En la actualidad se utiliza otro término para estigmatizar a las madres solteras, se las llama «luchonas». Son mujeres con una edad entre 18 y 26 años, están solas, desprovistas de una figura masculina que las contenga y proteja en este nuevo rol de madres. En las redes sociales, las mamás luchonas manifiestan su situación sin rodeos, ante la mirada absorta de los que buscan denigrarlas por su sentido de libertad y empoderamiento. Se manejan solas con su “bendición” como así suelen llamar a sus hijos, salen a bailar, estudian y trabajan. Aun así no logran contentar a parte de la sociedad que sigue juzgándolas.  

La pregunta es ¿por qué parte de la sociedad siente aversión por las madres luchonas? La respuesta es sencilla: a lo largo de la historia se ha juzgado la figura de la mujer como madre soltera, tener un hijo fuera del matrimonio no era una buena opción. Generaba una muy mala imagen para la mujer, en su familia y en el entorno social. El desprestigio obtenido, las convertía automáticamente en mujeres de dudosa reputación. Partiendo de este punto, no es de extrañar que en la actualidad se siga profesando esta línea de pensamiento burdo y estigmatizante.

Las justificaciones que se utilizan para denigrar a estas jóvenes madres son infundadas y machistas. Porque no se ve de igual manera a un padre luchón que a una mamá luchona. Cuando se habla de luchonas, enseguida se arremete contra su imagen: que son demasiado provocativas, parranderas y abandonan a sus hijos. Todo en un contexto poco equitativo en comparación a la figura paterna, que en muchos casos brilla por su ausencia. Esta actitud es invisibilizada por la sociedad que se concentra más en las jóvenes madres que en los padres.  

Con el uso indiscriminado de las redes sociales se puede observar los memes que se utilizan para satirizar el rol de las madres luchonas. Se las ridiculiza por su figura, “la falta de responsabilidad” y el comportamiento supuestamente demencial de estas mujeres. Parte de la sociedad no hace hincapié en los obstáculos que poseen estas jóvenes a la hora de hacerse un lugar en el campo profesional y laboral. Muchas al no tener un contexto que las sostenga dejan a un lado sus estudios, para dedicarse a trabajar, en lugares donde difícilmente puedan disponer de tiempo para desarrollarse profesionalmente. Otras dedican su tiempo al estudio, amparadas por sus familias. En peores situaciones, sin ayuda del padre o de familiares para el cuidado de los niños, las madres luchonas no logran insertarse en el mundo laboral. Y tienen como única entrada económica la Asignación Universal por Hijo.  

En la sociedad los individuos construyen una identidad basada en características específicas, es decir, rasgos personales, altura, estado civil, religión, entre otros. Por otra parte la identidad se basa en símbolos y valores, que posibilitan al individuo a enfrentar situaciones de la vida en sociedad. Es decir dependiendo en la sociedad que se encuentre la persona se va a comprender su accionar.  

Las madres luchonas se encuentran intentando ser reconocidas en una sociedad que tiende a marginarlas, lo que conlleva a un gran esfuerzo sistemático de estas jóvenes por seguir siendo interesantes en su contexto. Al subir constantemente imágenes en sus redes sociales, en situaciones provocativas o de festividad, demuestran una gran necesidad de reconocimiento. En el artículo extraído en el dossier pedagógico Vivre ensemble autrement (2002), se habla sobre la función de la identidad: “La identidad es el centro de dos acciones indispensables para el equilibrio psíquico de la persona. La primera consiste en darse una imagen positiva de sí misma; la segunda, adaptarse al entorno donde vive la persona”.

Es lo que explica el comportamiento de las madres luchonas, continuar siendo ellas mismas, con el agregado de la maternidad. Pero en una sociedad que las repudia por ser madres solteras, esta conducta provoca rechazo. Es el caso de una joven de 22 años llamada Melina, tiene un hijo de 2 años y medio aproximadamente. La joven trabaja de forma independiente a veces vendiendo ropa, otras siendo presencia en boliches del conurbano bonaerense, más precisamente en la zona de Gregorio de Laferrere y González Catán. No cuenta con ayuda del padre de su hijo, ni con la de su familia, su madre y hermana se encuentran en prisión, lo que hace mas difícil la situación a la hora de dejar a su niño con alguien para salir a trabajar.  

Melina es muy activa en sus redes sociales, más que nada en Instragram donde posee una gran cantidad de seguidores. Sube fotos de su vida diaria y recibe criticas favorables por su atractivo físico, pero también muchas críticas negativas en cuanto a su rol de madre. Los insultos que recibe son crueles y poco tolerantes, hacia una madre tan joven que cuida y sostiene sin apoyo, a su pequeño príncipe, como ella lo llama. La joven se autodenomina «luchona» lo que no hace que no le duelan los terribles comentarios discriminatorios que recibe diariamente. Como Melina existen muchas más jóvenes que reciben insultos y rechazo por ser madres solteras y no encajar en una sociedad que tiende al conservadurismo inquisidor.  

La mirada del otro siempre está puesta en los que no cumplen con ciertos requisitos sociales. Los que observan se escandalizan ante la menor diferencia del observado. Este enfoque etnocentrista hace imposible que no se realice un juicio de valor, en este caso, a las madres luchonas. Cuando Lévi-Strauss hace referencia al etnocentrismo y la mirada de los otros, dice: “parece que la diversidad de culturas se presenta raramente ante los hombres tal y como es: un fenómeno natural, resultante de los contactos directos o indirectos entre las sociedades. Los hombres han visto en ello una especie de monstruosidad o de escándalo más que otra cosa”. Para una parte de la sociedad la madre luchona no es lo que se espera de la maternidad y resulta todo un escándalo verlas en conductas “impropias” para lo que debe ser una buena madre. Algunos grupos sociales no aceptan que una madre siga siendo objeto de deseo, que posea una sexualidad activa y plena. Esta situación provoca repudio en quienes enaltecen la figura de la madre como divinidad, virgen y santa. Lévi Strauss hace referencia a estas situaciones “tantas reacciones groseras que traducen ese mismo escalofrío, esa misma repulsión en presencia de maneras de vivir, de creer, o de pensar que nos son extrañas”; en el ideario colectivo, la figura de la madre es casi impoluta y no se le conoce vida por fuera de la maternidad.  

Es entendible que muchos individuos no acepten, de alguna manera, a las madres luchonas. Al identificarse con una figura maternal inmaculada. Gran parte de la sociedad ha sido educada bajo esa imagen, de lo que debe ser una madre ante los ojos de todos. Lévi-Strauss señala “La actitud más antigua y que reposa sin duda sobre fundamentos psicológicos sólidos, puesto que tiende a reaparecer en cada uno de nosotros cuando nos encontramos en una situación inesperada, consiste en repudiar pura y simplemente las formas culturales: las morales, religiosas, sociales y estéticas, que estén más alejadas de aquellas con las que nos identificamos”. Si buscamos el significado de madre en el diccionario de la Real Academia Española nos encontramos con las siguientes definiciones: “Mujer que ha concebido o ha parido uno o más hijos”, “Mujer en relación con sus hijos”, “Madre considerada en su función protectora y afectiva”. No es incongruente que una institución de tamaña envergadura como lo es la Real Academia Española, exponga en su diccionario el significado de lo que es ser una madre en una sociedad. Dedicada y protectora, a la vista de algunos individuos, las madres luchonas no cumplen con aquellos requisitos.  

La maternidad en la sociedad es puesta en discusión constantemente, todo lo que no se acerca a esa doctrina impuesta de generación en generación, carece de seriedad y virtud. Así lo plantea Lévi-Strauss, “nosotros diríamos con más discreción, los “buenos”, los “excelentes”, los “completos”, implicando así que las otras tribus, grupos o pueblos no participan de las virtudes”. A las mujeres madres se las ata a ciertos requerimientos, que de forma implícita están estipulados en la sociedad. Las que no adhieren a los reglamentos impuestos, se las ridiculiza o aparta de los grupos sociales, siendo el caso de las madres luchonas, se las excluye con improperios dignos de la intolerancia en la que se vive.  

En algunas páginas web, más precisamente, en el sitio diccionarioargentino.com se puede leer una definición agraviante sobre madres luchonas. “Villera sin marido, que deja a sus críos con sus madres y con la asignación de sus hijos se va a comprar un shortcito dos talles más chico”. Es un diccionario realizado por cualquier persona que desee “aportar” contenido a la página, en este caso, una despectiva, excluyente y vulgar definición de madre luchona.  

Los chistes sobre madres luchonas no solo quedan en el contexto de sitios web, también se esparcen en las redes sociales. Con los llamados memes se satiriza constantemente a las luchonas, un ejemplo es la imagen de una niña en pose de reclamo, que posee la siguiente frase “Dice mi mamá que no te hagas la madre ejemplar, que solo sos una madre luchona con la pensión de tu ex”. Utilizan el humor para agredir a estas madres y ponerlas en un lugar que carece de seriedad y respeto. Otro meme que se puede observar en las redes esta dividido en dos, por una lado vemos a dos mujeres provocativas tomando una bebida del pico, con la siguiente frase “viernes de solteras”. En la otra imagen se ve a una mujer con varios niños y una frase que le sigue a la anterior “y las abuelas lo saben”. Todo el tiempo desmerecen la función y el rol de las madres luchonas, haciendo hincapié en un momento de sus vidas y no en el minuto a minuto de una madre criando a un hijo. Con todo lo que lleva la maternidad, comida, baño, cambio de pañales, colegio, pediatra y miles de situaciones que se dan cuando se materna.  

La mirada etnocentrista hacia las madres luchonas parte de aquella concepción de lo que es o debe ser una madre. Esta idea que rige de nuestros ante pasados hasta la actualidad persiste de generación en generación. Hoy en día muchos jóvenes trasmiten en sus grupos sociales esta idea de la figura materna como intocable y sagrada, lo que hace difícil que puedan comprender y entender otros tipos de maternidad. En la actualidad la mujer tiene otra perspectiva de vida, no por ser madre debe abandonar su vida social y confinarse al encierro y exilio. Aun así siguen siendo excluidas no solo por un sector de la sociedad, también por el sistema educativo y el estado. Según datos de UNICEF en la Argentina el 15% del total de nacimientos de 2016 (111.699 de 770.040) son de madres adolescentes. Otro dato a resaltar es que el 75% de las madres adolescentes de 18 y 19 años no han terminado la escuela secundaria. Esta situación hace que a muchas madres luchonas se les imposibilite la inserción laboral y profesional. También se las margina de educación sexual, métodos anticonceptivos y evitar enfermedades de transmisión sexual. Muchas jóvenes quedan embarazadas por desconocer métodos anticonceptivos, otras para tener algo propio, que nadie pueda quitarles. Al no poder labrar un proyecto de vida, con trabajo, una profesión y demás medios para insertarse en la sociedad, se aferran a sus hijos como medio de subsistencia ante un contexto ruin y desesperanzador. Un contexto que las estigmatiza diariamente por ser jóvenes, madres y pobres.  

Parte de la sociedad siente aversión hacia las madres luchonas porque lo distinto, lo que escandaliza y saca a los individuos de sus propias creencias y valores éticos, genera rechazo. Todos los individuos han recibido ese bagaje moral sobre la maternidad dentro de un matrimonio y el rol de una mujer/madre antes y durante la maternidad. De alguna manera los grupos sociales son víctimas de esta ideología conservadora y esta creencia limitada de que existe solo un tipo de maternidad. Las sociedades pasadas poseían un proyecto de vida mas reducido, no existían tantas opciones como en la actualidad. Antes la mujer y el hombre debían casarse, tener hijos en matrimonio y ser abuelos. El proyecto de vida de los individuos no manejaba la opción del divorcio, matrimonios igualitarios, matrimonios sin hijos por elección, familias monoparentales y ni pensar en el concepto de madres luchonas. El contexto era otro y la sociedad también. Tzvetan Todorov analiza el conflicto entre lo universal y lo particular, “Por ello, ya es hora de olvidar las pretensiones universales y de reconocer que todos los juicios son relativos: a una época, a un lugar, a un contexto. No hay necesidad de confundir este relativismo con el nihilismo, ni con el cinismo (el rechazo de todo valor); aquí, los valores son reconocidos, pero su extensión es limitada. El bien de hoy no es el de ayer, y cada quien es bárbaro a los ojos de su vecino: sepamos sacar las conclusiones que se imponen a partir de estas evidencias”. Tzvetan Todorov demuestra que lo que fue bueno para una sociedad anterior, no lo es para la actual. En este caso si antes no era bien visto la imagen de una madre soltera por las distintas circunstancias que regían una sociedad, en la actualidad se debe zanjar ese juicio. Aunque parte de la sociedad se vea influenciada por el contexto 

en el que vive, permita estos tipos de discriminación y exclusión hacia las madres luchonas, se debe dar lugar a la posibilidad de tomar distancia de ese comportamiento. Tzvetan Todorov hace referencia al contexto en la siguiente oración, “Cierto es que mi medio me empuja a reproducir los comportamientos que en él se valoran; pero existe también la posibilidad de que me separe de él, y esto es lo esencial”. Es fundamental que como individuos podamos repensar comportamientos adquiridos a lo largo de nuestra vida en sociedad y separarnos de dichos comportamientos que hacen crecer la mirada etnocentrista, en este caso, hacia las madres luchonas.  

La sociedad puede lograr una mirada mas contemplativa y tolerante hacia las luchonas. Y romper con aquellas, como dice Tzvetan Todorov “asociaciones fáciles”, que todo individuo realiza para con el otro. Los grupos sociales deberán desarmar aquel pensamiento conservador que nada tiene que ver con la identidad de estos tiempos que corren, Todorov afirma “reivindicar la igualdad de derecho de todos los seres humanos no implica, en forma alguna, renunciar a la jerarquía de los valores; amar la autonomía y la libertad de los individuos no nos obliga a repudiar toda solidaridad”.  

No existen soluciones mágicas, más cuando se ha forjado una sociedad en base a estos juicios de valor con respecto al rol materno, pero es una realidad que todos tenemos la capacidad de entender y comprender al otro. Tzvetan Todorov plantea lo siguiente “hay ciertas estructuras sociales (las «moderadas») que facilitan esta tarea; otras (las «tiránicas») la vuelven más compleja: es preciso hacer todo lo posible para que las primeras prevalezcan sobre las segundas; pero ninguna de ellas dispensa del trabajo que incumbe a la persona individual, porque no hay ninguna que conduzca automáticamente al bien”. No es sencillo desestructurar a ciertos grupos sociales, que son tan determinantes en sus creencias y pensamientos. Por eso es indispensable hacer prevalecer las cualidades por sobre los defectos de la sociedad. Erradicar esa visión inquisidora hacia las luchonas, evitar todo comentario agraviante hacia estas madres que nada malo han hecho para merecer tamaño rechazo.  

Los individuos pueden llegar a la sabiduría, en mayor o menor grado. La sociedad debe terminar con aquella hipocresía de otros tiempos, que nada ayudaron a las madres solteras a salir adelante, siendo víctimas de discriminación y desigualdad. Poder aceptar que existen diversas maternidades y no una sola que cumple con el ideario de maternidad idealizada e inmaculada, va a permitir a estas madres salir adelante, sin tener que cargar con la estigmatización en internet, redes sociales y la vida cotidiana.

Bibliografía: 

  • Todorov, Tzvetan (1991) “Un humanismo bien temperado”, en Nosotros y los otros, Siglo XXI, México, página 431. 
  • Lévi-Strauss, Claude (1999) “Raza e historia”, en Raza y cultura, Altaya, Madrid, página 37-104.  
  • Frontera, Paz, Agustina (2019). Latfem: Mamás luchonas. Buenos Aires, Argentina.
  • Pérez, Jorge (2017). Revistafeel: Mamás luchonas: Una expresión sutil para denigrar otras formas de vivir la maternidad. México.
  • Civeira, Miguel (2016). Antesdeeva: Mamás luchonas: el estigma social de las madres solteras. México.
  • Páez, Yanina (2018). Telesoldiario: Las “mamás luchonas” y el combate contra la estigmatización. Santa Fe, Argentina.

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