Hola, ¿cómo están? Imagino que si viven la vida como yo, aún están rehabilitando el F5 de su teclado tras seguir el minuto a minuto de un formidable domingo electoral. Brasil fue a las urnas y desde la página del tribunal local muchos invertimos la tarde del domingo en seguir de forma remota el conteo de votos y la electrizante secuencia que se extendió desde el génesis del atardecer hasta bien entrada la noche. ¿Vida social? A donde vamos no necesitamos vida social.
Presenciamos la breve ventaja de Lula Da Silva en un principio, la distancia que tejió Jair Bolsonaro a medida que se profundizaba el conteo y la remontada del líder del Partido de los Trabajadores lo suficiente como para trepar al 48,43% de las voluntades, por encima del 43,20% obtenido por su adversario. Los resultados arrojan a ambos candidatos a una segunda vuelta que promete intensidad y vértigo para una región con los ojos colocados en quién ocupará el Palácio do Planalto desde 2023.
El puntapié de este #ElEleccionario de emergencia no está puesto, sin embargo, en el análisis de las campañas, las propuestas y los desenvolvimientos de Lula y de Bolsonaro. Al menos no desde la óptica de qué han hecho para ganar la elección, sino más bien en torno a lo que la elección ha hecho con nosotros: ciudadanos del otro lado de los acontecimientos buscando calmar las ansias durante la espera de resultados concretos, un poco para calmar los nervios, otro poco para sentir que deambulamos con más información que el resto. Una corazonada, una especulación o un deseo son elementos demasiado flacos para construir una lectura sobre qué puede suceder en unas presidenciales. Pero si nos posamos en las encuestas, de repente tenemos un sustento metodológico que le da un esqueleto a aquello que pensamos y sentimos. El problema sin embargo es abusar de ello. Y ni hablar cuando tomamos aquello, más que como un trabajo de campo, como una bola de cristal.
“Hay que matar un encuestador”
Durante la presentación del sketch de James Bo, un agente secreto uruguayo infiltrado entre los argentinos encargado de hacer inteligencia para las bases charrúas, Peter Capusotto y sus videos inicia el video con una frase que reza: “Si alguien se arrepiente una vez es sabio. Si lo hace constantemente, todo lo contrario”. La reflexión, adjudicada a Séneca, bien puede describir el derrotero de diferentes seguidores de la política local e internacional y su frustración ante elecciones que decantan en resultados inesperados para ellos. Mucho peor: elecciones que culminan con resultados no contemplados por ninguna de las encuestas que había visitado. Hay una suerte de traición o mentira, un trabajo que fue mal hecho o no se tomó en serio la situación, o un chivo expiatorio listo para ser deglutido por nuestra confusión y nuestras quedadas en off-side con amigos que ahora se nos ríen de nuestros pronósticos fallidos.
Casos recientes hay varios y de impacto continental y global: el advenimiento del Brexit, el plebiscito por la paz que tomó lugar en Colombia, el arribo de Donald Trump a la Casa Blanca, el crecimiento de Mauricio Macri en las elecciones de octubre del 2019 y, en este último caso, la abrumadora victoria que Lula Da Silva habría de propinarle a Jair Bolsonaro en la jornada del último domingo.
Antes de profundizar en estos hechos “impredecibles” por encuestas citadas y exhibidas en medios de todo tipo, bien cabe decir que en el caso brasileño se trató de una subestimación del porcentaje del bolsonarismo más que a una fallida información sobre la suerte de Lula. De hecho, los números obtenidos por el expresidente se asimilan a los arrojados por las encuestas, amén de ciertas excepciones que vaticinaban una victoria en primera vuelta. Lo no contemplado era la batalla que sostuvo el oficialismo en el conteo hasta el despegue de Lula. Las críticas hacia las encuestas vibraron a su punto más alto especialmente cuando Bolsonaro encabezaba los votos cargados de forma momentánea. “Hay que matar a un encuestador” era el lema que se respiraba en algunos focos de Twitter, expresión que se repite desde hace casi una década. ¿No nos habremos vuelto consumidores acríticos de las encuestas? ¿No será que el problema empieza en casa?
No hay ventanas al futuro
Vos me prometiste que esto no iba a pasar. El reclamo hacia los encuestadores, sean sociólogos, politólogos, o de cualquier rama de la academia involucrada en un sondeo, se puede sintetizar en esa frase: me hablaste de un escenario a futuro que acaba de hacerse trizas en el aire. Quizás de los casos más emblemáticos el que más resonó fue el de la victoria de Trump por sobre Hillary Clinton en 2016. ¿Cómo no lo vieron? Análisis hay muchos, quizás muy probablemente calce lo que la politóloga Elisabeth Noelle-Neumann categorizó como la “espiral del silencio”: digo tener un posicionamiento porque lo percibo como mayoritario y disimulo mis tendencias opuestas a éste, principalmente para evitar ser señalado o peor aún aislado. Luego las urnas hacen el resto.
¿Pudo haber electores brasileños que al ser encuestados se perdieron en la espiral descrita por la estimada Noelle-Neumann? Es una posibilidad, más no es suficiente para de una vez retirar el aura predictiva que en exceso se adosa a las encuestas. Es más sencillo responsabilizar a una de éstas que leímos de reojo en el diario que intentar comprender procesos políticos que no siempre se decantan en lo que la mayoría (o lo que nosotros creíamos que era la mayoría) tenía en mente. Tampoco es un dato menor que en los casos repasados, se trató de un porcentaje mucho más grueso que el percibido por los sondeos respecto a la capacidad electoral de fuerzas de derechas. ¿La penetración de estos estudios de campo es insuficiente para captar estas orientaciones? Punto interesante para problematizar en el desarrollo de muestreos.
Más aún, el error está en creer que al leer una encuesta tenemos una ventana al resultado final de un comicio. Suena simple, incluso estúpida la frase, permítanme la sinceridad, pero tras años con elecciones seguidas de desconcertados editoriales sobre cómo “fallaron las encuestas”, pareciera que la cuestión pasa por el abordaje de las mismas. Siempre será más simple revolear los ojos por un puñado de encuestas que leer pilas y pilas de papers sobre procesos sociopolíticos, económicos, históricos y demás que nos ayuden a armar un entramado sólido para abordar a una comunidad que se dirige a los comicios. Pero ese fast food electoral en el que hemos convertido a las encuestas no es más que un efecto placebo. Dicho esto, no se trata, mucho menos, de prohibir las encuestas o desterrarlas de nuestro análisis. Más bien hablamos de tomarlas como herramientas importantes para identificar tendencias. Ni más, ni menos.
Lo que no es poco
En un interesantísimo artículo titulado “En defensa de las encuestas”, el politólogo Daniel Cabrera explica: “la realización de una encuesta permite la relativamente rápida y razonablemente económica recolección de datos acerca de una cuantiosa diversidad de variables, con el fin de generar evidencia empírica sobre ciertos tópicos. No obstante, no debe olvidarse que la encuesta es un instrumento que opera bajo ciertas condiciones. Por sus características como mecanismo cuantitativo, no permite profundizar temáticas ni analizar procesos. Debe contentarse con obtener regularidades, detectar tendencias e hipotetizar acerca de ciertas asociaciones entre variables, lo que no es poco.”.
Este proceso de “oraculizar” a las encuestas es potenciado por los medios masivos de comunicación, citados anteriormente en estas líneas, los cuales exhiben a las encuestas como un cimiento para disparar el debate político más que un elemento auxiliar de éste. Si los resultados resultan esquivos a lo exhibido, vendrá la revancha: ¿por qué fracasaron? Y el círculo vicioso se repite en diferentes latitudes del globo.
Cabrera reflexiona en el mencionado artículo: “En definitiva, las encuestas, como cualquier otra técnica de investigación social -sea cual fuese la orientación metodológica- no pueden producir resultados certeros sino que sólo posibilitan la producción de datos que sirven como insumo para lograr una aproximación al fenómeno que se está estudiando”.
Dale, andá a pedirle perdón a ese amigo encuestador al cual le deseaste lo peor.
Gracias por formar parte. Que pasen una linda semana y un mejor finde largo. ¡Nos vemos en la próxima!
Esteban




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