Artículo escrito por Valentina Monetti

El Mar Rojo se encuentra en un momento de crisis sin precedentes, donde una minoría armada yemení ha atacado, ataca y seguirá atacando buques “imperialistas, enemigos de la nación del Islam”. La particularidad es que la carga principal de estos buques es el suministro energético del mundo entero.

El Mar Rojo es un paso obligatorio para los barcos comerciales que unen mercados europeos con mercados del sudeste asiático, además de tener la particularidad de bañar las costas de los países con muy poca estabilidad política, social y económica, como lo son Egipto, Sudán, Eritrea, Yibuti, Yemen y Arabia Saudí. Sin embargo, el problema radica principalmente en los ataques piratas efectuados por un grupo de actores que entraron en la escena internacional a partir de 1990, los hutíes. 

La piratería de los Hutíes en el Mar Rojo surge en el contexto de la guerra civil en Yemen. Este conflicto comenzó en 2014 y enfrenta a este grupo insurgente chiita respaldado por Irán, contra la coalición liderada por Arabia Saudita que apoya al gobierno yemení, reconocido internacionalmente. El primer grupo ha utilizado su control parcial de la costa yemení adyacente al Mar Rojo para lanzar ataques piratas y con misiles contra buques comerciales y militares. Esta realidad afectó gravemente el Estrecho de Bab el-Mandeb, una de las rutas marítimas más estratégicas del mundo, donde pasa aproximadamente una cuarta parte del comercio global, incluyendo petróleo y gas.

Es tanta la relevancia de la situación porque los ataques piratas no solo son capaces de impactar en la cadena de suministro de energía sino que, a su vez, afecta los precios del petróleo y el gas en los mercados internacionales. Esto se debe a que muchos buques petroleros se ven obligados a desviar su ruta para evitar ser atacados, demorando las entregas y aumentando los costos. La nueva opción más elegida por los comerciantes es bordear toda la costa sudafricana a través del Cabo Esperanza.

Fuente: BBC News (2024)

A partir de noviembre de 2023, los rebeldes hutíes emprendieron ataques esporádicos a buques comerciales que se dirigían a Israel, utilizando drones y misiles balísticos, convirtiendo al Mar Rojo y particularmente al Estrecho de Bab-el Mandeb en una ruta inviable. Como consecuencia, la región debió enfrentarse a una impresionante reducción del volumen del tránsito comercial, fundamentalmente a partir de diciembre de ese mismo año.  Mientras que en el canal de Suez el tráfico se redujo en poco más del 60% entre noviembre 2023 y marzo 2024, en el Estrecho Bab el-Mandeb la caída fue más significativa, representando más del 70%.

Ahora bien, ¿cuáles son los efectos colaterales de esta situación? En el caso de aquellos países cuyas exportaciones son los principales motores de su economía, el abrupto encarecimiento de costos de transporte debido a la inseguridad del Estrecho y a la elección forzosa de una ruta más larga, es preocupante. A modo de ejemplo, transportar mercancía desde China y el Este de Asia al Norte de Europa a través del canal de Suez, pasó de costar 1,590 dólares a 4,274 dólares, entre el 29 de diciembre de 2023 y el 5 de enero de 2024. 

Por otro lado, en países de la región afectada como Somalia, la reducción del tránsito por el Bab el-Mandeb constituye una amenaza fiscal, ya que sus presupuestos dependen fuertemente de las tasas marítimas comerciales. A Egipto, por ejemplo, esta crisis le ha generado pérdidas de centenas de millones de dólares, ya que el tránsito por el canal de Suez era su principal fuente de ingreso de divisas, lo cual fue interrumpido. Finalmente, se debe considerar a las corporaciones multinacionales como Ikea, Walmart, Amazon, Tesla y Volvo, quienes deben enfrentar demoras para entregar sus productos, el encarecimiento de los costos de transporte y en algunos casos, hasta paralizar su producción por falta de insumos.

La capacidad de los hutíes para interrumpir el comercio y proyectar su influencia a través de tácticas de piratería, demuestra la efectividad de las estrategias asimétricas en las guerras modernas, donde los actores no-estatales pueden desafiar a potencias regionales y globales con medios limitados pero bien aplicados. Al ser profundas las implicancias para la seguridad energética, la economía global y la estabilidad regional, es necesario una respuesta coordinada por parte de los actores internacionales. No abordar esta crisis adecuadamente podría tener consecuencias a largo plazo, no solo en la región del Mar Rojo, sino también en la arquitectura de la seguridad global.

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