El día 17 de enero de 2024 ha quedado marcado por lo que fue la primera participación internacional del recientemente asumido Presidente de la República Argentina, Javier Milei. En la ciudad suiza de Davos se está llevando a cabo la reunión anual del Foro Económico Mundial, una organización sin fines de lucro que convoca líderes políticos, jefes de Estado, organizaciones de la sociedad civil y medios de comunicación de todo el globo para trabajar sobre los principales problemas que aquejan a la comunidad internacional.

En la agenda de esta edición se busca hacer hincapié en la seguridad y cooperación internacional, los objetivos de crecimiento y empleo, la inteligencia artificial y la crisis climática a la que nos enfrentamos. 

En una conferencia que duró 23 minutos, Javier Milei expuso sus ideas libertarias frente a los presentes. Se toma la misma como una reiteración de su charla TED de 2019, explicó con algunos datos comparados – que dejan que desear en materia de rigurosidad científica – por qué se “enamoró” del capitalismo. Con un tono mucho más apocalíptico en Davos, advirtió que “Occidente está en peligro” y que estamos en camino al socialismo y, por consiguiente, a la pobreza.

El mesías del capitalismo occidental

Desde una posición de iluminado, de alguien “que la ve”, el Presidente declaró que Occidente está enfrentándose al peligro del camino al socialismo, cuyo horizonte lleva a la pobreza y la falta de libertad. Acusando a los líderes occidentales de “abandonar el modelo de la libertad por distintas visiones del colectivismo”, recalcó que como argentino sabe que estos son la causa de los problemas de las sociedades. 

En un gran despliegue de ideas de la Escuela Austríaca, con claras referencias a Camino de Servidumbre de Friedrich Hayek e incluso citas al economista estadounidense Milton Friedman, Milei prosiguió con un apasionado argumento defendiendo al capitalismo de libre empresa, recalcando que “no solo es un sistema posible para terminar con la pobreza del mundo, sino que es el único sistema moralmente deseable para lograrlo”.

En una exacerbación propia del libertarianismo, llevó al extremo la condena al rol estatal y planteó la necesidad de considerar el progreso económico que implica el capitalismo:

“Si consideramos la historia del progreso económico, podemos ver cómo desde el año cero hasta el año 1800, aproximadamente, el PBI per cápita del mundo, prácticamente, se mantuvo constante durante todo el período de referencia. Si uno mira un gráfico de la evolución del crecimiento económico, a lo largo de la historia de la humanidad, uno estaría viendo un gráfico con la forma de un palo de hockey, una función exponencial, que se mantuvo constante, durante el 90 por ciento del tiempo, y se dispara exponencialmente a partir del siglo XIX”

Es imposible entender el progreso económico de los primeros dieciocho siglos en términos de PBI per cápita, dado que no se utilizaban esas medidas y no podemos acceder a la suficiente información para poder aseverar lo mencionado por el Presidente. Además, las fuentes de esta información no son citadas en ninguna de las dos conferencias/charlas en las que se han utilizado. Y aun cuando los datos post Revolución Industrial son contrastables y más verídicos, no pasa desapercibido que no se habla de otras variables indispensables para entender el crecimiento y el progreso: distribución de la riqueza, desigualdad social, condiciones de vida, entre otras.

Siguiendo esta misma línea y con un interesante paralelismo con la obra del mencionado Hayek, El atavismo de la justicia social, Milei critica a la justicia social porque “no es justicia social ni aporta al bienestar general. Es una idea intrínsecamente injusta porque es violenta” apelando a que el Estado se respalda en este concepto para financiarse coactivamente mediante impuestos. El autor austríaco comentaba algo parecido, haciendo hincapié en el carácter vago del concepto y la facilidad que existía para tergiversar y  convertirlo en un fundamento de la intervención gubernamental a la libertad individual. Hayek sostiene que la justicia social a menudo se basa en la idea de corregir desigualdades percibidas y redistribuir recursos para lograr una distribución más equitativa. Sin embargo, él advierte que este enfoque puede conducir a un control gubernamental excesivo y a la pérdida de la espontaneidad y diversidad que surgen de la libertad individual y la competencia en un mercado libre. Javier Milei también retomó la idea de un mercado perfecto y autosatisfactorio que no tiene fallas, sino que los humanos fallamos al intentar intervenir, porque “el capitalismo es justo y moralmente superior”, dándonos el supuesto mejor momento a nivel mundial, pacífico y prospero. Al parecer, las guerras, el hambre y la desidia no llegan a la cuenta de X o de Instagram del Presidente.

Para él, el error está en abrirle las puertas al socialismo en occidente, que fue un fracaso y que llevó a 100 millones de personas. Curioso que no se nombren las cifras de los muertos por el sistema capitalista. Pero su ataque no cesó en esto, sino que criticó al socialismo por traer dos nuevas (no tan nuevas) batallas:

  1. El feminismo: “la primera de estas nuevas batallas fue la pelea ridícula y antinatural entre el hombre y la mujer” la cual carece de sentido porque “el libertarismo ya establece la igualdad entre los sexos”. Nuevamente, se ignora la desigualdad laboral, cultural, económica, y sociopolítica que hay en aún en nuestros tiempos. Porque lo que importa no es la igualdad de oportunidades, sino la defensa de la supuesta libertad de mercado.
  2. El ecologismo: es un pensamiento socialista, según Milei, porque quienes lo defienden “sostienen que los seres humanos dañamos el planeta y que debe ser protegido a toda costa, incluso llegando a abogar por mecanismos de control poblacional o en la agenda sangrienta del aborto.” En este punto fue en contra de uno de los principales temas a tratar en Davos: el impacto ambiental.

Concluyó este argumento arremetiendo contra cualquiera que se considere “abiertamente comunistas, o socialistas, socialdemócratas, demócratas, cristianos, neokeynesianos, progresistas, populistas, nacionalistas o globalistas”, englobando a todos bajo el amplio y vago concepto de colectivista. 

Los héroes del mundo: los empresarios

Para cerrar su intervención decidió dirigirse al sector empresarial presente:

“Ustedes son benefactores sociales. Ustedes son héroes. Ustedes son los creadores del periodo de prosperidad más extraordinario que jamás hayamos vivido. Que nadie les diga que su ambición es inmoral. Si ustedes ganan dinero es porque ofrecen un mejor producto a un mejor precio, contribuyendo de esa manera al bienestar general. No cedan al avance del Estado. El Estado no es la solución. El Estado es el problema mismo”.

Lo que pasó por alto en este caso es que la mayoría de los presentes sostienen relaciones híbridas público-privadas que consideran de gran beneficio para ambas partes.

Bajo miradas curiosas, risas y tímidos aplausos, cerró su apocalíptico discurso con su célebre “¡Viva la libertad, carajo!”.

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