“Vivimos en los tiempos pacíficos más violentos” es una primicia que ya hemos escuchado, probablemente, más de una vez y en parte es cierto. El siglo XXI —por ahora— es muchísimo más humanitario y pacífico que su antecesor, pero la comparación entre ambos hace nublar un poco la violencia que se vive día a día en la era del internet y los smartphones.  

Si bien no estamos viviendo conflictos tan sanguinarios y catastróficos como lo fueron las guerras mundiales ni dictaduras sumamente crueles como en el siglo pasado, lo cierto que es que mientras estás leyendo esto se están derramando sangre inocente y vulnerando derechos a mansalva. Pero aun así, solemos mostrar cierta indiferencia estos conflictos con excepción de ciertos casos que por A o por B o nos impactan más o nos lo informan de más; a saber: la guerra rusoucraniana, el conflicto palestino-israelí y la situación de los pandilleros “Maras” frente a la respuesta del Estado salvadoreño. Porque, después de todo, probablemente casi nadie está enterado de la guerra civil birmana, la tercer guerra civil sudanesa, la guerra civil yemení, los conflictos de los agricultores de Nigeria, la crisis fronteriza de Armenia–Azerbaijan y la insurgencia en el norte de Chad. Conflictos con miles de muertos que ni nos importa ni emociona, que ni procesaremos ni recordaremos, en parte, claro, porque tenemos cosas más importantes por las que preocuparnos, en otra parte porque llanamente no nos incomoda.

Ahora, se suman al tablero una serie de tensiones que nos apelan y nos consternan, siendo a día de hoy la situación de la provincia de Rosario, y el de los países Haití y El Salvador, específicamente en este último el concepto de “bukelelización”. ¿Por qué estos temas sí incomodan? Bueno, como ya desarrollé en mi artículo anterior, la incomodidad tiene la capacidad de barrer el status quo e impulsar grandes cambios. 

Por supuesto que el caso de Rosario nos impacta de lleno porque no solo es una violencia que transcurre en nuestro propio País, sino que la misma Ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, acabo de definir a la situación como “narcoterrorismo”, pero los que nos conecta con esa incómoda violencia que se está viviendo en Haití no es el hecho en sí (obviemos la clara incomodidad que transmite el video filtrado de uno de los criminales responsables del caos que se está viviendo en dicho país donde aparece comiendo carne humana de un cuerpo sin vida prendido fuego en medio de la calle, que si, es real, y no, no lo busques.) sino que tanto en Rosario como en Haití resuena un nombre a modo de concepto que, prácticamente, se lo pide a gritos como una necesidad: Bukele, “el método Bukele” o la “bukelelización”.

Estamos en un punto de la historia donde los Estados de bienestar más occidentales o globalistas están siendo más criticados y puestos en crisis que en otros momentos. Puntualmente, con las políticas reduccionistas de la intervención estatal de Javier Milei en la Argentina, sumado al abandono político que se está viviendo en Haití, pone en juego el concepto y poder del Estado. Miles de rosarinos, (y argentinos bastante lejos de Rosario), están pidiendo que las Fuerzas de Seguridad procedan con el “método Bukele” contra los narcotraficantes que amenazan a civiles, mientras que el mismísimo presidente de El Salvador incluso propuso hacerse cargo del caos haitiano. 

Con ésto se abren nuevas discusiones que incomodan a todos por igual, ¿es correcto el método Bukele?, ¿se puede y debe trasladar a otros países? ¿Es ético que países externos critiquen al método del presidente salvadoreño? Lo más incómodo de toda la cuestión es que tales modos parecen rendir frutos y con ello se ponen en juego todo tipo discursos y consensos, desde derechos humanos hasta los roles del Estado y la tolerancia de la violencia. ¿Dónde se marca la línea?, ¿cuándo empieza a ser necesaria la violencia? ¿Incómoda realmente esa violencia o es la falta de ella por parte del Estado ante quienes la emplean? ¿Incomodan realmente estas preguntas o es que ya nos hemos acomodado inconscientemente a estos tiempos violentos?.

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