Micaela A. Bravo Lucía Lago Krummer
Este lunes 21 de abril el Vaticano anunció el fallecimiento del Papa Francisco, que se habría producido a las 2:35 de la mañana del lunes. En este artículo nos proponemos realizar un análisis de su figura y su legado como uno de los líderes más importantes del siglo XXI.

La voz del Papa durante su enfermedad
En febrero de 2025, el Vaticano comunicó que la salud del Papa Francisco comenzó a deteriorarse. Luego de ser diagnosticado con bronquitis acompañada de una infección polimicrobiana, el pontífice fue internado en el Hospital Gemelli de Roma, donde se confirmó que padecía neumonía bilateral. Durante su hospitalización, atravesó episodios de crisis respiratorias que requirieron intervenciones médicas, lo que generó inquietud a nivel global, más allá del ámbito religioso. A pesar de la complejidad de su cuadro, Francisco continuó enviando mensajes a la sociedad, reafirmando su compromiso con los valores que ha sostenido a lo largo de su pontificado.
Desde el hospital, mantuvo su vínculo con la Franja de Gaza, una de las zonas más afectadas por el conflicto en Medio Oriente. En un contexto de crisis humanitaria extrema, el Papa siguió en contacto con autoridades y organizaciones internacionales, insistiendo en la necesidad de frenar la violencia y garantizar el respeto por los derechos humanos. Su insistencia en promover el diálogo como vía para salvaguardar la dignidad humana y alcanzar la paz ha reflejado su convicción de que la Iglesia debe posicionarse ante el sufrimiento de los más desfavorecidos. La forma en que ha abordado esta situación subraya su visión de un mundo donde la diplomacia y la cooperación deben prevalecer sobre la guerra y la opresión.
Al mismo tiempo, el Papa utilizó la coyuntura para reflexionar sobre las desigualdades del sistema actual. En una carta dirigida a los asistentes de la Asamblea General de la Pontificia Academia para la Vida, expresó su preocupación por la “policrisis” global, un concepto que engloba el cambio climático, los conflictos bélicos, las crisis energéticas, las pandemias y el impacto de la innovación tecnológica. Advirtió sobre la necesidad de modificar nuestra manera de concebir el mundo y de superar la resistencia al cambio, subrayando los errores cometidos en crisis previas, como la pandemia de COVID-19, cuando no se logró aprovechar la oportunidad para transformar la conciencia social y las prácticas colectivas.
En su discurso, Francisco cuestionó los efectos deshumanizantes del modelo neoliberal y la tecnocracia, destacando que la desregulación global basada en criterios utilitaristas favorece a los más poderosos, dejando de lado el bienestar colectivo y el equilibrio ambiental. Enfatizó la importancia de escuchar a la ciencia, ya que su enfoque dinámico desafía estructuras de pensamiento inflexibles y permite avanzar hacia una visión más interconectada del mundo. También criticó la pérdida de relevancia de los organismos internacionales, afectados por intereses particulares que dificultan la búsqueda del bien común. Ante este escenario, instó a establecer una gobernanza global más eficiente, que priorice la erradicación de la pobreza y la defensa de los derechos humanos.
A pesar de su frágil estado de salud, el Papa Francisco sostuvo un mensaje de esperanza, entendida no como resignación, sino como una invitación a actuar en favor de la justicia y la dignidad de todas las personas. Su liderazgo, incluso en momentos de dificultad, siguió siendo una referencia clave en la construcción de un mundo más equitativo y humano.
La relevancia del Papa en el ámbito internacional
En un contexto de surgimiento y fortalecimiento de la extrema derecha a nivel mundial, el Papa Francisco siempre se posicionó a favor de los migrantes, de la paz y en contra de la escalada armamentista de los últimos años. De hecho, el 20 de abril, en ocasión de la celebración del Domingo de Pascua, el Papa decidió incluir en su bendición urbi et orbi un llamado a la paz en Medio Oriente.
El conflicto en la Franja de Gaza estuvo muy presente en sus cartas. Fue uno de los pocos líderes mundiales que se preocupó por la población civil en Gaza, a la vez que se reunió con los familiares de los rehenes israelíes y alertó sobre el auge del antisemitismo en el mundo.
Su apuesta por el humanismo se evidenció de diversas formas. El obispo de Roma, decidió, por ejemplo, realizar su primer viaje oficial a Lampedusa. Esta Isla, ubicada en el mar Mediterráneo, se convirtió en el símbolo de los migrantes africanos que arriesgan su vida para llegar a Europa. En un país como Italia, conocido por su aversión a los migrantes, esta decisión del Papa significó una actitud revolucionaria hacia los más marginados y desfavorecidos de la sociedad.
Estas acciones poco tradicionales se sucedieron durante todo su papado: desde la decisión de acudir los Jueves Santo a limpiar los pies de reclusos, hasta su decisión de acercar a la Iglesia a la Comunidad LGBTQ+, históricamente discriminada por el catolicismo. Como jefe de la Iglesia consideraba que esta no podía cerrarle la puerta a nadie, que todos eran bienvenidos en ella.
En un mundo dominado por el llamado tecnofeudalismo, representado por magnates como Elon Musk, Jeff Bezos o Mark Zuckerberg, donde el individualismo parece anteponerse al sentimiento de comunidad y justicia social, el Papa, paradójicamente la cabeza de una de las instituciones más antiguas y tradicionales del mundo, habló de las consecuencias del libre mercado.
En la era de la crueldad y la insensibilidad, donde las fuerzas reaccionarias planean avanzar con la conquista de derechos y la democracia parece estar en retroceso a nivel mundial, Francisco se convirtió en el paradigma de la empatía y la comprensión en un mundo que necesita líderes más humanos y menos egoístas.
En el año 2015, el Papa Francisco publicó Laudato Si, una encíclica que alertaba sobre las consecuencias del Cambio Climático y la importancia de cuidar nuestra Casa Común, la Tierra. Este documento se relaciona estrechamente con el nombre pontificio que eligió, ya que San Francisco de Asís es considerado el Santo de los animales y de las plantas. La encíclica es aún más relevante el día de hoy, cuando los efectos del cambio climático se vuelven más visibles y el negacionismo climático está a la orden del día.
En este sentido, se puede interpretar que Francisco se convirtió tal vez en el primer Papa influenciado por la Teología de la Liberación y la Doctrina Social de la Iglesia. Fue un sumo pontífice que vino a concretar la tarea de modernización que la Iglesia comenzó luego del Concilio Vaticano II.
Luego de la invasión de Rusia a Ucrania, el Papa fue criticado por haber tomado una posición ambigua, llamando a la paz y evitando condenar a Rusia de forma contundente. Sin embargo, Francisco siempre condenó esta guerra de agresión e incluso apoyó la entrega de armas por parte de países miembros de la Unión Europea a Ucrania.

Francisco y su vínculo con la Argentina
Previo a su ascenso al papado, Jorge Bergoglio ya era una figura relevante para la Iglesia argentina, destacándose por su compromiso con los más vulnerables. Como arzobispo se involucró activamente en la lucha contra la pobreza y la desigualdad, recorriendo frecuentemente los barrios más humildes. Esta dedicación a los más necesitados se refleja en el nombre “Francisco” al ser elegido Papa, un homenaje a San Francisco de Asís, conocido por su austeridad y su entrega a los desfavorecidos. Esta elección trascendió lo simbólico, revelando una visión del mundo arraigada en la justicia social y la preocupación por los marginados, promoviendo una Iglesia de los pobres y para los pobres.
Aunque en su adolescencia tuvo una incursión, según él, por el “zurdismo” y se acercó a la literatura comunista, Francisco nunca se afilió formalmente a ningún partido político. Sin embargo, sus declaraciones públicas y su labor pastoral evidenciaron una marcada inclinación hacia la defensa de los más desposeídos y una crítica a las estructuras de poder que perpetúan la desigualdad, al considerar al sistema social y económico injusto en su raíz. Esta postura, aunque no partidista, influyó en su percepción de la realidad argentina y en su relación con los distintos gobiernos.
En el ámbito político argentino, Francisco siempre se mostró cercano al peronismo. No obstante, en su tiempo como Arzobispo de Buenos Aires mantuvo una relación bastante tensa con la entonces Presidenta Cristina Fernández de Kirchner. En consonancia con sus ideas progresistas, el Papa siempre apoyó reclamos históricos de la sociedad argentina, como la defensa de la Universidad Pública, en cuyas instituciones él se formó. En calidad de sumo pontífice, nunca visitó la Argentina, decisión que fue muy criticada por varios sectores políticos. Sin embargo, esta decisión puede interpretarse como una forma de “castigar” a la curia argentina por la orientación que estaba tomando la Iglesia en el país. Estas decisiones buscaban reivindicar el Papado como un puesto político, además de espiritual.
A pesar de no haber visitado su tierra natal en más de 10 años, Francisco siempre tuvo presente a la Argentina. Se refirió en varias ocasiones al país, e incluso se pronunció ante ciertos acontecimientos clave como el intento de magnicidio de Cristina Fernández de Kirchner y la represión de los jubilados por parte del gobierno de Javier Milei, reflejando su rechazo a la violencia. Además, expresó en el último tiempo su preocupación por la creciente desigualdad y la pobreza en el país, haciendo llamados a la solidaridad y a la unidad nacional.
Su insistencia en “tierra, techo y trabajo” como derechos fundamentales de las personas, y su afirmación de que “la política, si se lleva a cabo en el respeto fundamental de la vida, la libertad y la dignidad de las personas, puede convertirse verdaderamente en una forma eminente de la caridad”, se tradujeron en intervenciones concretas, aunque a distancia, en la realidad argentina. Su liderazgo influyó en el debate político y social del país, trascendiendo puramente lo religioso.

Ideas finales
El 13 de marzo de 2013, cuando Jorge Mario Bergoglio se convirtió en el Papa Francisco, manifestó que esta vez la Iglesia fue a buscar a su Jefe muy lejos, casi al fin del mundo. Para un país emergente como la Argentina haber originado el primer Papa no europeo en mil años es sin dudas motivo de orgullo. Actualmente, el centro de la Iglesia Católica se está corriendo del Norte al Sur Global y, por lo tanto, se ve un crecimiento exponencial del catolicismo en aquellas excolonias de las grandes potencias europeas católicas de los siglos XV y XVI, sobre todo en África subsahariana, el sudeste asiático y América Latina. Si la Iglesia Católica está dispuesta a seguir con la orientación progresista que inauguró Francisco, es fundamental que los jóvenes, las mujeres y los migrantes se conviertan en protagonistas.
Como líder, él mismo encarnó esta apertura y este llamado a la participación. Promovió el diálogo en contextos de polarización, reconociendo a la política como herramienta transformadora de la realidad; motivó a los jóvenes a involucrarse activamente, y a “hacer lío” por un futuro más justo; llamó a la inclusión de la diversidad; y realizó reformas dentro de la Iglesia para darle mayor lugar a las mujeres. Su liderazgo inspirador y su visión de un compromiso activo con el mundo trascendió los límites de la religión. Su impacto llegó incluso a aquellos que no profesan el catolicismo o que se declaran ateos, al afirmar que es mejor ser no creyente a ser un mal cristiano. Por ello, su fallecimiento es ampliamente lamentado, dejando un legado que resuena en personas de diversas creencias e incluso en quienes no profesan ninguna fe.





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