¡Hola! Bienvenido a la primera edición de Bitácora Ambiental. 

Este será nuestro punto de encuentro quincenal para seguir la agenda climática y socioambiental en Argentina, Latinoamérica y el mundo. En cada entrega voy a acercarte información clave, análisis y oportunidades para formarte e involucrarte. Para empezar, repasemos qué estuvo pasando durante los primeros meses de este 2025.

El aumento de la temperatura global deteriora las condiciones de vida, especialmente en los territorios del Sur Global. Cada verano es más extremo que el anterior, sus consecuencias son fácilmente perceptibles en nuestra cotidianidad. Vivimos en una realidad compleja, en la que todo -y a la vez, nada- parece estar atravesado por la crisis climática. En ese escenario conviven discursos que minimizan el problema, que construyen a partir de la desinformación, y discursos que intentan comprender su profundidad e implicancias en distintos aspectos de la vida en sociedad. 

Desde este espacio, mi propuesta es formar parte de ese segundo grupo. Te invito a hacer un ejercicio de lecturas cruzadas: los hitos de la agenda global sólo cobran sentido si se enlazan con los territorios concretos donde se disputan los recursos, los derechos y los futuros posibles. Por eso, es necesario seguir de cerca cómo las respuestas políticas, cada vez más fragmentadas, refuerzan las desigualdades preexistentes.

Dos casos marcaron el inicio del año en la agenda nacional. En primer lugar, por los incendios en la Patagonia se registraron foros activos en Epuyén, El Bolsón, Los Manzanos y Atilio Viglione, afectando 36 mil hectáreas entre todas las localidades. Este escenario puso en evidencia la fragilidad de los sistemas de manejo del fuego y la urgencia de fortalecer las estrategias de prevención y respuesta ante emergencias. 

En segundo lugar, en marzo, la ciudad de Bahía Blanca sufrió lluvias torrenciales que alcanzaron 350 milímetros en 4 horas -el equivalente al promedio anual de precipitaciones-. También en este caso, hubo personas evacuadas, hogares destruidos y al menos 16 víctimas fatales. Desde hace más de una década, distintos estudios vienen alertando sobre el aumento de las lluvias en la región pampeana. Lo que faltó no fue información, sino políticas integrales de prevención, planificación urbana y gestión ambiental. Una vez más, el costo lo pagaron los sectores más vulnerables, en barrios con servicios colapsados y sin canales de participación real. Estos hechos dejan en evidencia la necesidad urgente de desarrollar infraestructuras resilientes y políticas de adaptación efectivas en zonas urbanas. 

Este contexto resulta especialmente preocupante cuando el posicionamiento del gobierno nacional frente a la crisis climática es, al menos, ambiguo. El repliegue del rol del Estado como actor regulador del bienestar social profundiza los impactos de un modelo de desarrollo que acentúa las desigualdades existentes. 

Si bien siempre existieron avances y retrocesos en materia ambiental, no se habían identificado períodos de desmantelamiento institucional tan profundos como los que impulsa el oficialismo. En aras de incrementar la producción económica, La Libertad Avanza construyó un marco legal que permite determinar acciones poco estratégicas para el desarrollo económico nacional, la administración de los bienes comunes y debilitan la capacidad del Estado para actuar. 

Quizás, en la vorágine del ruido informativo en el que nos encontramos, algunas decisiones con fuerte impacto ambiental quedan relegadas ante los temas de interés de la ciudadanía en general. Entre ellas, la degradación del Ministerio de Ambiente a una Subsecretaría, el congelamiento de partidas presupuestarias, la renuncia reciente de Ana Lamas, o las declaraciones del presidente sobre los compromisos internacionales asumidos.

Acá es donde las lecturas cruzadas cobran sentido. Latinoamérica ocupa, desde octubre del año pasado, un lugar central en la agenda global: Colombia presidió la COP 16 de Biodiversidad, Brasil lideró la cumbre del G20 y será anfitrión de la COP 30 de Cambio Climático, que se celebrará en noviembre. Se espera que esta cumbre dé continuidad a los debates sobre financiamiento climático, tras los escasos avances logrados en la COP 29, celebrada en Bakú. 

Por si no estabas al tanto, se fijó la Nueva Meta Colectiva Global Cuantificada (NCQG, por sus siglas en inglés) en 300 mil millones de dólares para 2035, una cifra muy por debajo de la demanda conjunta de los países en desarrollo. Este desfasaje refleja la persistente inequidad en las responsabilidades y capacidades para enfrentar la crisis climática. 

Argentina, sin embargo, opta por un posicionamiento distante. La decisión de cancillería de distanciarse de la ONU y antagonizar con las agendas internacionales responde más a una necesidad de alinearse ideológicamente con ciertos países, que a una estrategia coherente de política exterior o climática. Los países limítrofes se fortalecen como actores clave en la transición global, mientras que Argentina no contaba con una delegación de negociadores en la última Conferencia de las Partes. Es un indicador preciso del contexto en el que nos encontramos, donde el financiamiento para mitigación, adaptación, pérdidas y daños por cambio climático es central para la resiliencia de las ciudades y ecosistemas. 

La crisis climática es  una crisis de modelos de desarrollo, de prioridades políticas y de acceso al poder de decidir sobre el presente y el futuro.  Por eso, necesitamos involucrarnos desde nuestros lugares, construir colectivamente espacios de participación e incidir en los debates que delinean horizontes posibles. Bitácora Ambiental nace como una invitación a sostener estas conversaciones y amplificarlas porque frente a las respuestas desiguales, necesitamos más voces, más redes, más acción.

Una respuesta a “Respuestas globales a la urgencia local – #BitacoraAmbiental 1”

  1. […] hablábamos en la primera edición del newsletter, estos fenómenos se prevén desde hace una década mediante la difusión de estudios académicos, […]

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