El factor Schiaretti en Córdoba y su rol en las elecciones presidenciales de Octubre
“Yo lo voto a Juan!” con esa muletilla al final de cada spot que se reproduce por todos los medios de difusión masiva, cierra un sin fin de logros que pudo conseguir el Delasotismo a partir del 1999 hasta la actualidad.
Claro está que el fenómeno “José Manuel de la Sota” marcó un antes y un después para la historia de la política provincial.
El peronismo cordobés supo afrontar situaciones adversas en las cuales hubo desconexiones con la cabeza del poder político del país. Donde muchas veces, sin el apoyo del Ejecutivo se pudo desarrollar y conseguir diferentes programas y proyectos que se idearon.
Favorecidos por las riquezas que entrega la provincia, y políticas de gobierno ambiciosas que supieron configurar un desenvolvimiento casi autónomo de la gestión política y económica de Córdoba.
Con seis mandatos, tres de la Sota y tres de Schiaretti (contando el que se va a iniciar el año corriente), la provincia se transformó en un bastión de suma relevancia como definitor a cara de las elecciones nacionales para ocupar el poder Ejecutivo.
Analizando el difuso contexto actual donde el peronismo busca identificarse y conseguir una nueva metamorfosis como toda su historia, la imagen de este “Peronismo Federal”, en el cual buscan la superación de la dicotomía y de la famosa “Grieta” que se vive en Argentina actualmente, la provincia del fernet y su dirigente a la cabeza se posiciona como un actor de suma relevancia.
En el cual, su palabra y hablando en términos concretos, el grueso de votos y apoyo que puede dar. En la conformación de las alianzas para la configuración y las definiciones de candidatos que se hará efectiva en Junio, el rol de Schiaretti se transforma en fundamental.
Se tiene en la memoria las elecciones del 2015, que se resolvieron en el balotaje entre Cambiemos, como un espacio de alianzas alternas al oficialismo y el Frente para la Victoria aglomerando el peronismo con la imagen central de Cristina Fernández de Kirchner. En Córdoba se definió la efectiva victoria del presidente Mauricio Macri, aportándole un caudal de votos fundamentales, en números concretos 1.540.018, un 72% en contraposición del 28% que acumuló el candidato Daniel Scioli.
Hoy, lejos de aquella realidad y con las elecciones presidenciales a la vuelta de la esquina, el oficialismo se vió en un contexto de división y confusión de aquellas fuerzas que lo componen. Cambiemos, como coalición de un sin fin de partidos, el radicalismo (UCR) se posiciona como el más importante en cuanto se refiere a cantidad de votos.
Por la discrepancia en las ideas y el poco peso decisorio que tiene el partido, la UCR busca desprenderse de aquella alianza que se conformó para alcanzar el poder ejecutivo en el 2015.
Siguiendo la lógica anteriormente mencionada, los aspirantes a gobernador se volvieron contrarios, para conformar, dos opciones para acceder al gobierno provincial. Dejando así, el camino allanado para la reelección de Schiaretti.
Donde Cambiemos perdió el peso y los sondeos no son propicios para conseguir el “batacazo” que se dió en aquel octubre del 2015, la confección de las alianzas provinciales se vuelve fundamental para poder conseguir el segundo mandato del presidente actual.
Donde el “Peronismo Federal” se mantiene recio en colaborar con los planes y las ambiciones de Macri, hoy la tripartita entre las opciones para conseguir la cabeza del ejecutivo, confecciona un futuro incierto para la Argentina.
En el cual todas las alianzas, todas las coaliciones y todas las lealtades se ven amenazadas por el desconocido porvenir de la política nacional.
El “Yo lo voto a Juan!” se puede traducir en un apoyo a la imagen que se decida en el seno de esta alternativa peronista conformada, donde el peso del gobernador electo, puede definir el candidato, o puede posicionarse a él mismo como la alternativa para arrebatarle a Macri la presidencia, como objetivo final.
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