En las últimas semanas, las imágenes del horror, el dolor y la desesperanza se apoderaron de los medios de comunicación y las redes sociales. Los recientes ataques terroristas por parte del grupo fundamentalista islámico Hamás, y los diversos y controversiales contrataques israelíes han conmocionado al mundo. El conflicto se convirtió, nuevamente, en el tema de agenda suscitando en una serie de preguntas cruciales en la comunidad internacional: ¿Apoyar a Israel? ¿Apoyar a Hamás? o ¿Apoyar al pueblo palestino?
La cuestión palestino-israelí se mantiene como una encrucijada que trasciende fronteras y despierta la solidaridad de diversas regiones, y sin importar qué postura uno adhiera, son innegables las consecuencias y el impacto que estos hechos han tenido en el sistema internacional.
De hecho, Latinoamérica, con su histórica participación en luchas por la paz y la justicia, es un claro ejemplo de aquella influencia y reacción ante esta compleja situación que ha generado un llamado urgente a la reflexión y la acción; resultando, en tanto, en una diversidad discursiva interesante que permite analizar, por otro lado, qué tipo de interacción y política exterior ha llevado adelante esta región en los últimos años.
La reciente escalada de violencia en la región de Medio Oriente provocó que diferentes Estados latinoamericanos se pronuncien al respecto: algunos han condenado los ataques contra Israel, mientras que otros defienden a Palestina. Sin embargo, la región latinoamericana se ha unido para condenar la violencia y pedir por la paz.
La relación histórica entre América Latina y el Conflicto Palestina – Israelí
Históricamente, América Latina no ha adoptado una posición uniforme en términos generales respecto al conflicto en cuestión; de hecho, exceptuando Nicaragua (desde 1979–1992 y luego entre 2009–2017), Guyana (antes de 1992), Cuba (después de 1973), Bolivia (con quien recientemente se cortaron los lazos diplomáticos nuevamente), y Venezuela (luego de 2009), la mayoría de los países latinoamericanos poseen cordiales vínculos con Israel. De hecho, durante los últimos años del siglo XX, el Estado judío conto con un gran apoyo de los Estados de la región en relación al reconocimiento internacional de Israel como una nación independiente. En efecto, Latina América representaba, en aquel entonces, un tercio de la Asamblea General de Naciones Unidas, lo cual era una ventaja crucial para la nación de Medio Oriente contar con el apoyo latino en la aprobación o el fracaso de resoluciones según los intereses israelíes. Incluso, la mayoría de ellos apoyaron el Plan de Partición planteado en el marco de la ONU, que aseguraba el reconocimiento de legitimidad del establecimiento del Estado de Israel en el año 1948 (Sharif, 1977).
Incluso, Kacowicz, Lacovsky y Wajner mencionan en el artículo Israel-Latin America Relations: What has changed in the past decade and why?, que exceptuando Cuba, Latinoamérica había justificado el ataque de legítima defensa israelí durante la Guerra de los Seis días en 1967.
No obstante, a partir de la década de los años sesenta, la continuada presencia de Israel en los territorios conquistados durante la mencionada Guerra, el crecimiento exponencial de la visión ideológica con tendencia progresista en el continente del Sur, la incorporación de nuevos Estados independientes de África y Asia en Naciones Unidas, y el surgimiento del Movimiento de Países No alineados, provocaron profundos cambios en el sistema internacional; y a su vez se impulsó la identificación y la defensa de la causa palestina en términos de derechos humanos y el derecho a la autodeterminación de los pueblos. Este cambio de postura se ve reflejado en el voto negativo brasilero y mexicano, y neutral por gran parte de la comunidad latinoamericana de la resolución 3379 de la ONU de 1975 en donde se equiparaba el sionismo con el racismo (Sharif, 1977).
Estos cambios respecto al posicionamiento de cada uno de los Estados comienzan a profundizarse en la década de los ochenta, cuando doce de los trece países que mantenían sus embajadas en Jerusalén eran latinoamericanos; pero ante la anexión unilateral del Este de la mencionada ciudad por parte de Israel provocó que todos los Estados movieran sus equipos diplomáticos a Tel Aviv, exceptuando a Costa Rica y el Salvador (Kacowicz, Lacowicz, y Wajner, 2021).
Durante los últimos veinte años, el conflicto Palestina – Israelí se ha vuelto un problema para la comunidad internacional a la cual no se le ha encontrado una resolución definitiva, y los constantes ataques de Israel, el crecimiento de la organización terrorista Hamás y la falta de gobernabilidad y profunda corrupción de la Organización para la Liberación de Palestina han afectado a la relación de la región respecto a Palestina e Israel (Kacowicz, Lacowicz, y Wajner, 2021).
En tanto, a pesar del establecimiento de vínculos comerciales como el acuerdo de libre comercio de los países de MERCOSUR e Israel o, incluso, la incorporación de Israel como Estado observador de la Alianza del Pacífico; en el año 2010, Brasil, seguido por Argentina, Uruguay, Paraguay, Chile y luego Colombia en el año 2018, reconocieron al Estado de Palestina según los bordes establecidos previos a 1967. Y en el año 2012, la mayoría de los estados de América Latina votaron a favor, en el marco de la Asamblea General de Naciones Unidas, por el reconocimiento de Palestina como miembro observador no estatal, resaltando la oposición de Panamá y las abstenciones de Colombia, Guatemala, Haití y Paraguay (Sharif, 1977).
La vuelta de la derecha al poder luego de la ola rosa que inició a principios del milenio en la región, implicó mejoras en los vínculos entre la región e Israel en relación con Israel, beneficiados por la consolidación de las diferentes comunidades evangélicas en algunas naciones y su identificación o tendencia a la aprobación del gobierno de derecha israelí; estas tendencias ideológicas fueron acompañadas por la creciente percepción latinoamericana sobre el desarrollo tecnológica y ciberseguridad israelí. De hecho, por ejemplo, en el año 2019, Argentina e Israel firmaron un acuerdo de cooperación respecto a la tecnología agrícola para mejorar la productividad en la agricultura argentina. Sin embargo, a pesar del crecimiento positivo de la imagen del Estado de Israel, Palestina y la cuestión de derechos humanos continuó siendo una temática cuestionada y defendida por los gobiernos latinoamericanos.
La nueva realidad del conflicto en relación con América Latina
El pasado 7 de octubre de 2023, Hamás lanzó un nuevo ataque terrorista a gran escala contra Israel, y simultáneamente se produjeron masacres en varios kibutz y en un festival de música, resultando en la tortura y la muerte de más de 1.200 personas, israelíes y extranjeras, y más de 100 personas fueron tomadas como rehenes. Finalmente, el contraataque israelí originó una escalada del conflicto y el gobierno judío declaró que el país está en guerra. Como se mencionó anteriormente, diversos Estados latinoamericanos se han pronunciado ante los hechos. Entre los comunicados publicados, se destacan ciertas manifestaciones que permiten comprender cómo el conflicto impacta en la región, ante la relación de cada nación respecto a las comunidades afectadas:
En primer lugar, Argentina, cuya comunidad judía es la mayor de América Latina, ha condenado los ataques perpetuados por Hamás; incluso el canciller Santiago Cafiero ha comunicado que está “en permanente contacto con nuestra Embajada [la Embajada argentina], con el consulado general y el Gobierno israelí para localizar a los argentinos, asistirlos o brindarles información, según la situación en la que se encuentren”.
En tanto, en el caso de Chile, donde se constituye la comunidad más grande de la diáspora palestina fuera del Medio Oriente, el Ministro de Relaciones Exteriores, Alberto van Klaveren, afirmo que «seguían con gran preocupación el ataque terrorista contra Israel y expresamos solidaridad con las víctimas y sus familiares […] Condenamos el uso de la violencia y exigimos su cese inmediato. Mantenemos nuestro compromiso con el proceso de paz entre Israel y Palestina».
Y finalmente, el Gobierno brasileño emitió un comunicado en donde expresaba su esperanza de prevenir la escalada del conflicto entre Israel y Hamás; el Ministerio de Relaciones Exteriores del país reafirmó su compromiso con una “solución de dos Estados, donde los palestinos e israelíes coexistan dentro de fronteras mutuamente acordadas y reconocidas internacionalmente […] no hay justificación para recurrir a la violencia, especialmente contra civiles, e insta a todas las partes a ejercer la máxima contención para evitar una escalada de la situación”. Brasil, a lo largo de los años, continuamente busca presentarse a la comunidad internacional como una potencia regional, incluso en el marco de la diplomacia; por ello, como Presidente del Consejo de Seguridad, Brasil propuso la apertura de un corredor humanitario para evacuar a los civiles de la zona de conflicto y el ingreso de ayuda humanitaria a los territorios palestinos, pero fue vetado por Estados Unidos.
Los llamados a la no violencia y a la paz de ciertas naciones resultan incompatibles con las declaraciones de otros Estados que se han posicionado en contra al accionar israelí, que tiende ser caracterizado como excesivo en los medios: por un lado, Venezuela acuso y exigió que Israel terminará con la ocupación en Palestina. Por otro lado, el vicecanciller de Bolivia, Freddy Mamani Machaca determino, el pasado primero de Noviembre, que Bolivia había “tomado la determinación de romper relaciones diplomáticas con el Estado de Israel en repudio y condena a la agresiva y desproporcionada ofensiva militar israelí que se realiza en la Franja de Gaza”. En tanto, el Presidente de Colombia afirmó que había llamado a consultar a la embajadora colombiana en Israel [ante la posibilidad de seguir los pasos de Bolivia] si Israel no detenía la masacre del pueblo palestino.
Las diferentes posturas permiten comprender que las relaciones exteriores de los países latinoamericanos pueden ser variadas, y no necesariamente la buena relación entre dos naciones de la región significa que deban o tengan los mismos socios en el ámbito internacional. Por el contrario, Venezuela, Argentina y Bolivia quienes poseen fuertes lazos y vínculos políticos, sociales y económicos entre ellos, especialmente entre el período 2003 – 2015, sus posturas frente a los acontecimientos son absolutamente opuestos. Comprender la dinámica dentro del bloque regional es fundamental para comprender la diplomacia latinoamericana.
La nueva realidad en Medio Oriente pone en jaque a una región afectada por las circunstancias de la realidad globalizada, resultando en una nueva oportunidad de exponer la dinámica diplomática latinoamericana. Esta dimensión fue históricamente pobremente estudiada, y recurrentemente ha sido estorbada por la falta de unidad y cohesión regional por las profundas divisiones políticas, económicas e ideológicas entre sus países, o la falta de recursos, capacidades o limitaciones financieras y técnicas para llevar a cabo una diplomacia efectiva, en comparación a la diplomacia europea o norteamericana.
Sean W. Burges y Fabricio H. Chagas Bastos mencionan, en su artículo Latin American Diplomacy, tal malinterpretación y errónea asunción respecto a esta región como una unión homogénea de estados que comparten intereses y objetivos. Implicando, entonces, una visión mera e intrínsicamente reduccionista en relación al análisis y el estudio de esta región, pero no estrictamente errada ya que, después de todo, América Latina ha logrado destacarse como una región con una gran fuerza diplomática, una gran capacidad de negociación y una resaltada falta de enfrentamientos interestatales.
El hecho de compartir diversas tradiciones y una profunda historia entre las culturas latinoamericanas resultan a una tendencia a la cordialidad y al encuentro entre los diversos Estados. Pero esto no permite comprender en profundidad cómo funciona la diplomacia latinoamericana: no se trata tanto de evitar el conflicto, sino más bien de negociar y minimizar sus efectos perjudiciales con el fin de mantener el nivel de diferencias de opinión fuera de la posibilidad de enfrentamientos amenazantes para la seguridad nacional de cada uno de los estados.
Y más allá de la cordialidad como mencionan Burges y Chagas Bastos o de su participación en mecanismos de consulta y concentración política regional, Federico Merke, en el año 2015, plantea el enfoque de concentración en base a la idea que los Estados americanos actúan en concordancia a una costumbre internacional basada en los principios de soberanía y no agresión antes de que un conflicto escale y se profundice. Incluso ante diferencias ideológicas o políticas, entre las naciones se han apoyado y han negociado en diversos bloques para el crecimiento y el beneficio de cada uno de los estados participantes.
Conclusión
Los nuevos hechos en Palestina, Israel y Hamás han tenido un impacto significativo en la diplomacia latinoamericana, cuyos Estados han expresado su preocupación, condena y solidaridad con el pueblo palestino a través de declaraciones oficiales, acciones diplomáticas y medidas concretas.
Las relaciones exteriores de la región respecto a Palestina e Israel han variado en función a la dinámica y compleja realidad internacional, como así también de la política doméstica de cada uno de los Estados. Esto se debe a que a pesar de la presencia israelí en la región, los gobiernos latinoamericanos ha criticado el accionar del estado judío sobre el pueblo palestino y sus territorios ocupados; lo cual se ha profundizado ante los violentos ataques cotidianos en el Líbano y la Franja de Gaza en los últimos veinte años. En tanto, varios países latinoamericanos han tomado medidas concretas para mostrar su solidaridad con el pueblo palestino ante las nuevas circunstancias originadas en el pasado octubre.
Respecto a la política latinoamericana, se observa que es necesario que exista una intencionalidad más clara y efectiva a la hora de aplicar la diplomacia por parte de la región con el fin de lograr llegar a una conclusión definitiva del conflicto; la tradición de América Latina en el marco de las relaciones exteriores interestatal podría ser fundamental para ponerle fin a la cuestión. Incluso, podría ser una oportunidad única para la región de posicionarse y establecerse frente a la comunidad internacional como un bloque defensor de la paz y la justicia; no obstante, primero es estrictamente necesario que cada una de las naciones logren estabilizarse internamente para poder fomentar valores y derechos que no necesariamente son una realidad en lo profundo de sus territorios.
Bibliografía
Burgues, Sean W. y Chagas Bastos, Fabricio H. (2016). Latin America Diplomacy en Costas M. Constantinou, Pauline Kerr y Paul Shrp (Ed.), The Sage Handbook of Diplomacy. (pp. 373 – 385). Sage Publications Ltd
Gardini, G.L. (2011). Latin American Foreign Policies Between Ideology and Pragmatism: A Framework for Analysis en Gardini, G.L., Lambert, P. (eds) Latin American Foreign Policies. Palgrave Macmillan.
Kacowicz, Arie M; Lacowicz, Exequiel y Wajner, Daniel F. (2021). Israel-Latin America relations: What has changed in the past decade and why? en Gardini G. (Ed.), External Powers in Latin America Geopolitics between Neo-extractivism and South-South Cooperation (1ed., pp. 153 – 166). Routledge.
Sharif, Regina (1977). Latin America and the Arab – Israeli Conflict en Sharif, R. Journal of Palestine Studies. (7ed., pp. 98 – 122). Taylor & Francis, Ltd, University of California Press.
Tawil Kuri, Marta (2016). Conclusions. Latin American Foreign Policies Towards the Middle East: Actors, Contexts and Trends (277 – 286). Palgrave Macmillan.





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