El conflicto bélico entre Rusia y Ucrania, “operación militar especial” para el primero e invasión/agresión híbrida para el otro, lleva vigente desde el 24 de febrero de 2022. Si nos ponemos más historicistas desde el 18 de marzo de 2014 con la anexión de Crimea (parte del territorio ucraniano) por parte de Rusia. Sin duda, ya es uno de los eventos que más han marcado a la política internacional en la segunda década del siglo 21 y del cual su desenlace no es claro o visible en el corto/mediano plazo.

Un conflicto que indudablemente se ha alargado más de lo esperado y del cual se busca su culminación desde hace años, entre aquellos que buscan definitivamente su final se encuentra el 47.º presidente de los Estados Unidos de América Donald J. Trump quien ha usado esta contienda como una de sus promesas de campaña.

Ahora bien, para comprender bien este suceso es necesario hacer un breve recorrido histórico e intentar esbozar una lista de antecedentes o factores que han llevado a la irrupción de este evento, por más complejo que sea el cometido.

Como es sabido, la relación entre Rusia y Ucrania data desde tiempos inmemoriales, llevándose consigo siglos de historia compartida, como por ejemplo el Rus de Kiev (periodo que formula diferentes interpretaciones entre las partes). Sin embargo, a fines de practicidad y dinamismo en la lectura del artículo, este escrito se centrará en el período fines del siglo 20 al día de hoy.

La República Ucraniana era parte de una de las quince repúblicas socialistas dentro de lo que se conocía como la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas o coloquialmente llamada la URSS. La nación ucraniana declara su independencia en 1991, mismo año en el cual la Unión se desmorona y queda como sucesora natural la Federación de Rusia. La transición e independencia ucraniana como la del resto de naciones ex-soviéticas no fue ni fácil ni pacífica, quedando muchas problemáticas, cicatrices y divisiones sin resolver. 

La consolidación de la República de Ucrania tampoco ha sido fácil al sufrir episodios desestabilizadores tales como “La revolución naranja” en 2004, “La revolución de la dignidad” en 2013-2014, la anexión de Crimea en 2014 y por último el episodio que ha llevado a la redacción de este artículo. El primer evento consistió en que durante aquel año 2004 la población ucraniana saldría a las calles para denunciar fraude electoral tras la victoria de Víktor Yanukóvich (candidato prorruso), la presión popular llevó a que se llevarán a cabo nuevamente a elecciones donde ganó el candidato pro integración Europea y occidente Victor Yushenko (quien luego sería envenenado, suscitando otra sospecha de injerencia rusa en su política doméstica).

El segundo evento fue la “revolución de la dignidad” en donde la población ucraniana nuevamente se movilizó, esta vez contra el gobierno del presidente afín a Rusia Victor Yanukovich (quien asume años después de la revolución naranja tras el fracaso del gobierno de Yushenko) tras bloquear este un histórico acuerdo de asociación con la Unión Europea. Meses y meses de protestas llevadas a cabo por diferentes sectores de la sociedad, conocidas como el “Euromaidán” (Maidán es la plaza principal del país ucraniano) a pesar de la fuerte represión y leyes anti-libertades impuestas, las movilizaciones desgastaron al gobierno y terminaron con el exilio del líder prorruso hacia Rusia. Tras este evento asume provisionalmente el presidente del parlamento, Oleksandr Turchynov en 2014, quien luego le pasaría el mando al presidente europeísta Petro Poroshenko. Este suceso es señalado por muchos especialistas como la salida definitiva de Ucrania de la esfera de influencia rusa.

Por último, la anexión de Crimea por parte de Rusia en 2014. Hecho calificado en ocasiones como el inicio real de la “guerra de Rusia y Ucrania”. En el contexto caótico de la “revolución de la dignidad” amparándose en los sectores prorrusos dentro de Ucrania y una supuesta carta de Yanukovich pidiendo la intervención, Kremlin decidió tomar la decisión de tomar control de este territorio enviando silenciosamente miles de soldados y voluntarios durante febrero de 2014.

Luego, la situación sería alertada ante la instalación de puestos de control en Armyansk y Chongar, los dos principales cruces de carreteras entre Ucrania y Crimea. El control ruso se acentúa cuando, tras la destitución de Yanukovich, el parlamento de Crimea elige un primer ministro prorruso y se vota la separación con Ucrania continental. Decisión luego legitimada por un referéndum popular (señalado como fraudulento por occidente y Ucrania) apoyado por la Federación de Rusia. Días después de esto, el 18 de marzo, la invasión se oficializa cuando Putin firma un proyecto de ley que establece la adhesión de este territorio a Rusia.

Siendo los hechos relatados siempre vinculados al intervencionismo ruso en el país o sistema político de Ucrania.

Otro factor común que tienen estos acontecimientos y que es vital para comprenderlos tanto a ellos como al conflicto actual, es la integración europea como meta del Estado Ucraniano y el ingreso en la OTAN como objetivos de Ucrania, que incluso están plasmados en su constitución. Por tanto, siendo este afán de acercamiento hacia occidente en detrimento de la influencia y control de Rusia, además de tener un sistema político (República semipresidencialista unitaria) diferente a esta, terminan siendo dos elementos esenciales para comprender el accionar ruso.

Ahondando en la postura rusa, esta se puede comprender bajo diferentes motivos o claves.

Una y dicha de forma explícita por el mandatario ruso Vladímir Putin es proteger a los habitantes ucranianos y ciudadanos rusos objeto de abusos y genocidios por parte de Ucrania, a la cual hay que desmilitarizar y desnazificar. Estas personas a las que apunta son las pertenecientes a las región del Donbass (en donde declara repúblicas independientes de Kiev, a las ciudades de Donetsk y Lugansk, respectivamente). También conforman este grupo los separatistas del Donbass que según Rusia han sido asesinados sistemáticamente por Ucrania.

El estado Ruso argumenta que la operación ha sido solicitada por estas poblaciones y se ampara tanto en la libertad como el derecho de autodeterminación de los pueblos para estos territorios. Recabando en su postura respecto a Ucrania resulta interesante resaltar sus dichos en un discurso del 21 de febrero de 2022 (pocos días antes de la invasión) que plantean que este estado es una creación reciente alimentada por occidente y Lenin, entre otras clasificaciones despectivas hacia este país.

En ese mismo sentido, el presidente ruso también señala que el avance de la OTAN poco a poco en Europa Oriental constituye una amenaza existencial para la seguridad rusa. Pues a pesar de caer la URSS y disolverse el “Pacto de Varsovia”, la OTAN continuó existiendo e ignoró las condiciones impuestas por Moscú  en la “Acta fundacional de relaciones mutuas cooperación y seguridad entre la OTAN y Rusia” (acuerdo que ambos bandos se acusan entre sí de haberse violado) de no ampliar sus fronteras especialmente en países de la órbita socialista o que se independizaron de la URSS. Entrando a este tratado, Polonia, Hungría y República Checa en 1999. En 2004 entraron 9 países más, entre ellos los países bálticos Estonia, Letonia y Lituania, exmiembros de la URSS.

Un punto de inflexión o bisagra para Vladímir Putin fue en el contexto de la “Revolución de la dignidad” mencionada. En donde la pausa de negociaciones entre la Unión Europea y Ucrania por parte de Yanukóvich al rechazar un acuerdo de asociación con esta, llevó a protestas masivas que terminaron en su destitución y la asunción del presidente pro-integración europea Petro Poroshenko bajo elecciones adelantadas en 2014, siendo este el predecesor del actual Volodímir Zelenski (Ambos europeistas y distantes a Moscú) como ya se ha relatado.

Ante esto, Putin proclama su derecho de intervenir en Ucrania al considerarla parte de su espacio de seguridad y anexionó Crimea, comenzando así para muchos el conflicto actual.

Pasaron los años, el conflicto se recrudeció con avances y retiradas de ambos bandos en una guerra que en términos reales se encuentra estancada. Donde las verdaderas víctimas han sido los civiles ucranianos con la destrucción de sus ciudades, también víctimas de asesinato, saqueo y/o violaciones por parte del ejército ruso, como también los habitantes rusos alcanzados por ofensivas ucranianas. 

A su vez, miles de ciudadanos rusos y ucranianos fueron reclutados forzosamente y dieron su vida por un conflicto que, en muchos casos, estaban en contra de que ocurriese. Empresarios, comerciantes, deportistas, celebridades, entre otros actores y miembros de la sociedad rusa ajenos a la cúpula militar y el Kremlin, han sido las víctimas directas de las sanciones como de los descalabros económicos de una economía de guerra.

Por tanto, en términos reales y comprobables esta contienda solo trajo al mundo muerto, heridos, destrucción de infraestructura y poblados completos, violaciones de derechos humanos, crisis migratorias, aumento de costes y precios en las cadenas de valor y principalmente incertidumbre, miedo y tensión en una región históricamente conflictiva como lo es Europa. No es de extrañar que esto junto al aparente “alejamiento” de los Estados Unidos llevaron a un rearme en el viejo continente.

Por lo tanto, en vistas de todo lo anteriormente escrito, se trata de una contienda anclada a diferentes cuestiones históricas, políticas y culturales que van más allá de lo que relatan los medios de comunicación tradicionales. Donde una sola causa no alcanza a explicar su concreción sin tener en consideración al resto.

Es así que la complejidad marcada nos hace comprender por qué se ha tardado tanto en ejecutar su culminación y que el panorama no sea tan claro a pesar de la reticencia del presidente Donald J. Trump y otros actores políticos, por ende solo quedará esperar como evoluciona el conflicto y que tanto peso tendrá o no la voluntad política de los involucrados en una futura negociación de la paz.

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