El conflicto palestino-israelí, reavivado por el ataque de Hamás el 7 de octubre de 2023, ha cobrado más de 48.000 vidas en la Franja de Gaza. A medida que el conflicto se expandía, surgieron hasta siete frentes abiertos, lo que significó cambios drásticos en el equilibrio regional. Tras meses de enfrentamientos, se lograron dos altos al fuego importantes pero inestables: uno en Gaza y otro en el Líbano. ¿Qué sucede con estas frágiles estabilidades?
El alto al fuego con Líbano
El 27 de noviembre de 2024, Israel y Líbano firmaron un acuerdo de alto al fuego mediado por varios países de la región, con la intervención destacada de Estados Unidos. Desde el 8 de octubre de 2023, un día después del inicio del conflicto entre Israel y Hamás, Hezbollah se enfrentó abiertamente a Israel. En respuesta, y tras sucesivos ataques para debilitar a Hezbollah, Israel decidió, como parte de su estrategia, avanzar con una invasión terrestre en el Líbano. Este movimiento, sin precedentes desde 2006, se inició el 1 de octubre de 2024, tras el asesinato del secretario general de la organización chií libanesa.
Este avance generó una creciente presión sobre el frágil estado libanés, que, a pesar de no contar con un presidente en ese momento, tuvo que intentar reafirmar su autoridad sobre Hezbollah y posicionarse para negociar un alto al fuego. El acuerdo, con una vigencia inicial de 60 días, obligaba a ambas partes a cesar las hostilidades. Además, Hezbollah debía retirarse al norte del río Litani, aproximadamente a 30 kilómetros de la frontera con Israel, mientras que Israel debía abandonar por completo el territorio libanés. Este proceso tiene su fundamento en la plena aplicación de la resolución 1701/2006 de las Naciones Unidas.
El acuerdo representó para Hezbollah un desafío a su liderazgo en el territorio libanés, debilitando su rol como brazo militar y político de Irán. En medio de este contexto el Líbano, aún sumido en una grave crisis económica y política, logró elegir un presidente, lo que ha sido un avance significativo tras dos años. Uno de los primeros objetivos del nuevo gobierno es recuperar el control sobre el territorio y las fronteras libanesas. Sin embargo, esto plantea un nuevo reto: el despliegue de las fuerzas armadas libanesas frente a un Israel que se resiste a retirarse por completo y la necesidad de limitar la influencia de Hezbollah.
Para Israel, el acuerdo es un triunfo parcial, pero no exento de sacrificios. Asegurar la frontera norte y debilitar a Hezbollah ha sido una de sus prioridades desde el inicio del conflicto. Sin embargo, el alto costo humano y militar de mantener la presión simultáneamente en el Líbano y Gaza ha generado dudas recurrentes sobre la sostenibilidad de su estrategia.
El alto al fuego inicial venció el 26 de enero. Al día siguiente, Estados Unidos anunció una prórroga del cese de hostilidades hasta el 18 de febrero para dar más tiempo a las partes a cumplir con sus compromisos.
El 19 de febrero, el presidente del Parlamento libanés, Nabih Berri, informó en un comunicado que Estados Unidos le había comunicado que Israel retiraría sus tropas del Líbano el 18 de febrero. Sin embargo, mantendría su presencia en «cinco puntos» del territorio libanés, algo que ha sido rechazado rotundamente por las autoridades libanesas, pero que sigue vigente.
El alto al fuego en Gaza
La situación en Gaza es más compleja que en el Líbano. Hamás no solo controla Gaza militarmente, sino también administrativamente, lo que dificulta su «anulación» sin desestabilizar aún más la región. El 15 de enero de 2025, el primer ministro de Qatar anunció un acuerdo de cese al fuego mediado por Qatar, Egipto y Estados Unidos. Este acuerdo entró en vigor el 19 de enero y contemplaba, en una primera etapa, un cese de las hostilidades por 42 días, el intercambio de prisioneros palestinos por rehenes israelíes y la entrega de ayuda humanitaria, incluida la rehabilitación de hospitales.
Hasta el momento, se han liberado los primeros 24 rehenes de los 33 inicialmente estipulados. Sin embargo, las negociaciones para la segunda fase del alto al fuego han enfrentado grandes tensiones y momentos de parálisis. Hamás e Israel han expresado su disposición para retomar las conversaciones, aunque con desacuerdos importantes, especialmente en lo referente a la desmilitarización de Gaza y la transferencia de la gestión del enclave a la Autoridad Nacional Palestina.
Se suponía que las negociaciones para esta segunda fase debían haberse puesto en marcha antes de que finalice la primera fase el 2 de marzo, pero Qatar ha afirmado que aún no hay acuerdos oficiales.
Por el momento, frente a la propuesta del presidente estadounidense Donald Trump de reurbanizar la franja bajo control estadounidense, los estados árabes han diseñado un plan alternativo. También es aquí donde se deberá abordar un final permanente del conflicto y garantizar la liberación total de todos los rehenes restantes, ya sea vivos o sus cadáveres.
Mientras que el acuerdo con el Líbano representa un modelo de lo que se puede lograr mediante una combinación de presión militar y diplomacia, Gaza requiere una solución más integral que aborde las raíces del conflicto: la infraestructura de Hamás y la supervisión de la reconstrucción y administración de Gaza como elementos clave del proceso.
Implicancias regionales
Aunque estos acuerdos han buscado “estabilizar” la situación en la región, sus implicancias van más allá de Gaza y Líbano. Irán, uno de los principales apoyos de Hezbollah y Hamás, ha visto cuestionada su capacidad para proyectar su poderosa influencia en la región desde octubre de 2023. Este panorama podría obligar a Teherán a reevaluar su estrategia y centrarse en otros aliados como las milicias chiitas en Irak o los hutíes en Yemen, o bien, buscar tiempo para planificar nuevas estrategias con sus proxis.
Por otro lado, actores como Turquía y Qatar han intentado incrementar su influencia regional, posicionándose como mediadores o patrocinadores de nuevas dinámicas de poder. No es un dato menor señalar que, además de verse afectada su relación con Hezbollah y Hamás, Irán también perdió un importante aliado como Siria tras la caída del régimen de Bashar al-Assad en diciembre de 2024.
Aunque estos acuerdos de alto al fuego han logrado una relativa calma en medio del caos, la estabilidad en la región sigue siendo frágil y volátil. La redefinición de alianzas y el constante cambio en las dinámicas de poder aseguran que el futuro de Medio Oriente seguirá siendo tan incierto como su pasado reciente.





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