El pasado 5 de mayo, un hombre de 62 años arrojó una bomba molotov a cuatro mujeres lesbianas en el barrio de Barracas. Si bien la noticia repercutió en medios digitales e internacionales, los medios más importantes del país decidieron omitir o ignorar completamente la noticia. Prácticamente, ningún funcionario de primer nivel del gobierno nacional condenó el ataque como crimen de odio y algunos incluso ridiculizaron el concepto. En el día contra la homofobia, la transfobia y la bifobia es significativo reflexionar sobre el aumento de los discursos de odio y el peligro que estos presentan. 

El 4 de mayo de 2024, el escritor de extrema derecha y biógrafo oficial del Presidente, Nicolas Marquez, brindó una entrevista radial al periodista Ernesto Tenembaum. En la entrevista, Marquez calificó a los homosexuales como “invertidos”, afirmó, sin presentar argumentos empíricos, que las personas homosexuales viven en promedio 25 años menos que las personas heterosexuales y que son más propensos a consumir drogas y otras sustancias ilegales. Dos días después, un hombre de 62 años arrojó una bomba molotov a cuatro mujeres, una de ellas murió en el instante, mientras que dos de ellas fallecieron luego de agonizar durante varios días en el hospital. 

Es imposible no conectar el discurso de odio avalado desde sectores cercanos al gobierno con el crimen de odio sucedido hace ya varios días. Desde funcionarios de alto rango como la canciller Diana Mondino, quien afirmó hace unos meses que una persona homosexual es tan libre como alguien “que elije no bañarse” o personajes como el exasesor del Presidente Javier Milei, Carlos Rodríguez, quien manifestó en una entrevista que “Si veo dos hombres besándose me duele la barriga, pero si son dos mujeres me encanta”, muchas han sido las muestras que indican la homofobia sistemática en el gobierno nacional. El propio presidente compartió muchas veces en sus redes sociales imágenes claramente homofóbicas. Si a esto le sumamos las declaraciones del vocero presidencial Manuel Adorni, quien se negó a calificar al crimen como un lesbicidio e incluso tuvo el descaro de ridiculizar el término, podemos afirmar claramente que nos encontramos ante un gobierno que no solo es claramente homofóbico, sino que también es indiferente al sufrimiento de estas personas. 

Este hecho hubiera sido impensado hace unos años: Argentina es un país que legalizó el matrimonio igualitario en 2012, antes incluso que países desarrollados como Alemania o Estados Unidos, y cuenta con una ley de identidad de género desde 2012. El aumento exponencial de los discursos de odio en los últimos meses trajo aparejado una mayor inseguridad para las personas pertenecientes al colectivo LGBTQ+, que tuvo su expresión más atroz en el lesbicidio de Barracas. 

En este sentido, es importante reflexionar sobre el peligro que los integrantes del colectivo, ya que a la indiferencia del gobierno se suma el hecho de que Javier Milei decidió cerrar el INADI, organismo encargado de luchar contra la discriminación en Argentina. 

En un contexto donde la palabra “libertad” se ha degradado enormemente, es muy importante hacer referencia a la manifestación en contra de la presentación del libro de Nicolas Márquez, donde las manifestantes llevaban pancartas que decían: “no es libertad, es odio”. Entender el límite que separa la libertad de expresión del discurso de odio resulta fundamental para poder identificar la homofobia y combatirla. 

Se puede afirmar que la comunidad LGBTQ+ en  Argentina está ante una situación crítica, ya que el gobierno nacional es totalmente incapaz de condenar y brindar respuestas al aumento de los discursos de odio, principalmente porque se niega a reconocer el problema. La normalización de los discursos de odio conduce a una espiral de violencia de la cual es muy difícil salir. Es por eso que es muy necesario identificar estos discursos y confrontarlos para exponerlos ante la sociedad. Hoy más que nunca: más libertad y menos odio. 

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