La configuración de potencias hegemónicas en el orden internacional ha ido variando a lo largo de los años. Sin dudas el sistema internacional, como producto de las interrelaciones entre actores estatales y no estatales, fue transformandose y adaptando sus dinámicas de poder con el paso del tiempo.
Luego de un prolongado periodo de bipolaridad durante la Guerra Fría y una fase predominantemente unipolar, liderada por Estados Unidos, tras la caída del Muro de Berlín, el mundo se encamina ahora hacia un orden multipolar. Aunque esta evolución no es reciente, la administración 2.0 de Donald Trump la está acelerando.
No es novedoso el hecho de que el presidente de Estados Unidos está tomando medidas políticas y económicas muy distintas a lo que fue su primer mandato. Medidas que ponen en duda la continuidad del modelo democratico liberal y dan paso a un posible escenario político con ciertas características autoritarias. El intento de anulación de votos en las elecciones del año 2020, el uso de la violencia para tratar de bloquear una transferencia pacífica de poder o, más recientemente, las amenazas que hubieron por parte del Estado de utilizar la Comisión Federal de Comunicaciones para castigar a empresas y medios que estén del lado equivocado para Trump, son apenas algunas medidas que marcan el cambio de la administración de Trump en su segundo mandato y nos invitan a pensar cómo esto afecta la política estadounidense y su posicionamiento a nivel mundial.
El surgimiento de potencias euroasiáticas: ¿causa o consecuencia del declive de la hegemonía estadounidense? China y Rusia han demostrado buscar mayor protagonismo en los asuntos mundiales.
Por un lado, el gigante asiático desde el año 2020 ha experimentado un notable incremento en su participación en las exportaciones globales, sumando cinco puntos porcentuales en comparación con 2015. Este avance se ha dado en paralelo a la disminución de la cuota de mercado de las economías de la zona del euro, en una relación casi inversa. Además, el hecho de que China haya sabido repuntar rápidamente del impactante choque pandémico que significó el Covid-19, ya que reforzó su presencia en el mercado mundial de exportaciones, significó una gran ventaja geopolítica, a comparación de otros países, tales como Estados Unidos, que experimentó variaciones un tanto más moderadas y recuperó su estabilidad sin significativas ganancias
Por otro lado, Rusia, también demostró ser una potencia capaz de emerger y posicionarse en la escena mundial como uno de los principales actores geopolíticos. La guerra contra Ucrania, le ha servido para dejar de manifiesto sus capacidades, tanto militares como económicas y estratégicas, exponiendo las limitaciones de la OTAN y, en especial, de Estados Unidos, para contener la influencia rusa. A esto se le suma el aumento de presencia rusa en la carrera por el Ártico, con el reciente arribo de un rompehielos atómico a aquella zona, Rusia busca tanto consolidar su dominio en la región como atraer inversiones internacionales.
Frente a este escenario desafiante, algunos países han optado por convertirlo en una oportunidad estratégica para posicionarse como una alternativa real en un mundo donde las potencias podrían perder cierta confianza a la hora de comerciar. Brasil y Japón reforzaron su mercado bilateral y se posicionan con mayor solidez en el sistema internacional. En el contexto de “guerra comercial», que podría provocar represalias entre naciones, Brasil parece adoptar una estrategia de autonomía. Es decir, busca posicionarse como un país independiente de los bloques, con la capacidad de mediar en conflictos internacionales, sin comprometer sus acuerdos comerciales con las demás naciones. Es así como logró cerrar un acuerdo para comercializar carne vacuna con Vietnam, por ejemplo, o reafirmar lazos con Japón, uno de sus principales socios comerciales, y de esta forma, alcanzar el primer puesto como exportador de carnes a nivel internacional (El nuevo siglo, 2025).
Como se ha dejado en claro, el contexto mundial es uno donde la competitividad entre potencias prima cada vez más. Nos encontramos inmersos en una transición de tal rapidez y singularidad que las estructuras del pasado aún no han desaparecido por completo, mientras que las nuevas formas de organización y pensamiento no han logrado consolidarse plenamente. Esto último genera diferentes efectos en el sistema internacional, lo cual, a su vez, supone una gran dificultad para entender lo que está sucediendo; es complejo, y hasta en cierto punto irónico, pensar que Trump acceda tan fácilmente a perder la hegemonía mundial que aquel país supo liderar tanto años. ¿No se puede pensar entonces que Estados Unidos está renunciando a su rol histórico como garante del orden global porque esa función le resulta demasiado costosa? ¿O acaso un escenario multipolar donde distintos actores compitan entre sí, podría otorgarle importantes ventajas estratégicas? Las respuestas a estas preguntas son un tanto difusas, mientras que algunos creerían que el líder norteamericano está promoviendo una guerra comercial de aranceles y de sanciones económicas usadas como arma política, que destruyen su hegemonía mundial, otros suponen que todo esto es parte de un plan estratégico para debilitar a las demás potencias y volver a una configuración unipolar. Sin embargo, teniendo en cuenta tanto la inestabilidad política en Estados Unidos como el grado de reconfiguración polar en que estamos inmersos hoy en día, es un tanto difícil pensar que un entorno internacional marcado por la multipolaridad y la rivalidad entre múltiples actores pueda favorecer a Estados Unidos brindándole oportunidades estratégicas relevantes.
Ahora bien, la inestabilidad política en Estados Unidos propicia dos marcados panoramas:
Por un lado, la posibilidad a nuevas potencias de emerger a la escena mundial y comprender que estamos adentrándonos en un mundo geopolítico donde la competencia y la rivalidad entre nuevos actores emergentes prima cada vez más. Y, por otro lado, el hecho de que esta inestabilidad política se reproduzca en países de otras latitudes permite denotar una nueva problemática: el debilitamiento del atractivo liberal a nivel mundial.
Este denotado viraje hacia la multipolaridad constituye lo más significativo de esta nueva reestructuración, no obstante no es el único factor significativo de analizar, sino que, por el contrario, se abre un nuevo interrogativo a la escena: ¿qué cambios habrá a nivel sistema político y qué tipo de régimen reemplazará a las democracias liberales?





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