Hoy, 7 de marzo de 2025, Bahía Blanca está atravesando uno de los episodios climáticos más arrasantes de la historia reciente. En un lapso de cinco horas se registraron casi 300 milímetros de lluvia. Con una ciudad sumergida en un caos total, se trasciende un saldo de, al menos, 6 fallecidos e incontables pérdidas materiales, más evacuaciones a lo largo y ancho de la localidad.
Todas las escuelas suspendieron sus actividades y los servicios de emergencia fueron desplegados para asistir a los afectados en calles que se convirtieron en ríos. La situación se complicó por el colapso parcial de algunos hospitales, que tuvieron que ser intervenidos por personal de rescate. Las inundaciones también afectaron el suministro de electricidad y agua potable, complicando aún más la vida cotidiana de los habitantes.
El reciente no es el primer desastre natural que enfrenta la ciudad en los últimos años. En 2023, la ciudad fue azotada por un tornado, un fenómeno extremadamente raro en la región, que causó daños significativos a viviendas, comercios e infraestructura y causó la muerte de 13 personas. Esto mostró de manera dramática la vulnerabilidad de Bahía Blanca a fenómenos climáticos extremos, y resaltó la falta de preparación en cuanto a infraestructura y planificación urbana para enfrentar eventos de esta magnitud.

Aunque el cambio climático ha intensificado la frecuencia y magnitud de estos fenómenos, la falta de una planificación urbana adecuada y la carencia de infraestructura de drenaje han sido factores clave en la gravedad de la crisis. Bahía Blanca, al igual que otras ciudades argentinas, ha experimentado un crecimiento urbano acelerado sin las inversiones necesarias en infraestructura. La expansión descontrolada y la deforestación han disminuido la capacidad natural del suelo para absorber el agua, lo que agrava aún más la situación durante las lluvias intensas.
El gobierno de Milei siempre ha manifestado su intención de reducir la intervención estatal y los gastos públicos, lo que se traduce en una escasa inversión en prevención y adaptación frente a estos fenómenos, la ciudad y muchas otras regiones del país seguirán siendo altamente vulnerables a tornados, inundaciones y otras consecuencias del cambio climático. La falta de políticas preventivas y de una infraestructura más resiliente podría poner en riesgo aún más la seguridad de la población.
La respuesta ante la emergencia, aunque rápida en algunos puntos, ha sido insuficiente para mitigar el impacto de la inundación. Las autoridades han trabajado incansablemente para coordinar la evacuación de las zonas más afectadas y poner en funcionamiento los protocolos de emergencia, pero la magnitud del desastre sobrepasó los recursos disponibles en algunas áreas. Es por esto que Victoria Tolosa Paz, Diputada nacional de Unión por la Patria, presentó un proyecto para declarar la emergencia ambiental, económica y habitacional en la región por 90 días, con el objetivo de facilitar la asistencia financiera y técnica.
Este episodio debería servir como una advertencia sobre la creciente amenaza del cambio climático, cuyas primeras consecuencias ya estamos presenciando, pero lamentablemente, con el paso de los días y los pronósticos meteorológicos, es probable que se agraven aún más. Las lluvias extremas, las inundaciones y otros fenómenos climáticos son solo el principio de lo que nos espera si no tomamos medidas urgentes.
Es fundamental reconocer la magnitud del peligro que el cambio climático representa para nuestras ciudades y entender que la improvisación y la falta de previsión solo convertirán lo que podría ser una crisis manejable en una tragedia aún mayor. La única respuesta viable es una planificación integral que no solo se enfoque en la construcción de infraestructura adecuada, sino que también implemente políticas preventivas y de adaptación al cambio climático. Un Estado presente, que actúe con anticipación y compromiso, es clave para mitigar los efectos devastadores que ya estamos comenzando a enfrentar.





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