América Latina en el laberinto de la polarización política-ideológica

La polarización política comprende un tema de estudio relativamente reciente cuyas principales referencias empíricas se basan en países con sistemas de partidos afianzados. Si bien, en América Latina la tradición ideológica y partidista es distinta, es menester indagar cómo es que el ordenamiento de las alineaciones ideológicas ha dado paso a una nueva configuración de la arena política en territorio latinoamericano.

La escala izquierda-derecha es ampliamente aceptada en las ciencias sociales y usada para la categorización de los partidos, así como para ubicar actores con sus respectivos planes programáticos y opiniones (Alcántara & Rivas, 2007). Por supuesto, es esencial señalar que se ha desfasado la concepción clásica asociada a su sentido económico clásico, donde se elige entre una agenda de predominancia liberal o una intervencionista. Con el tiempo, estos conceptos fueron complejizándose y acoplando más elementos, lo que resultó en matices y facciones ideológicas dentro de ambos espectros. Además, el entendimiento de estos y el significado que se les atribuye varían de acuerdo con las usanzas o contextos histórico-geográficos. 

En este sentido, las experiencias electorales recientes en países de la región latinoamericana reflejan una dinámica recurrente donde las contiendas electorales se reducen a elegir entre un candidato de izquierda y otro de derecha.

Para este análisis se utiliza el desglose conceptual que realiza McCoy (2022), quien señala a la polarización ideológica como:

… un proceso, un estado o condición y una estrategia política. Es un proceso de simplificación de la política en el que “[…] la multiplicidad normal de diferencias en una sociedad se alinea cada vez más en una sola dimensión y la gente percibe y describe cada vez más la política y la sociedad en términos de ‘Nosotros’ contra ‘Ellos’” (McCoy, 2022).

De la misma forma, la autora considera estudiar en paralelo al populismo como un elemento de clivaje que subyace y radicaliza la polarización política en la sociedad, se trata de un factor pernicioso pues resulta perjudicial para la puesta en marcha de la democracia en tanto que se dificulta aún más lograr espacios de diálogo o negociación con posiciones demasiado adversas entre sí.

Por otra parte, para Schuliaquer et al. (2020) los medios de comunicación juegan un rol importante en el proceso de polarización. Esto se debe a que pueden ser usados como vehículo donde, conforme a la predilección partidaria de las líneas editoriales, se afianzan orientaciones, agendas y sentimientos políticos en los cuales las personas se ven representadas. Particularmente, las redes sociales y los famosos algoritmos de preferencia dan paso a que sus usuarios reciban información únicamente acorde a sus hábitos de consumo y por lo tanto no sean expuestos a opiniones o análisis distintos de lo habitual. En consecuencia, ello ciertamente ayuda a encasillar una identidad política, así como afinidad por quienes comparten dicha identidad. 

Otros autores, como Villa-Gómez et al. (2020), también recogen la relevancia de los medios de comunicación debido al poder que tienen de configurar o movilizar la atención pública hacia el apoyo o desdén de un proyecto político. Por su parte, Nieto (2014) ahonda en el tema al señalar la participación de las élites o grupos de poder quienes abarcan el monopolio de la información y lo usan en favor de sus intereses cerrando filas a una exposición informativa plural.

La polarización política-ideológica no se presenta siempre aparejada, en especial en ambientes partidarios en formación o volátiles. De acuerdo con Mason (2015), el ordenamiento político ha causado partidismo y polarización ideológica en distintas magnitudes, pero no así en lo relacionado al posicionamiento de problemas, es decir al tratamiento de las cuestiones políticas. La autora explica que la polarización social no necesariamente agrupa a las personas en un mismo partido con una misma ideología en concreto, sino que existe una distancia entre las preferencias partidarias y las ideológicas, lo cual explica cómo es que las personas pueden llegar a estar de acuerdo o ser tolerante en ciertos tópicos, pero en otros, que suelen ser los más polémicos, la diferencia es irreconciliable. 

Así, es crucial estudiar las identidades partidarias e ideológicas desde un enfoque de identidad social, que  responde más a un factor afectivo que programático, en el cual las personas se adhieren a otras donde vean reflejada su identidad social y marcan distancia de grupos externos a los cuales perciben como perjudiciales o equivocados.  

Ahora bien, en relación con  lo observado en la región, se tiene que, muchos países ven en sus procesos electorales cómo la contienda se cierra entre dos actores antagónicos con partidos y proyectos políticos disímiles, al mismo tiempo que están caracterizados por su programación de izquierda, derecha o los centros. Al respecto, la  premisa suele ser la misma: ¿derecha o izquierda? 

La mayoría de los estudios toman como referencia a naciones con sistemas de partidos consolidados. El ejemplo más clásico es el sistema bipartidista de Estados Unidos. Más aún, el contexto para Latinoamérica es difícil y, a su vez, se debe tener en cuenta la brecha entre el grado de desarrollo alcanzado por estos países y los de nuestra región. Estos últimos no cuentan con un sistema de partidos institucionalizados (Mainwaring & Scully, 2009). Asimismo, aunque existe una multiplicidad de partidos, pocos logran mantenerse en el tiempo o afianzar un capital político en términos ideológicos y son más  bien utilizados como medios para conseguir escaños. Pese a ello, la dinámica dicotómica continúa presentándose, pudiéndose afirmar de ese modo que la polarización política-ideológica tiene cabida aún a instancias de un incipiente sistema de partidos. 

Por lo anteriormente expresado, se hace necesario repasar a modo de recuento algunos de los casos que mejor reflejan esta dinámica que convierte a las elecciones en una áspera contienda entre derecha e izquierda.

Algunos casos en países de la región 

El caso más reciente se dio en Brasil, cuando el representante de la extrema derecha Jair Bolsonaro, en algún momento llamado “El Trump Tropical” (Miltz & Caulyt, 2019) pierde las elecciones en un apretado conteo frente a Lula Da Silva, candidato de izquierda. En declaraciones de Bolsonaro esta se trataba de “una batalla entre el bien y el mal”, por su lado para Lula estos comicios se reducían a una “elección entre democracia o barbarie” (Gortázar, 2022). Se observa como la interpretación de cada uno hace referencia a su propio grupo como “los buenos” mientras se demoniza al grupo rival. 

La polarización era palpable no solo entre los actores del establishment político sino también en la sociedad. Esta tensión encontró su punto de fuga el pasado 8 de enero cuando cientos de manifestantes bolsonaristas tomaron las instalaciones del Palacio presidencial, el Congreso y la Corte de Justicia exigiendo una intervención para destituir a Da Silva. 

Curiosamente, este hecho trae a colación lo sucedido también a principios de año, pero del 2021. Las noticias del asalto al Capitolio remecieron los medios y pusieron en tela de juicio lo delicado e inestable de la situación en Estados Unidos, el ascenso del radicalismo político-ideológico dejó un hecho simbólico sin precedentes. El expresidente republicano Donald Trump venía advirtiendo sobre un fraude asegurado si perdía contra su competidor demócrata Joe Biden. Con el desenlace de los comicios y con votos aún por contar, cientos de personas alentadas por unos tweets del saliente presidente invadieron el recinto. Durante las investigaciones se determinó que los tweets escritos por Trump en donde convoca a sus seguidores a luchar para detener el supuesto fraude en efecto derivaron en aquellos episodios de violencia (Cohen et al., 2022).

Yendo a otro caso, en las pasadas elecciones en Perú, la segunda vuelta se llevó a cabo entre Keiko Fujimori representante de la clase media y la élite conservadora y además continuadora de la tradición política de su padre el expresidente Alberto Fujimori, frente a Pedro Castillo, un desconocido profesor rural, outsider de izquierda cuya identidad social le jugaría a favor. Cabe añadir que para el momento en que ambos llegan a segunda vuelta ninguno se acercaba lo suficiente al umbral mínimo de porcentaje para ganar en primera instancia. 

Por un lado, los simpatizantes de la agenda de Fujimori y los ciudadanos indecisos veían en votar por ella una única salida al futuro incierto que representaba Castillo, mientras que los ciudadanos que votaron por él percibían una oportunidad reivindicativa. Finalmente, la segunda vuelta la ganó Castillo con una apretada ventaja sobre Fujimori y un país subsumido en la división.

A lo cual se añadió la  posterior destitución de Castillo tras su fallido intento de golpe de Estado, que encauzó continuas protestas y conflictos que hasta el presente siguen en pie y dejan en el camino una sociedad cada vez más polarizada.  

En lo que refiere a la Argentina, la fórmula Fernández-Kirchner venció a Mauricio Macri en la primera vuelta de las elecciones de 2019 con un 48% frente a un 40% respectivamente. En ese marco, la vuelta del peronismo al gobierno fue recibida tanto con celebración como con escepticismo. En un ambiente tenso por la crisis económica, la estrecha diferencia de votos entre ambos candidatos reflejó el fraccionamiento en el que se encuentra el país (BBC Mundo, 2019).  Dicha escisión muchas veces ha girado en torno a una personalidad: peronista o anti peronista, kirchnerista o no kirchnerista, macristas o anti macristas, el personalismo suele desplazar el lugar de la identidad ideológica y al igual que esta funciona como aglutinante. 

Actualmente, se suele referir a esta distancia, la polarización, como “la grieta” que divide a ambos espectros ideológicos y organiza a los ciudadanos afines en grupos. Resulta curioso como nuevos actores surgen y autoproclaman no pertenecer a ninguno de estos bandos por considerarlos confrontacionales o desfasados, empero no les es posible no ordenarse dentro de alguno de los frentes o ser relacionados con alguno (Quevedo & Ramirez, 2021).

Este año, 2023, para las elecciones se espera ver cómo se perfilan los programas políticos, sus actores y los votantes. En el pasado, otros candidatos no pudieron romper con la acostumbrada dicotomía, esta tendencia podría variar teniendo en cuenta que ninguno de los gobiernos de ambas posturas ha logrado los cambios económicos estructurales necesarios para la estabilidad y avance sobre las principales problemáticas de la nación. 

En Chile, la segunda vuelta dio como ganador a Gabriel Boric quién se impuso ante Antonio Kast con poco más de 10 puntos de ventaja. Muchos expertos apuntaban a la victoria de Boric debido al estallido social que sufrió Chile en 2019. Tal y como se recuerda, el violento episodio puso en debate la continuidad de las políticas que habían llevado a Chile a ser “el milagro económico” y dejado de lado el problema de la desigualdad social (Paúl, 2019).

Desde el retorno a la democracia es el primer presidente expresamente izquierdista que no se sitúa en centro-derecha ni centro-izquierda que eran los acostumbrados polos en las elecciones. Quizás uno de los puntos más expresos de la grieta entre ambos personajes se plasmaba sobre el favorecimiento hacia la Asamblea Constituyente, la cual parecía Boric iba a sacar adelante, no obstante, diversas variables determinaron el rechazo de la convención y dejó en claro que muchas de las prioridades y expectativas de la gente que había votado por él habían cambiado (Cóvolo & Ralo, 2019)

No obstante, pese a aquel inesperado resultado y en pro de cumplir su promesa de campaña, el gobierno de Boric prepara un nuevo intento de proceso constituyente. Para mayo de este año se disponen las elecciones para la conformación de un órgano de 50 personas a cargo del Consejo Constitucional. Como su nombre lo indica, tendrán a su cargo la elaboración de una posible nueva constitución, para ello se utilizará como base el texto preliminar escrito por un grupo de 24 expertos elegidos por el congreso. Según el cronograma, una vez terminado el texto este se sometería a un plebiscito en el mes de noviembre. (Torres, 2022)

En Guatemala y con un giro de tuerca, el centroderechista Alejandro Gianmmattei ganó con una diferencia aplastante sobre su rival la ex primera dama Sandra Torres, representante de centro izquierda. A pesar de que Torres llevaba una ventaja casi doble en la primera vuelta, esta fue desplazada por Gianmmattei. 

Entre las posibles causas se situaba el peso de su “mochila política”, carga de la que su oponente no se encontraba exento. A saber, Sandra Torres venía siendo investigada por el presunto financiamiento ilícito en su campaña de 2015, además, se le atribuyó un carácter autoritario acorde a su acercamiento a líderes de extrema izquierda en países vecinos. Por su lado, Gianmmattei, estaba inculpado por ejecuciones extrajudiciales durante su tiempo como director del sistema penitenciario. 

Es conveniente señalar al otro gran contendiente de dichas elecciones: la abstención, ya que solo el 42% del padrón electoral acudió a votar en las urnas. Varios expertos confirman este suceso como la prueba de la crisis de representación, legitimidad y del hastío hacia la clase política guatemalteca.

Por último, en 2021, Guillermo Lasso ex banquero y líder de derecha, gana el sillón presidencial de Ecuador. Abiertamente anticorreísta, derrota a su contrincante Andrés Araúz y da por finalizado 18 años de gobierno de izquierda. Importante mencionar el importante número de votos nulos promovidos por el candidato Yaku Pérez, número que bordeó el 17% y fue suscitado por su alegato de fraude. Con una victoria ajustada encima, Lasso convenció a los ecuatorianos de virar hacia el cambio y confiar en su proyecto político de corte neoliberal y presencia estatal mínima.

Conclusiones  

En suma, se advierte como varios países llegan a circunscribir sus elecciones en medio de una polarización impartida tanto en los votantes como en los partidos y actores. Por su parte, las posiciones centrales no encuentran suficiente acogida o se ven absorbidas por una de las partes de la dicotomía. 

Si bien es cierto, el posicionamiento entre alguno de estos espectros ideológicos ayuda a los votantes a relacionarse con sus representantes, esta adhesión puede ser conducida negativamente por el ensalzamiento radical de las afecciones. Por otro lado, también se aduce que una extrema polarización coadyuva a la erosión del sistema de partidos, mina la confianza en las instituciones y perjudica el intercambio o negociación de enfoques. 

Las opiniones expresadas en este artículo pertenecen exclusivamente a los colaboradores y/o invitados y no necesariamente representan a Politólogos al Whisky

Bibliografía 

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Cóvolo, M., & Ralo, C. (2019, octubre 29). Reflexiones sobre el fracaso de la reforma constitucional en Chile: Impacto en el gobierno y futuro incierto. infobae. https://www.infobae.com/def/2022/10/29/reflexiones-sobre-el-fracaso-de-la-reforma-constitucional-en-chile-impacto-en-el-gobierno-y-futuro-incierto/

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