La violencia desatada entre Israel y Hamás reveló la precariedad del orden en Medio Oriente. La administración Biden manifestó su voluntad de contribuir a una solución pacífica y sostenible del conflicto, que contemple la reconstrucción y la seguridad de Gaza. Con este fin, el Secretario de Estado Antony Blinken viajó a la región, buscando el apoyo de los países árabes e Israel a un plan para una Gaza postbélica. No obstante, este esfuerzo se ve obstaculizado por múltiples dificultades y retos, tanto internos como externos, que cuestionan su factibilidad y eficacia.

En estas circunstancias, las medidas más decisivas implican un proceso orientado a la creación de un Estado palestino, garantías de seguridad para Israel y la normalización de las relaciones entre Arabia Saudita e Israel. Se espera que estas acciones reduzcan la capacidad de Irán para generar inestabilidad, aunque su programa nuclear seguiría siendo un desafío.

Además, se necesitaría un acuerdo entre Israel y Hamás que establezca un cese de hostilidades y que incluya la liberación de los más de 100 rehenes que siguen en manos de la organización palestina. A continuación, de acuerdo con los planes estadounidenses, se contemplaría una revisión de la Autoridad Palestina, que le permita asumir un papel en la gobernación de Gaza tras el fin de las hostilidades. 

Esta es la esencia del plan estadounidense, que coincide en gran medida con el que describí en este mismo medio hace más de un mes, cuando la planificación de una Gaza de posguerra aún no había cobrado relevancia. Así, el plan se basa en la idea de ampliar los Acuerdos de Abraham junto con la creación de un Estado palestino, con el objetivo de crear una estructura de estabilidad regional que facilite el repliegue estadounidense de Medio Oriente y su reorientación hacia el Indo-Pacífico, donde se enfrenta al desafío de Beijing, dejando a Israel y Arabia Saudita como garantes del orden regional.

No obstante, la estrategia estadounidense para el conflicto entre Israel y Palestina se basa en la premisa de que una solución negociada es posible y deseable. Sin embargo, esta premisa ignora un factor importante que dificulta la viabilidad de cualquier acuerdo en el escenario posterior al cese de hostilidades: la necesidad de neutralizar a Hamás, no solo como fuerza militar, sino también como actor político.

Actualmente, la Autoridad Palestina no tiene la autoridad ni el respaldo suficiente para actuar como interlocutora legítima de la población de Gaza. Al mismo tiempo, como señalé en otro artículo, la mayoría de los combatientes de Hamás siguen activos, ocultos en la extensa red de túneles que la organización ha construido a lo largo de los años.

Así, la persistencia de Hamás como un actor con capacidad de desafiar a Israel representa un obstáculo para el proceso de paz. Sin una autoridad palestina unificada y reconocida, no hay garantía de que cualquier acuerdo se respete y se implemente. Esta es la razón por la que Netanyahu rechaza las presiones de Blinken y otros líderes para involucrarse más en la reconstrucción de Gaza. El Primer Ministro israelí se concentra en el objetivo estratégico de neutralizar el liderazgo y el arsenal de Hamás, con la esperanza de crear las condiciones para una negociación posterior, siempre teniendo en cuenta que, para la seguridad de Israel, es indispensable mantener el control sobre toda la zona occidental del Jordán.

Algunos podrían cuestionar la sinceridad de Netanyahu y acusarlo de buscar la anexión total de Gaza. Incluso se ha reportado que funcionarios israelíes mantuvieron contactos secretos con países africanos, como el Congo, para explorar la posibilidad de reubicar a los habitantes de Gaza, según The Times of Israel. Sin embargo, esta actitud firme y aparentemente intransigente no es nueva en la estrategia del líder israelí, ya que la ha utilizado anteriormente para reforzar su posición en las negociaciones con las naciones árabes.

Un caso ilustrativo es el de los Acuerdos de Abraham de 2020, que marcaron un hito en la normalización de las relaciones entre Israel y varios países árabes. Estos acuerdos fueron el resultado de una hábil maniobra de Netanyahu, que anunció su intención de anexionar una parte sustancial de Cisjordania, provocando la oferta de Emiratos Árabes Unidos de establecer vínculos formales con Israel a cambio de renunciar a ese plan. Con el apoyo de la administración Trump, se abrió así una nueva etapa en la región. 

Por lo tanto, no se debe descartar que la actual postura firme de Netanyahu responda tanto a sus legítimas preocupaciones de seguridad como a un cálculo estratégico para explorar posibilidades de negociación. La rigidez inicial puede ser una forma de crear un margen para el futuro compromiso, siguiendo un patrón que ha caracterizado las relaciones en la zona.

Simultáneamente, como expuse en el artículo anterior, es muy importante que el acuerdo sea impulsado por el ala más conservadora y nacionalista de ambos bandos. Solo así se podrá evitar que los elementos radicales lo rechacen como una capitulación o una traición, como sucedió después de los Acuerdos de Oslo, que dieron lugar al ascenso de Netanyahu en Israel y de Hamás en Palestina.

De este modo, la búsqueda de una paz duradera en Oriente Medio requiere abordar varios desafíos. Uno de ellos es el papel de Hamás, que no ha sido derrotado militarmente y que sigue representando una amenaza para Israel. Otro es el estatus de la Autoridad Palestina, que debe demostrar su capacidad y voluntad de hablar en nombre de todo el pueblo palestino y de entablar un diálogo constructivo con el gobierno israelí, a pesar de las elevadas cifras de civiles fallecidos en el conflicto.

Para diseñar un proceso de paz, Estados Unidos debe considerar cómo neutralizar y aislar a Hamás, que opera como un movimiento insurgente que desafía a las fuerzas convencionales. Siguiendo la visión de Kissinger, la estrategia para enfrentar a estos grupos irregulares consiste en cortar su cadena logística, privándolos de recursos hasta reducir su potencial de combate. Es importante señalar que esta cadena logística depende principalmente de Irán.

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