Hace algunos meses, escribí un artículo titulado “¿Qué estrategia discursiva necesita el peronismo?”, donde abordé las oportunidades perdidas en términos de narrativa y puntos de partida. La izquierda argentina, en particular, no solo no es una excepción, sino que ejemplifica perfectamente el desperdicio de oportunidades estratégicas.
La izquierda argentina, representada principalmente por la coalición “Frente de Izquierda y de Trabajadores-Unidad”, ha sido una constante en el escenario político, manteniéndose a flote con dificultades durante los procesos electorales e irrumpiendo con fuerza y atención en su rol de oposición, tanto en los recintos del poder legislativo como en las calles y diversos territorios a través de manifestaciones, expresiones y participaciones.

Si bien sería propicio profundizar en la izquierda argentina, lo ideal es ir directo al grano: ¿cuál es la estrategia que necesitan? La misma que han necesitado anteriormente. Para entenderlo mejor, retomemos el concepto inicial: ¿por qué son el ejemplo de oportunidades desperdiciadas?
Durante el gobierno de Alberto Fernández, especialmente en los últimos meses de la cuarentena, se percibía un clima de hartazgo entre el público objetivo teórico de la izquierda (los trabajadores). Este hartazgo no solo se debía al encierro, sino también a la falta de empleo, la inflación, los impuestos y los sueldos de los políticos, factores que Javier Milei aprovechó eficazmente para impulsar su carrera política. Con el tiempo, se volvió común ver a trabajadores apoyando a Milei, quien articulaba con vehemencia el resentimiento de los trabajadores, principalmente informales, en diversos canales de televisión.
Es importante señalar que la izquierda, por razones lógicas, no cuenta con la masividad de los medios tradicionales para difundir su mensaje. Sin embargo, gran parte del éxito de Milei provino de las redes sociales, donde la izquierda también tiene un terreno significativo.
Entonces, ¿cuáles son las oportunidades actuales? El enfoque no debe centrarse exclusivamente en Javier Milei, sino en el peronismo. Actualmente, muchos votantes peronistas, especialmente los jóvenes, comparten ideas más izquierdistas o progresistas. Durante las intervenciones de Myriam Bregman en el debate presidencial, estos votantes peronistas mostraron apoyo, a veces con cierta culpa o confusión, debido a su insatisfacción con su propio candidato, Sergio Massa, o porque las palabras de “la rusa” resonaban positivamente con ellos.
En el último año, el peronismo ha comenzado a distanciarse del progresismo como su principal bandera e identidad, a pesar de que esta postura les llevó a la victoria en 2019. Ejemplos de esto incluyen a Guillermo Moreno atacando a los peronistas progresistas en medios modernos como streams, y a la misma Cristina Fernández de Kirchner, afirmando que ella «no es feminista, pero respeta a quienes sí».
En este contexto, la estrategia de la izquierda se centra en dos ingredientes clave: primero, atraer a los militantes progresistas que el peronismo ha abandonado; segundo, reforzar su identidad progresista, manteniéndose genuinos en sus convicciones, en contraste con el peronismo que se ha desligado del progresismo.
¿Debería la izquierda abrazar el progresismo como antes? No necesariamente. Claramente, no se trata de adoptar enfoques extremos (llamar “elle” a un gato, por ejemplo), sino de reivindicar el progresismo para atraer más militantes y, sobre todo, reforzar su conexión con los trabajadores.
¿Cómo lograr esto? Siguiendo una estrategia similar a la de Javier Milei: reflejando y educando. El mayor problema de la izquierda es que, irónicamente, se centra demasiado en sí misma. Temas como Palestina o casos aislados de trabajadores no resuenan con el trabajador común, quien está más preocupado por cuestiones inmediatas y reales, problemas que Milei supo identificar bien.
La estrategia debe enfocarse en la figura del trabajador común de a pie, quienes atienden una PyME, empleados públicos, docentes, trabajadores de los gastronómicos, obreros de la construcción, etc. Estos sectores, gravemente afectados por el gobierno de Milei e ignorados actualmente por el peronismo que sigue en proceso de autocrítica y reorganización, son clave.
La izquierda tiene una nueva oportunidad que puede desperdiciar o aprovechar. En un contexto donde la individualidad y la apatía prevalecen en el país, mientras que la izquierda y el progresismo ganan fuerza en el mundo (véase España y Francia), es crucial que los socialistas demuestren que sus ideas permanecen vigentes. Esto debe ser comunicado y demostrado correctamente, o de lo contrario, perderán otra oportunidad dorada.







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