“RD” suele postear muy pocas cosas en sus redes sociales. Sus gustos por subculturas, que no han logrado encajar en su apagada vida social -pero sí con una numerosa comunidad online- lo han mantenido al margen de importantes episodios de la historia reciente. No le gusta el fútbol, y la Copa del Mundo casi que le pasó de costado. Desde antes del coronavirus trabaja de manera informal y con un sueldo bajo. Para él, la cuarentena no fue más que bajarse una parada de subte antes que la habitual, camino a su explotador trabajo, cuya estación más cercana estaba cerrada por motivos sanitarios. De más está decir, su salario no le permite irse de casa de sus padres. En cuanto a la política, jamás sintió interés por comprender lo que hay ahí dentro.
Con una intensa vida en foros de internet, y un gris andar en el mundo real, empezó a interesarse en una suerte de antihéroe que, por motivos que desconoce, tocó hace ya un tiempo alguna de sus fibras. Con memes, con consignas ardientes y con un aspecto estrafalario, RD empezó a interesarse por su discurso. Él no entiende demasiado sobre economía, pero tiene algo muy en claro: la cosa está demasiado podrida. Pasó a integrar de forma intermitente una emergente comunidad, la cual había identificado novedosos enemigos a vencer: el Estado, el zurdaje y el comunismo. RD sentía una extraña satisfacción viendo videos de este nuevo comandante de su ostracismo, discutiendo de manera enérgica con feministas, su saga favorita.
Su algoritmo no dejaba de arrojarle nuevo material. Por primera vez en su vida, RD se sentía del lado de los ganadores. Y no tuvo que mutar ni física ni rutinariamente para ingresar en un estado de satisfacción con uno mismo. Una sensación que históricamente le había sido ajena.
Javier Milei identificó un puente con parte de la sociedad que el peronismo y Juntos por el Cambio no solo no notificaron, sino que da la sensación de que ni siquiera sabrían cómo elaborar una conexión con dicha corriente. Hay un numeroso conjunto de excluidos que se ubican en un área gris dentro de los parámetros de la propia exclusión. Tienen tres o cuatro comidas diarias, conexión a internet y están escolarizados. Elementos insuficientes para sustentar otras aptitudes exigidas por la dinámica de la sociedad que los rodea: jamás tuvieron un empleo formal, dicho escenario los ha empujado a cuestionar si poseen algún tipo de talento que les provea una carrera, carecen de la posibilidad de irse a vivir solos, también de la posibilidad de costear una vacación, cualquier interés que hayan desarrollado deben limitarlo a sus opciones económicas, descreen de la palabra de los políticos al convivir con los mismos problemas durante diferentes administraciones y dicho cuadro tampoco ha ayudado a la hora de establecer relaciones laborales, afectivas o sociales en general. La sociedad que integran los empuja hacia la ajenidad, pero, ¿qué pasaría si un ajeno tomara las riendas de esa sociedad?
El voto de Milei no está compuesto solo por este compendio de personas que se sienten en el ascenso profundo de las categorías de ciudadanía. Sin embargo, este eje puede ser el que más dificultades le presentó para identificar al bicoalicionismo que el último domingo recibió una herida de muerte. Son miembros de nuestra comunidad que han crecido en un constante declive económico en una sociedad que no dejó de exigir un nivel adquisitivo y una proyección como vara para al menos empatar lo que consumimos en redes sociales. Personas criadas y que arribaron a la adultez en un extenso derrotero argentino, sin crecimiento estable ni mejoras sustanciales en la calidad de vida desde hace una década, y que en la velada del último domingo asistieron a una fractura en la base política que desde hace años pelea por el máximo cargo de nuestro país.
“Nos falta todavía el segundo tiempo” esbozó en un discurso apagado Sergio Massa, uno de los mayores derrotados de las Primarias Abiertas, Simultáneas y Obligatorias. Más allá del “robo” a Mauricio Macri con la metáfora futbolística, puede que esa frase casi desapercibida del candidato de Unión por la Patria se parezca mucho al discurso que dominará la retórica del oficialismo: simple, efectivo y apelando mediante la esperanza a algún hipotético votante que “asustado” por los resultados de su apuesta a La Libertad Avanza, migre hacia las filas del “racional” candidato de UxP.
Los convencidos -peronistas, progres, centroizquierdistas- no pensarán ni por un minuto sacar los pies del plato, ya que afuera de la alianza está una eventual presidencia de Javier Milei o de Patricia Bullrich Eso le puede dar a STM uno de los pocos motivos para ser optimista: podrá enfocar su discurso a las nuevas exigencias de la campaña sin que ningún actor de peso lo corra por izquierda. Cosas de la vida: dicha performance le calza mucho mejor a él que lo que hubiera sido tener que ver un impensado giro conservador en el no-precandidato Eduardo “Wado” De Pedro.
Los larretistas enemistados con la posibilidad de encolumnarse detrás de Patricia Bullrich, los más de 600.000 votos que yacen en fuerzas que no superaron las PASO -que superan los 2 millones si sumamos impugnados y en blanco- y los votantes del Frente de Izquierda Unidad y de Juan Schiaretti que pueden llegar a querer darle un mayor impacto a su voto frente a un inminente arribo de Milei o Bullrich a Casa Rosada -más posible en los primeros que en los segundos- son puntos de partida para la construcción en 60 días de un electorado para unos comicios en donde el peronismo se juega su historia en la elección más importante de nuestra generación.
Una vez superado la sorpresa de la paupérrima elección de Horacio Rodríguez Larreta, inicia la era de los “halcones” en Juntos por el Cambio, con una Patricia Bullrich poseyendo un valioso activo, una incógnita y un obstáculo. Por un lado, es muy probable que “La Pato” tenga a su favor la inclinación ideológica del Congreso, que quedará constituido desde el 10 de diciembre del 2023, entre propios y liberales. De repente, la carta de la gobernabilidad deja de ser ajena para la expresidenta del PRO. Es también la única aspirante con chances que ha superado una parada difícil en las primarias: Milei no tuvo rival y la de Massa no mostraba serias dificultades para el tigrense. La incógnita será qué tiene ahora para crecer PB, con un porcentaje de diferencia con UxP tan delgado como el obtenido.
No deja de ser, a la par del peronismo, una elección sumamente baja para Juntos por el Cambio. El obstáculo es por qué un votante enfadado con la casta y con las frustraciones cotidianas optaría por una coalición que falló en sus objetivos una vez en el gobierno, en vez de optar por “el modelo original” que ofrece Javier Milei. Y ahí la incógnita que la nueva fuerza mayoritaria de Juntos por el Cambio deberá resolver. ¿Cómo negociará Bullrich con el componente moderado de su frente, tan debilitado tras las PASO, pero tan necesario para concretar la victoria? Con excepciones, la leve ventaja obtenida sobre el peronismo hacen que la exministra de seguridad también deba revisar a través de qué fuerzas va a tonificar su arrastre electoral.
Los anonadados pensamos e interpretamos el nuevo país en el que amanecimos el lunes ante una elección inédita y bisagra en la historia de la Argentina. Desde su computadora, “RD” festeja la victoria con la familia de anónimos que conforma en línea, integrada por sujetos que raramente pisará un bunker o fiscalizarán en comicios, pero que jamás hubieran perdido la chance de hacer arribar a su universo de salvadores anti-casta y villanos comunistas al máximo poder de su país. Y sentirse finalmente parte de algo.





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