgenes de lo esperable para un líder religioso. 

Fue un actor político, en el sentido más profundo y noble del término, que supo leer el cambio de época y fue capaz convocar a una juventud que se sentía cada vez más alejada de la fe. Hizo del cuidado del ambiente una de sus causas distintivas. 

Alejado de los simbolismos, Francisco usó su posición global para enaltecer su mensaje, siempre siendo crítico de la falta de coraje político y la falta de acción colectiva. Con Laudato Si’ (2015) y el Laudate Deum (2023), desafió tanto a creyentes como a líderes mundiales con una prédica centrada en el cuidado de la “Casa Común”, colocando a la crisis ambiental en el corazón de la ética cristiana y denunciando los modelos de producción extractivistas, la cultura del descarte, el colonialismo financiero y la lógica de la indiferencia. 

En tiempos de desorientación moral, repliegue individualista y descreimiento político, la figura del padre Jorge se mantuvo como un faro inusual: uno que no habló desde el poder, sino desde los márgenes. Su legado no se mide solo por los documentos que dejó ni por las instituciones que intentó reformar, sino por la incomodidad que generó, eligiendo habitar las tensiones entre fe, política y ambiente, sin clausurar el diálogo, sin plegarse al cinismo ni al pragmatismo de ocasión. 

Nunca hubo romanticismo en su mensaje, sino una invitación a enaltecer la justicia social en la acción climática. En ese llamado, la juventud ocupó un lugar clave como actor necesario de una renovación que se juega en lo concreto. Tal vez, la mejor manera de honrar su legado sin quedarnos en la nostalgia es recuperar ese gesto profético que lo caracterizó: el coraje de hablar claro, de tender puentes donde otros levantan muros y de habitar las tensiones sin perder el horizonte común.

Ahora, el mundo mira hacia adelante. Quiero recuperar un fragmento de este artículo -cuasi profético, y ampliamente recomendado- que se publicó el 2 de mayo en Eclesalia: “Imaginemos a uno, compañero del papa argentino, que hubiera sido testigo de sus gozos y esperanzas (…) con ánimo para servir en la Iglesia según el Evangelio. Se llamaría León, claro. Sería el catorce de la lista, un nombre poco original a primera vista, pero cargado de significado”. La elección de Robert Francis Prevost permite realizar algunas lecturas prematuras en cuanto a la continuidad del legado de Francisco I.

León XIV emite un mensaje claro desde la propia elección de su nombre. Formado en las aldeas andinas, por su trayectoria sacerdotal en el norte de Perú, construyó un perfil bajo ante la institucionalidad de la Iglesia, se consolida con firmeza en el apoyo de quienes abogan por una Iglesia menos europea, más estratégica y posicionada políticamente. La figura del nuevo pontífice se inscribe inevitablemente en un linaje que extiende los brazos al Sur Global, y todo parece indicar que mantiene, también, el posicionamiento de Francisco sobre la necesidad de actuar en reciprocidad ante el cambio climático. 

“Habitar las tensiones” hoy puede traducirse en organización, en redes, en campañas, en proyectos territoriales; en acciones visibles y también vínculos cotidianos que rehúyen al cinismo y el desinterés. Creo poder tomarme el atrevimiento de afirmar que nuestra generación no tiene recelo del futuro porque lo construimos diariamente y encontramos en la partida física de Francisco la responsabilidad de seguir caminando por cuenta propia.

Su legado, profundamente latinoamericano, resuena y adquiere cada vez más relevancia en el futuro cercano. Este espacio quiere ser un puente hacia lugares donde puedas encontrarte con otros, aprender, sumar tu voz y actuar. Acá te comparto algunas propuestas abiertas en las que podés involucrarte estas semanas: 

  • Segundo Foro ClimaTech Córdoba: Este evento reunirá a inversores climáticos, emprendedores, organizaciones de la sociedad civil, entre otros actores, para dar los debates necesarios sobre innovación, tecnología y las oportunidades existentes de cara a la construcción de un futuro sostenible. 

Fecha: Jueves 15 de mayo. Más información en: https://lu.ma/44l3bbjy?locale=en-GB 

  • Convocatoria abierta al Programa ICMPS 2025: La Embajada de Irlanda en Buenos Aires propone apoyar financieramente proyectos de la sociedad civil que impulsen el desarrollo sostenible en Argentina. 

Fecha límite: 30 de mayo. Más información en: https://www.ireland.ie/en/argentina/buenosaires/news-and-events/news-archive/convocatoria-abierta-icmps-2025/ 

La esperanza no es ingenuidad: es lucha, es ternura, es decisión. Los caminos se hacen con otros. Nos volvemos a encontrar en quince días. 

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